Durante casi los 365 días del año, son el matrimonio más perfecto, guapo, intachable, discreto, y todos los demás apelativos que se les puede atribuir a una pareja que no se sale del guión de lo considerado modélico como es la que forman Sara Carbonero e Iker Casillas. Sin embargo, cuando llegan las fiestas de Navalacruz todo se desmadra. Afloran las ganas de divertirse y de desinhibirse, de volver a ser niños y de comportarse como personas normales, sin la cruz de la popularidad a cuestas.
Por unos días, Iker y Sara se han olvidado de sus obligaciones, de su papel de familia perfecta y se han desmelenado. Quien parecía más ávido de diversión era el portero, a quien se le ha visto en su salsa entre sus vecinos, megáfono en mano. De nuevo, ha quedado patente que Iker, cuando quiere, sabe animar el cotarro. ¡Y es que ha sido el alma de las fiestas de su pueblo!
Vídeos y fotos han recogido el momento en que, descamisado, a pecho descubierto y 'armado' con un megáfono, Iker se unía a la charanga de la localidad abulense y se hacía con el 'título' de rey de la fiesta. El guardameta del Oporto, que acaba de cumplir 36 años, no podía reprimir la felicidad al ver que sus vecinos se acordaban de su cumpleaños y le dedicaban una canción.
No cabe duda del efecto tan beneficioso que tiene Navalacruz sobre Iker y Sara, que encuentran el equilibrio perfecto entre diversión y paz. El matrimonio ha viajado hasta allí en estas fechas tan especiales para mostrarles a unos amigos portugueses el ambiente y lo bien que se lo saben pasar allí. Más discreta, la presentadora compartía una bonita foto de grupo en la que se congratulaba porque sus acompañante habían conseguido "sobrevivir" a las fiestas.