EXCLUSIVA | Las vacaciones secretas de Jorge Javier en México y Guatemala

Jorge Javier, en primera persona, nos narra cómo están siendo estas vacaciones que, sin remordimiento alguno, ha alargado

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Jorge Javier
Lecturas

Voy a ser sincero. Me está costando la vida escribir este primer blog del
año. No encuentro el momento y eso que tengo libres todas las horas del día. Me explico. P. y yo teníamos que volver a España el veintinueve de diciembre pero el caso es que cuando llegamos al aeropuerto de Guatemala para embarcarnos en un vuelo rumbo a España nos miramos y nos dijimos: “¿Para qué?”. Y entonces decidimos continuar con nuestras vacaciones. “Los perros están bien atendidos, así que, vayámonos a la playa” le dije. Y aquí estoy, escribiendo desde el Pacífico mexicano, un dos de enero a las diez y media de la mañana. Instalado en una pereza exenta de complejo de culpa, disfrutando de una holgazanería nivel máximo.

Mensaje de Yolanda Ramos

Antes de abandonar Guatemala pudimos disfrutar de Antigua, una preciosa ciudad colonial que puedes recorrerte millones de veces sin aburrirte. Me recordó a Cartagena de Indias pero sin bulla. Silenciosa. La caribeña Cartagena apabulla y Antigua te empuja al recogimiento. Quien las haya visitado me entenderá. Los que no, que vayan. Valen la pena. El mundo es más bonito después de haberlas conocido.

Acabo de recibir un mensaje de voz de Yolanda Ramos. Yo le envié uno el tres de octubre después de que grabara su intervención en ‘Hay una cosa que te quiero decir’. Estuvo espléndida. Desde el tres de octubre, silencio administrativo. Hasta hoy. En el mensaje me dice que a ver si nos vemos, tal y como dijimos algún día de esos del 2024. Y tiene el santo papo de decírmelo con la misma naturalidad como si hubiéramos hablado antes de ayer. Quien conoce a Yolanda sabe de qué estoy hablando. Conocerla es adorarla sin contemplaciones. No hay debate, señoría. Sigo.

Disfruto de mi pereza

Llevo una semana sin entrenar, y eso que he echado ropa de deporte en la maleta. Pero no me ha dado la gana ir al gimnasio. Y este pequeño acto de rebeldía me ha hecho sentirme muy orgulloso de mí mismo. Estoy perezoso y disfruto de ello. Y atención porque empiezan a gustarme los cuerpos con algún kilo de más y las caras con barba. Así como un poco rudos pero duros. Eso no quiere decir que deje de ponerme lo que me ponía, sino que advierto que estoy abriendo el abanico.

Cuando uno está en la playa relajado, sin obligaciones que atender, siente que puede dedicarse a lo que verdaderamente vale la pena: ejercitar el hedonismo. Soy medalla de oro en contemplación de cuerpos en bañador. Me gustan los que van al gimnasio pero en su justa medida. Y, sobre todo, aquellos que no se olvidan de hacer pierna. Qué bonitas las que están trabajadas. Qué atractivos unos gemelos bien definidos. Qué alegría dedicar las vacaciones a meditar sobre estos asuntos tan importantes.

Me quedo con las dos

Sigo desde la distancia la pelea por las Campanadas. La polarización en la escena política se ha trasladado también a la televisión. Se nos pide, casi se nos exige, que dejemos de ser espectadores para convertirnos en militantes. Y entonces se me viene a la cabeza el título de aquella función de Marsillach ‘Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?’. Me quedo con Lalachús y con Pedroche, me niego a tener que escoger. El trabajo de ambas es digno de elogio. 

lalachus

 

Lalachús porque ha llegado y besado el santo y Pedroche porque desde hace años tiene en vilo a un país entero con el asunto de su vestuario. Detrás de cada una de ellas hay muchísimas horas de esfuerzo, trabajo, dedicación y compromiso. La diversidad consiste en quedarse con las dos. Tomar partido por alguna de las dos significa hacerle el juego a los que nos quieren enfrentados. Pues no me da la gana. Nota: lo de las capitas para ellas para proteger la sorpresa del vestido me queda ya un poco ridículo. Habrá que inventarse otra cosa. Ya suena a pescado congelado. 

Me acaba de llamar P. para decirme que se va al gimnasio. Que como está nublado pasa de mendigar sol en la hamaca. He estado a punto de caer en la tentación, pero no. Que me llame cuando acabe para pasar el día en Puerto Vallarta. Dicho y hecho. Al rato cogemos un taxi rumbo a la ciudad. Titular: acabamos enamorados de ella. Vibrante, divertida. Llena de vida. Con muchísimo gays de todas las edades, lo que me lleva a certificar algo que ya venía barruntando desde hace tiempo: quiero acabar mis días en un lugar en el que la población gay tenga mucha presencia. Algo así como Puerto Vallarta. Con playa, claro. Y con muchos bares. Que pueda salir todas las noches a pegar la hebra con otros hombres y quizás, quién sabe, tal vez, a lo mejor, ligar. O vivir una aventura. O disfrutar de una cena romántica con mi pareja. 

Me encanta vivir en chanclas, pasear por avenidas repletas de gente que van o vienen de la playa. No quiero envejecer en una ciudad sin playa. Vivir entre cemento y ladrillo se soporta peor cuando vas cumpliendo años. Despertarte frente al mar te conecta con el adolescente que creía en los amores de verano. Y si ese sitio tiene karaoke, miel sobre hojuelas.  A partir de los cincuenta es más fácil encontrar el amor en un karaoke que en una aplicación, porque como piensas que en un lugar tan decadente no puede encenderse la llama aparcas los filtros del postureo y te relajas.

Mejor deseo sin sexo

Y, cuando menos te lo esperas, aparece alguien que desafina como una becerra recién destetada y se hace la magia. Me parece muy atractivo un tío que se lo pase bomba destrozando canciones con infinita pasión en un karaoke. No soporto, sin embargo, a aquellos que te canturrean al oído creyendo que lo hacen bien. Me despido con una frase leída en un artículo de El País. Es del psicólogo y sexólogo Antoni Bolinches: “Es mejor tener deseo sin sexo que sexo sin deseo”. Me ha encantado. Me la voy a aplicar para el 2025.