La infanta Cristina ha dado un paso importantísimo en su nueva vida y ha adquirido una casa. Pero no es una casa cualquiera, ya que la hermana del rey Felipe ha recomprado el primer piso en el que vivió con Iñaki Urdangarin y que fue el domicilio familiar de la pareja durante sus primeros años de casados. Cristina regresa, así, a Barcelona, la ciudad en la que más feliz ha sido y donde tiene su trabajo en la Fundación “la Caixa” y, lo que es más importante, a su hijo Pablo y sus grandes amigos.
Cristina volverá a ser vecina del exclusivo barrio de Pedralbes, en el que también vive su hijo Pablo, y la mudanza es inminente. La firma de la compra del piso, que cuesta unos dos millones de euros, se efectuó el 12 de abril, la nueva vivienda se inscribió el 30 de abril y, para afrontar el pago ha formalizado una hipoteca a 15 años que ya ha empezado a pagar con CaixaBank. Según lo previsto, Cristina tendrá 75 años cuando acabe de pagar su nuevo hogar. El piso, que seguramente estará lleno de recuerdos, ya que allí dieron sus primeros pasos sus hijos mayores, Juan, Miguel y Pablo, cuenta con más de 300 m2 y tiene cuatro habitaciones y tres cuartos de baño.
Cristina e Iñaki compraron este piso en 1998, unos meses después de su boda, que tuvo lugar el 4 de octubre de 1997. Lo adquirieron por 92 millones de pesetas, que serían unos 552.000 euros. Lo vendieron por 2.224.268 euros y en 2004 adquirieron el famoso palacete de Pedralbes, que sería el escenario del inicio del declive de la pareja. Con la recompra de esta vivienda en Pedralbes tan especial para ella y su ansiada vuelta a casa, Cristina cierra la dura etapa en Suiza, donde la familia se desplazó para evitar la presión mediática a raíz de que estallara el caso Nóos, por el que Iñaki fue condenado a cinco años de prisión en 2018.
Con la marcha de Irene, que hasta ahora vivía con ella en Ginebra, todos sus hijos ya están fuera del nido. Juan e Irene están en Londres, Miguel se ha mudado a Zarzuela con la reina Sofía y Pablo acogerá a su madre con los brazos abiertos. Cada vez más sola en Ginebra, ya no tiene sentido que Cristina viva allí.