De amigas a enemigas y vuelta. No es la primera vez que se habla de enfrentamiento entre Alejandra Rubio y Anita Matamoros, que pasaron de ser íntimas por cercanía de sus padres, Terelu Campos y Makoke y Kiko Matamoros, a no poderse ver; pero esta vez es diferente. La filtración de unos audios en los que la más joven de las Borrego critica a la hermana de Laura ha hecho que sus rencillas estén de plena actualidad.
Muy parecidas pero muy distintas. Los mejores colegios, una educación privilegiada, mismos círculos de amistades e intereses clónicos. Hijas de la televisión, crecieron con la presencia de las cámaras, documentando cada paso de sus vidas. Después, con el auge de las redes sociales, ellas fueron quienes empezaron a retransmitir, a todo el mundo, sus vivencias, hasta convertirlo en un modo de vida. Las dos sacan rédito a sus cuentas en Instagram pero, si analizamos de una manera objetiva su actividad en ellas, descubrimos que el resultado es muy diferente…
Por ejemplo, empecemos con lo más evidente, el número de seguidores. Mientras que Anita muestra su ‘daily make up’, su maquillaje de todos los días, a sus más de 600.000 seguidores, cuando Alejandra graba un vídeo mostrando sus favoritos de belleza lo hace para sus 207.000 seguidores. La primera triplica el número de followers, pero también hace mucho más contenido para estos. Es su profesión y así se lo toma. Matamoros, desde que empezó a subir fotos y vídeos a Instagram, ha generado más de 2.000 piezas en las que ella es la protagonista absoluta. Imágenes de la menor del mediático clan posando con lo último de esa marca de moda que no conoces, o mostrando cómo lucir la camisa masculina para salir a cenar con tu pareja. Por su parte Alejandra es muchísimo menos activa en redes sociales, y su cuenta apenas cuenta con 200 publicaciones. Ha borrado mucho contenido de su pasado, cuando era menor de edad y no se tomaba tan en serio las redes.
Mientras que Anita ‘profesionaliza’ sus redes, Alejandra las emplea más como cualquier chica de su edad. Cada post de Matamoros tiene un sentido, bien una colaboración con una marca, bien pensada para generar ‘engament’, el término empleado en marketing para definir la unión o cercanía de la marca o famoso con su público. En cada foto, las prendas que Anita viste están ‘etiquetadas’, es ropa por la que recibe una compensación económicapor acercar esas prendas a sus 600.000 seguidores, posibles clientes potenciales de la firma. Ella funciona como un escaparate de los de toda la vida: da la visibilidad, enseña cómo combinar y muestra cómo queda la prenda, que, quizás, en una percha no diría nada en absoluto. La hace más cercana que si la llevara una modelo, pero le da un aura ‘aspiracional’, pues sus followers la copian, quieren ser ella. Si echamos un rápido vistazo a sus últimas tres fotos, las dos primeras tienen etiquetadas marcas de ropa, se percibe una evidente colaboración con un par de ellas y la tercera foto es una imagen de Anita posando sin sujetador. Las primeras tienen una media de 35.000 likes mientras que la tercera, esa en la que la hija de Kiko no lleva nada, acumula más de 53.000 corazones y una cantidad tremenda de comentarios. Ahí no hay ninguna intención publicitaria, pero SÍ hay una intención: disparar su ‘engagement’, volver locos a sus followers, eso que buscan las marcas cuando contactan con una influencer como ella.
Hagamos ahora exactamente lo mismo con Alejandra. Tomando como referencia estas tres publicaciones, dos fotos de ella y un tutorial de maquillaje, en ninguna hay una colaboración y la media de likes que recibe son 13.000, la mitad que Anita. Se percibe que son fotos realizadas como las haría cualquier chica en la veintena, sin intención ‘profesional’ de fondo.
Tras analizar los perfiles en redes ambas, no queda duda que estas dos amienemigas, dependiendo del punto de la historia en el que nos encontremos, a pesar de partir con puntos muy similares, cada una vive las redes sociales de un modo totalmente diferente. Matamoros, 100% profesional, volcada en ellas pues es su trabajo y Rubio más inconsciente y a nivel usuario medio; y, aunque se la catalogue de ‘influencer', de momento, no es su principal sustento aunque haga acciones puntuales. Tras esto, surge una duda, Alejandra ¿no profesionaliza sus redes porque no le interesa y prefiere dejar este escaparate más privado o porque las marcas no se interesan tanto en ella? ¿Decisión propia o decisión obligada?