El drama de Leticia Sabater

Su hermana ha revelado lo difícil que fue la infancia de la estrella de la televisión, reconvertida en cantante

Detrás de tanto buen humor, Leticia Sabater esconde una historia durísima. Un drama con el que tuvo que lidiar dese que era niña, prácticamente un bebé.

La infancia de Sabater, tal y como contó su hermana Silvia en ‘Sálvame’ y que la propia concursante de ‘Supervivientes 2017’ rememoró años atrás en ‘La caja’, fue muy amarga. La presentadora nació prácticamente muerta y eso derivó en ella una serie de problemas, en apariencia y en su salud. Con las piernas torcidas y bizca, “completamente, no como ahora”, aclaró Leticia, era el blanco fácil de todas las burlas. Los niños en su clase se reían de ella, la llamaban "china", y algún familiar llegó a exclamar lo poco agraciada que era la dulce Leticia. Todo esto minaba su amor propio, que además se veía aún más deshecho cuando, en la escuela, necesitaba más tiempo que el resto de sus compañeros para comprender la lección.

Desde niñas, Silvia convirtió la defensa de su hermana en su gran objetivo. Ahora ‘saca la cara’ por ella en ‘Supervivientes’, pero lleva haciéndolo desde que las dos eran menores. “Yo iba a defenderla y les decía que no estaba sola, así que se anduviesen con cuidado”, recordó Silvia.

Leticia soñaba con cambiar, con ser famosa, con que, algún día, ella protagonizaría su propia historia del patito feo. Y lo consiguió. En los años 90, aquella niña con las piernas torcidas que necesitaba grandes cristales para ver, evolucionó en una de las presentadoras que más provecho sacaba de su físico. Su imagen se transformó, y la del ‘Leti rap’ se convirtió en el paradigma de la ‘mujer cañón’ de la década, sin nada que envidiar a las socorristas que corrían en ‘Los vigilantes de la playa’.

Esa fortaleza que ganó con los años, la sigue teniendo a día de hoy. Mientras que muchas personas le recomiendan que debería apostar por looks más discretos, Sabater es incorregible. Se gusta, se cuida y así sigue demostrando a todos que, al final, siempre ha hecho lo que le ha dado la gana.