Es la cita más importante del deporte mundial. Este año, y por tercera vez en su historia, los Juegos Olímpicos tienen como sede París, una ciudad a la que han asistido buena parte de los 'royals' de todo el mundo para apoyar a sus respectivas delegaciones.
Pero la realeza siempre se ha distinguido por ser amantes y practicantes de varios deportes. Eso sí, con clara prevalencia en la vela y la equitación. El príncipe Alberto de Mónaco sería la excepción, ya que lo suyo son los deportes de invierno y, más concretamente, el bobsleigh. También su esposa, Charlene Wittstock, destacó en una de las tres disciplinas consideradas reinas de los Juegos, la natación. Las otras dos son el atletismo y la gimnasia.
Felipe, el abanderado español en Barcelona 92
Es una de las imágenes que más conservamos en nuestras retinas. La del entonces príncipe Felipe portando la bandera y encabezando la delegación española en su desfile el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992.
Con aire marcial, majestuoso, el atractivo príncipe Felipe tenía entonces 24 años y era uno de los 'royals' solteros más codiciados entre la realeza mundial. Evidentemente y gracias a su formación militar, nadie como él a la hora de desfilar. En el palco real, su hermana, la infanta Elena, lloraba a moco tendido de la emoción, mientras los reyes Juan Carlos y Sofía aplaudían con entusiasmo al paso de los deportistas españoles.
En cuanto a lo deportivo, Felipe se quedó a las puertas de la medalla. Fue sexto en la 'medal race' lo que le dio derecho a tener diploma olímpico.
La infanta Cristina, suplente
En las filas de la delegación española también estaba la infanta Cristina, aunque ella no compitió, pues era suplente en el equipo de vela. Cuatro años antes, en Seúl 88, Cristina fue la encargada de llevar la bandera –fue la primera mujer en ser abanderada del equipo olímpico español–, y pudo competir en la séptima regata, en la clase tornado, al retirarse por lesión uno de sus compañeros. La suerte no estuvo de su lado, pues el equipo acabó en vigésima posición.
Hasta que su matrimonio hizo aguas, la infanta Cristina siempre guardó un entrañable recuerdo de los Juegos Olímpicos. Aparte de su experiencia como deportista, en Atlanta 96 conocería al que después sería el hombre de su vida, Iñaki Urdangarin. El balonmanista ganó junto al equipo español un bronce en Atlanta y otro bronce en Sydney 2000, el año que supuso su retirada como deportista en activo. Hasta Australia viajó Cristina, con un bebé de un año en brazos, Juan, y embarazada de su segundo hijo, Pablo, que nacería en diciembre de aquel año.
El matrimonio sufrió el exilio en Washington y en Suiza, el proceso judicial del caso Nóos, la condena de prisión de Urdangarin y, finalmente, se vino abajo cuando Lecturas publicó, en exclusiva, las fotos de Urdangarin con su nueva pareja, Ainhoa Armentia.
Juan Carlos, Sofía y Constantino, regatistas olímpicos
Está claro que tanto Felipe como Cristina tenían tres referentes clarísimos en los que mirar en lo que a participaciones olímpicas se refiere. Para empezar, sus padres, entonces no eran aún reyes, y también su tío Constantino de Grecia.
El rey Juan Carlos participó en los Juegos de Munich 72 , unos Juegos que desgraciadamente, se vieron marcados por el secuestro y asesinato de once atletas israelíes a cargo de la organización terrorista palestina Septiembre Negro.
Al margen de ese triste atentado, condenado por todo el mundo, el entonces príncipe Juan Carlos compitió en vela, en la clase dragón, pero su puesto fue el decimoquinto.
La reina Sofía todavía no estaba casada con Juan Carlos cuando, en Roma 60, fue suplente del equipo de vela de Grecia, capitaneado por su hermano, el entonces príncipe heredero Constantino, que fue el abanderado de su país. Constantino se llevó a casa una medalla olímpica de oro en la clase dragón.
Charlene, quinta en Sydney 2000
Alberto y Charlene se conocieron en unas pruebas de natación que tuvieron lugar en Mónaco, pero muy bien podrían haberse conocido en los Juegos de Sydney, ya que Alberto es un miembro destacado del Comité Olímpico Internacional y siempre asiste a las citas olímpicas. Recién llegada de Australia, Charlene tomó parte en un campeonato que se celebró en el pequeño principado y parece que fue entonces cuando surgió el flechazo.
Charlene Wittstock había competido en Sydney, donde logró disploma olímpico al quedar quinta en los relevos de 4x100 defendiendo los colores de Sudáfrica.
Unos años después, en 2006, Charlene acompañó a Alberto a los Juegos de Invierno de Turín, en los que, por primera vez en los últimos 14 años no formó parte del equipo de bobsleigh de Mónaco. Alberto había participado en los Juegos de Calgary 88, Albertville 92, Lillehamer 94, Nagano 98, y Salt Lake City 2002. Nunca ganó una medalla.
