Huir de los problemas jamás es la solución, pero qué bien se está cuando una los pone en paréntesis. Y eso mismo va a hacer Irene Rosales este mismo fin de semana en el que ella y su grupo de amigas más cercanas celebran la despedida de solteras de una de ellas.
Ataviadas todas con las mimas sudaderas y gafas de sol con palmeritas, estrellas de mar y demás motivos playeros, Irene Rosales y el resto del ‘team novia’ han empezado las celebraciones a primera hora del viernes. Menudo ‘finde’ que tienen por delante. Las amigas raptaban a la futura casada en la puerta de su domicilio a grito de “alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”. De pronto, eran unas chiquillas y los problemas pasaban a un segundo plano. Ya solo había una obligación: disfrutar del tiempo con las chicas. Como en los viejos tiempos cuando ni había obligaciones y ni los conflictos se acumulaban.
Irene Rosales se merece este descanso. Estos días solo para ella y para olvidarse de la intensidad que han supuesto las últimas semanas desde que viajó a La Graciosa para la boda de Anabel Pantoja y de la que se marchó tras la muerte de la abuela de su pareja. Kiko Rivera tomaba la decisión de no asistir y su esposa decidía trasladarse a su lado para apoyarle en estos complicados momentos en los que su vida, una vez más, pegó un giro de 180º. Ahí estuvo Rosales, leal, siempre fiel y dispuesta a no dejar caer a su pareja. Y tras eso, todo lo demás: una exclusiva a la revista Lecturas que ha dinamitado por completo los puentes entre Kiko y su prima, estar en el ojo del huracán mediático, presión… Se merece estos días de asueto y de ‘niñatear’ al máximo con sus amigas. Nada más liberador. Olvidarse por un rato de todas las polémicas y ser, simplemente, Irene, una joven más.