Irene Rosales (31 años) se siente rota. Desencantada con esta existencia que le ha tocado vivir. “Es agotador que la vida solo te enseñe a base de pérdidas”, escribe en redes sociales. La esposa de Kiko Rivera, tras perder a su madre y a su padre en un lapso de tiempo muy breve, ahora encara la muerte de su tía. “Mi único consuelo es que las hermanas ya estáis juntas”.
“Siento una profunda tristeza por no teneros, por no poder disfrutar de vosotras”, reclama la influencer, que encadena duelos. En 2020 se enfrentó a la trágica muerte de su madre, tras ella, y solo unos meses más tarde, vivió el fallecimiento de su padre; ahora ha tenido que despedirse de su “tita”, hermana de su progenitora. “Te voy a echar muchísimo de menos”, le promete.
Las trágicas muertes de los padres de Irene Rosales
En febrero de 2020, Irene Rosales hacía frente al más doloroso de los trances. Mayte Vázquez moría apenas unos meses después de que se le diagnosticara un cáncer muy agresivo. Entonces, la joven colaboraba en ‘Viva la vida’ y consciente del deterioro físico de su madre, no era capaz de hablar del tema sin emocionarse. Sabía a lo que se enfrentaba, pero, para que sus hijas no sufrieran, tan solo acertaba a decir que “la abuela estaba muy malita”. Estaba sumida en un profundísimo dolor que acabó cristalizándose el 6 de febrero cuando falleció, dejando completamente hundida a sus hijos y a su marido. El que más la necesitaba desde hacía años.
La historia del padre de Irene es una absoluta tragedia. Tras haber vivido tanto, no es extraño que Rosales exclame “qué injusta es la vida”, como hace en el texto con el que ha despedido a su tía.
Manuel Rosales era un trabajador de la construcción que, a los cuarenta años y con una familia numerosa a su cargo, sufrió un error de cálculo mientras trabajaba en una obra. “Mi padre se cayó trabajando y lo que tiene es un tumor cerebral. Lleva con él 16 años. A día de hoy es un campeón, un luchador. No es consciente al 100% de lo que pasa, por así decirlo, no es feliz. No es una persona que se pueda valer al por cien por cien por sí misma,”, desveló su hija en el programa en el que colaboraba. Desde aquel fatídico día, su mujer se había convertido en su bastón. “Ella se hizo la esclava de él”, aseguró entonces.
Mayte se encargaba de todos los cuidados que Manuel requería, pero cuando enfermó, todo cambió. Los hijos, que siempre habían sido responsables de la situación que se vivía en su casa, tuvieron que ayudar más aún, pero cuando la cabeza de familia faltó, los cuidados se volvieron aún más intensos. Y ellos, cada uno con sus vidas y sus obligaciones, no podían hacer frente a todas sus necesidades y convinieron que estaría mejor atendido en una residencia.
Una madrugada de noviembre, Manuel moría. Se iba para siempre al lado de su mujer, como a Irene Rosales le gustaba imaginarles. Dos estrellas más en el firmamento, que la cuidan y le dan luz cuando todo se pone muy oscuro. Tres años después, el recuerdo aún duele. Y más a ella, a quien la vida no le permite recomponerse de un duelo cuando ya tiene que gestionar otro más, ahora, el de su tía. Solo le queda mirar al cielo y aferrarse al amor que siempre les unirá. “Os quiero con locura”. Ojalá ellos le pudieran responder.