Pese a que los rumores de una relación corrían como la pólvora, lo cierto es que Alberto y Charlene no anunciaron su compromiso hasta 2009, tras ocho años de relación.
Alberto, el aguafiestas de la candidatura de Madrid 2012
Alberto es miembro del COI desde 1985 y fue él quien, en 2005, echó por tierra las esperanzas de la candidatura olímpica de Madrid 2012 al hacer una pregunta insidiosa a la representación española acerca de la seguridad (pocos días antes había habido un atentado al lado del estadio olímpico de La Peineta). "¿Cómo se plantean el asunto de la seguridad en sus recintos olímpicos tras el último ataque terrorista con bombas que han sufrido en su estadio de Madrid? ¿Se sienten ustedes muy preocupados con este asunto de la seguridad y el terrorismo...?", preguntó Alberto ante la estupefacción de la delegación española.
El entonces presidente Zapatero le dio la réplica: "Le puedo garantizar que no tendrán problemas. Nuestras instalaciones olímpicas son totalmente seguras. Y también le puedo garantizar sin duda que este tipo de acciones van a desaparecer en España". Alberto, que claramente iba a votar por la candidatura de París, tampoco se salió con la suya, ya que el COI decidió, finalmente, darle los Juegos a Londres.
Desde ese día, no hay duda de que el príncipe Alberto de Mónaco se granjeó muchos enemigos en la capital de España. Políticos y medios de comunicación españoles estuvieron de acuerdo en que la pregunta y, sobre todo, el tono en el que fue formulada fueron totalmente inapropiados.
Aquella polémica tuvo como resultado el plantón que la familia real española le dio al príncipe Alberto el día de su boda con Charlene, en 2011. No hubo ninguna explicación a su ausencia. Habían pasado seis años, pero aquella malintencionada pregunta realizada por Alberto aún escocía a la sociedad española.
Cuando Juan Carlos, Felipe o la reina Sofía han coincidido con Alberto y Charlene, evidentemente, se han saludado con cordialidad. Pero la relación se enfrió y ya nunca se volvió a recuperar.
Harald, tras la estela de su padre, el rey Olaf
La navegación es el deporte estrella de los 'royals' europeos. Así, el actual rey de Noruega, Harald, también participó en este deporte en los Juegos de 1964, en los que fue el abanderado de su país, y en los de 1968 y 1972. El entonces príncipe heredero seguía así la estela de su padre, el rey Olaf, quien fue olímpico, ojo, y medallista de oro, en los Juegos de Amsterdam 1928.
Al rey Harald se le ha podido ver muchos veranos navegando por aguas de las Baleares y competir en las regatas más importantes de Mallorca. Actualmente, y dado que su salud no le permite realizar ciertos excesos, lleva una vida muy tranquila al lado de su mujer, la reina Sonia.
La princesa Ana, olímpica en Montreal 76
La única hija de Isabel II, la princesa Ana, heredó de su madre la pasión por los caballos, lo que le llevó a competir en los Juegos de Montreal 76. Fue la primera mujer de la realeza británica en participar en unos Juegos. En aquella ocasión lo hizo a lomos de 'Goodwill', uno de los caballos de su madre.
La princesa Ana quedó en el puesto 24 en la prueba individual y en noveno lugar en la prueba de equipos.
Ana fue, entre 1986 y 1994, presidenta de la Federación Ecuestre Internacional, cargo en el que fue relevada por la infanta Pilar de Borbón, hermana del rey emérito Juan Carlos. Actualmente es la presidenta de la Asociación Olímpica Británica y es miembro del COI.
La princesa Ana estuvo casada con el capitán Mark Philips, padre de sus dos hijos, Peter y Zara. Mark Philips participó en los Juegos de Munich 72, también en equitación, y obtuvo la medalla de oro para el equipo ecuestre británico.
Zara Tindall, antes Philips, a la tercera fue la vencida
Zara Tindall, de soltera Philips, es la hija de Ana de Inglaterra y Mark Philips, nieta por tanto de Isabel II y sobrina del actual rey Carlos III. Al igual que sus padres, Zara es una apasionada de la hípica y pudo ser olímpica hasta en tres ocasiones, pero unas inoportunas lesiones de su caballo lo impidieron en los años 2004 y 2008.
Finalmente, en Londres 2012, Zara pudo vivir la experiencia de competir en unos Juegos Olímpicos. Y no se fue de vacío, ya que obtuvo una medalla de plata.
Haya de Jordania, una avezada amazona
Antes de que la hija de Hussein de Jordania, la princesa Haya se viera obligada a huir de su matrimonio con el emir de Dubai –que la sometía a abusos, amenazas e intimidaciones–, la hermana del actual rey Abdalá solía participar en muchos torneos del calendario ecuestre. Así, también participó en Sydney 2000, en unos Juegos que a la princesa jordana le sirvieron "para darme a conocer al mundo", declaró tiempo después.
Actualmente, la princesa Haya reside en algún lugar indeterminado del Reino Unido. Su divorcio del emir le reportó unos 650 millones de euros, además de la custodia de sus dos hijos.