El 2015 la actriz Emily Watson lo recordará como ‘su año’. Puede que no haya sido tan prolífico como los que vivía en los 90, encadenando éxito tras éxito, pero ahora ha llegado el reconocimiento, cuando una puede echar la vista atrás y decir “caray, ¡menuda carrera la mía!”. Y es cierto. La inglesa tiene una de las trayectorias más brillantes del mundo de la actuación; por eso, el Festival de Cine de San Sebastián, ha querido rendirle homenaje otorgándole el valioso Premio Donostia.
La has visto hacer de madre sumida en la más absoluta pobreza en ‘Las cenizas de Ángela’, disculpaste su infidelidad en ‘Rompiendo las olas’, recientemente te la has encontrado al lado de una de las mentes más brillantes del siglo XX, Stephen Hawking, en ‘La teoría del todo’ y hasta has visto como prestaba su precioso acento a un personaje animado en ‘La novia cadáver’. Emily es de esas actrices que nos ha acompañado en muchos momentos de ocio, regalándonos interpretaciones soberbias, desgarradas y arriesgadas. Parece que siempre la hubiéramos tenido ahí.
Lo más divertido de todo es que, pese a esa dilata carrera, Watson resulta invisible. Solo existen sus personajes. Cuando acaba el rollo de película, pareciera que la mujer desapareciera. Y eso es debido a su negativa a conceder entrevistas, que solo se salta cuando está promocionando su trabajo. El resto del tiempo, ¡plas! Invisible. De este modo, conocemos a sus personajes pero poco sabemos de ella, la intérprete. “Así es más fácil, y resulta un desafío mostrarme tal y como soy al público”, dijo en la rueda de prensa previa a recoger el Donostia.
Equipara la vida del actor con la de “un gitano”. “Te guías por el viento. De joven era más divertido, ahora, teniendo una familia ha pasado a ser un desafío”.
¡Ah! Y un último apunte de ‘la mujer invisible’ lo único que tiene en mente cuando escoge su próximo personaje, es que este tenga “integridad”.