Globos, una tarta enorme y muchas chucherías. La prioridad de Irene Rosales (31 años) ante el séptimo cumpleaños de su hija mayor era lograr que la niña acabara con un sabor de boca de lo más dulce; y compensar, de esta manera, los sinsabores que los problemas de los adultos le dejan. Porque estamos ante una celebración feliz, pero también empañada por las ausencias. Kiko Rivera (38 años) se encuentra en un punto de su vida en el que parece haber entendido que nada volverá a ser igual ni con su madre, Isabel Pantoja, ni mucho menos con su hermana Isa.
A primera hora de la mañana del 15 de diciembre, Irene Rosales felicitaba a la niña que le enseñó a ser madre y le hizo el mayor regalo del mundo: su amor incondicional. “Te miro y pienso de qué manera puedo explicarte cuanto te amo y la suerte que tengo de tenerte como hija”, le dedicó a la niña, que cada vez es menos pequeña y se entera de absolutamente todo. La sevillana destaca de su primogénita su bondad, su alegría y, por encima de todo, su positividad desbordante. Algo importantísimo. “Solo puedo darte las gracias por ser tan disfrutona y buscar el lado bueno de todo”, le dice; sabiendo que, una familia como la suya, esto resulta vital. Y es que los Rivera Rosales han atravesado uno de los periodos más difíciles. Una racha complicada que se extiende desde la muerte prematura de los padres de Irene, a los que echa muchísimo de menos y más en fechas como esta, “daría mi vida porque tu abuela Tere y al abuelo Manuel disfrutarán de ti, porque eres especial” a la ruptura con parte de los Pantoja. Kiko no ha llegado a hacer, propiamente dichas, las paces con su madre. Aún falta ese reencuentro madre e hijo, que no se ha producido desde el fallecimiento de doña Ana, la abuela del DJ. A pesar de haber hablado alguna vez por teléfono, y que esta también ha querido ponerse en contacto con sus nietas, lo cierto es que hace más de dos años que no se ven. Y eso, a unos padres como ellos, les duele.
Un cumpleaños marcado por la ausencia de Isabel Pantoja
Ayer, Irene Rosales no quiso desvelar si la abuela paterna de sus dos hijas se había puesto en contacto con la mayor para cantarle cumpleaños feliz y trasladarle sus mejores deseos. Pero con su felicitación pública, sí que marcó una diferencia con sus padres, ambos fallecidos hace dos años. Ellos sí que habrían estado disfrutando de sus nietas, ellos sí que apreciarían lo especial que es la niña. Lamentablemente, no pueden hacerlo. Y esto provoca en la joven una pena inmensa.
Mientras que Rosales estaba volcada en crear la mejor fiesta para la niña y hacerla sentir querida y apreciada en su gran día; Kiko Rivera le hacía una promesa de enorme importancia. “Te cuidaré, te escucharé, seré tus manos y también tus pies”, le dejó escrito en redes sociales, queriendo marcar una diferencia con la manera en la que él fue criado. El Dj ha manifestado en los últimos años que su madre no siempre estuvo ahí para él. Que en sus momentos más duros, Isabel Pantoja no validó sus emociones. Si él se sentía triste, ella le hacía ver que no era para tanto. Que era muy afortunado. Y eso le provocaba aún más desesperanza. Incomprendido por su propia madre, ha sentido que no le ha acompañado lo suficiente, como sí que ha hecho su mujer. La última vez fue tras su ictus. Irene no se separó de su lado, una vez más, fue su sostén. Desde entonces, Kiko ha preferido centrarse en los miembros de su familia que sí le hacen sentir bien, como su hermano Cayetano, sus primos, Anabel y Manuel Cortés (hijo de Raquel Bollo y Chiquetete, primo de Isabel) y pocos más. La reciente muerte de Bernardo Pantoja, con el que tenía un vínculo muy especial, ha sido la puntilla para un 2022 nefasto. De ahí que la alegría provocada por este cumpleaños infantil, el séptimo aniversario de su hija mediana, haya supuesto tanto para él como para toda la familia una bocanada de aire fresco. Habían pasado muchos meses sin poder respirar.