La entrevista más valiente y sincera de Marta Sánchez: "aparqué el tumor, acepto las consecuencias"

"No me interesa crecer. No quiero cumplir más, por terror a volverme severa, aburrida, apática, como los adultos que veía de pequeña. Todo eso es vejez prematura, que no asumiré jamás”

"El amor ya no logrará desdibujarme. Cuando me enamoro, me paso de generosa. Dejo que el amor me saque de plano. Pero aprendí que a los hombres hay que darles siempre un poco menos. Y a no poner toda la felicidad de su lado”.

“Era prudente, estudiosa, callada. Fue mi opuesto, mi ejemplo y mi mejor amiga. Me ha quedado mucho que aprender de mi hermanita. Muchas veces me he preguntado por qué ha muerto ella y no yo… Crecimos con la misma formación, pero yo me he llevado más la fuerza. Quien no haya conocido un dolor semejante frente a frente, aún no está hecho en esta vida”.

“Todavía lo tengo en mi cuerpo. Se ha calcificado, por lo que hasta ahora está benigno. Así me dijo el doctor la última vez, hace dos años ya, cuando decidí olvidarme del tema. Desde entonces ya no más médicos ni controles. Aparqué el tumor, aceptando las consecuencias."

“Soy muy presumida, pero no por vanidosa, sino por crítica impiadosa. Nunca me gusto. ¡No entiendo cómo es que el espejo aún me soporta! (...) Sufro por mi talla. Nunca fui bella, pero supe sacarle un buen partido a mi físico. Nunca entenderé por qué he gustado tanto en todos estos años”.

Aunque no menciona explícitamente al argentino Jorge Salati, con quien se casó en 1985, responde así a la pregunta de si reincidiría con un argentino: “Los que he conocido tienen ese lado tan infiel que no me gusta..."

Su hija Paula ya vive con ella en Miami: “Hasta entonces estaba terminando el ciclo escolar en Madrid, viviendo con su padre. Está como demasiado ‘estancao’ que los niños deben estar con su madre. Si sus padres son buenos padres, ¿por qué no darles el derecho? Paula es una niña fuerte, que lo ha llevado muy bien. Ese desapego la hizo crecer inteligentemente”.

“Ella compite mucho conmigo. Yo la disfrazo con mi ropa y le digo: “¡Ven aquí que te tomo fotos!”. Pero no quiere. Tiene cierta rebeldía conmigo, ¿sabes? Por ese celo de una madre con demasiada atención pública. Eso de “¡a mí no me importa quién eres tú, porque para mí eres sólo mi madre, ¿ok?!”.