El desgarrador testimonio de Isa Pantoja en 'De viernes' donde contó el drama familiar que vivió de niña coincidió con el traslado a Madrid de su madre. Isabel Pantoja, junto a su hermano Agustín, viajaba en coche de madrugada para instalarse en el que será su nuevo domicilio. La discreción del viaje era un deseo de la cantante, para quien este traslado ha sido un paso muy difícil de dar. De ahí la demora. Su nueva casa en la capital la espera desde el 1 de septiembre. Se trata de una vivienda unifamiliar en la urbanización La Finca, otro búnker poco accesible para curiosos, y totalmente amueblada, en la que poco o nada tendrían cabida todas las cosas que se encuentran en Cantora.
Isabel deja atrás su refugio y en él muchos de los recuerdos de una vida y la herencia por la que Fran y Cayetano Rivera lucharon siempre y ella siempre les negó. Objetos que causaron una de las guerras familiares más famosas de las últimas décadas. Diferentes excusas sirvieron aIsabel para ir tapando el asunto que cada cierto tiempo salía a la luz.
De Cantora ha salido estos días un camión con las posesiones más valiosas de la artista, entre ellas el lienzo con el retrato del torero, fotos, premios y diversos recuerdos, además de todas sus pertinencias personales. Pero ni rastro de las numerosas cabezas de ganado que Paquirri conservó, ni de sus trofeos o los famosos trajes de torear que nunca entregó a Fran y Cayetano. ¿Qué pasará con los trajes y objetos de torear de Paquirri? Nadie lo sabe. Su hermano, Agustín, no quiere saber nada.
Kiko no ha pedido nada
En Cantora, que se compone de un caserío de casi mil metros cuadrados, una plaza de toros, caballerizas, piscina y tres naves, sigue muy presente la figura de Paquirri, y allí Isabel guarda también gran parte de los muebles de otras casas que ha tenido, los de su mansión de La Moraleja y los que Julián Muñoz compró para decorar el chalé de La Pera. La finca pasará a manos del nuevo propietario posiblemente tal y como Isabel la deje en los próximos meses. Pero Isabel no es la única propietaria, Kiko Rivera, su hijo, con el que no tiene relación alguna, posee el 49% restante. Él no ha pedido nada. Isabel teme que él quiera acceder a la propiedad cuando ella la abandone.
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