Hoy, 29 de junio se cumplen 10 años de la muerte de Katherine Hepburn, ocurrida en Connecticut, cuando la actriz había cumplido los 96 años.
Pese a haber sido una de las actrices más admiradas de Hollywood, pese a haber sido doce veces candidata al Oscar, pese a haber ganado la estatuilla en cuatro ocasiones, pese a haber aparecido en la lista del American Film Institute como la primera estrella femenina más importante de los primeros cien años del cine norteamericano (delante de Bette Davis, de Audrey Hepburn, de Ingrid Bergman y Greta Garbo), los comienzos de la deslumbrante actriz no fueron fáciles.
Veneno para la taquilla
Es más, tras haber triunfado en Broadway, en 1932, tras haber rodado films como ‘Doble sacrificio’ (1932), con John Barrymore, y bajo la dirección de quien sería uno de sus mejores amigos, George Cukor, y tras haber obtenido su primer Oscar, en 1933, por ‘Hacia las alturas’, inspirada en la piloto Amelia Earhart, y el premio a la mejor actriz en el Festival de Venecia, en 1934, por ‘Mujercitas’, su nombre aparecía en la lista de estrellas 'veneno para la taquilla', como las productoras calificaban a actores que, aún de calidad indiscutible, resultaban ruinosos en taquilla.
En desquite de la Hepburn hay que decir que en esta lista de 'veneno para la taquilla' figuraban Fred Astaire, Joan Crawford, Dolores del Río y Marlene Dietrich.
Y es que Katherine Hepburn irrumpió en Hollywood como una mujer demasiado moderna para la época. Inteligente, sofisticada, brillante, glamurosa, con gran sentido del humor (como demuestra en sus memorias ‘Yo misma. Historia de mi vida’), rebelde, izquierdista, con una sensualidad ambigua que dio pie a que se la tachara de bisexual, no solo no respetaba los códigos imperantes en la meca del cine, sino que se mofaba de ellos.
George Cukor decía que Katherine no se parecía en nada a la época, pero que los años 30 acabaron pareciéndose e imitando a Katherine.
Hija de una familia culta (su padre era cirujano, su madre feminista defensora de los derechos de las prostitutas), poseía también una buena cabeza para los negocios y, tras una par más de fracasos, se retiró a la casa familiar, meditó y volvió a Broadway con un proyecto que la catapultó a la fama, a las taquillas suculentas y al máximo prestigio: la comedia ‘Historias de Filadelfia’ que en 1949 pasaría al cine haciéndose acompañar en el reparto por James Stewart y Cary Grant. Había pedido a Howard Hughes, su amante de entonces, que le regalara los derechos de esa obra y acertó.
25 años con Spencer Tracy
Casada con Ludlow Ogden Smith, de quien se divorció en los años 30, estuvo sentimentalmente vinculada con John Ford, con su agente Leland Hayward, y con el millonario Howard Hughes, hasta que en 1942 conoció a Spencer Tracy. No se separarían hasta la muerte de Tracy, en 1967. Fue una relación que vertió mucha tinta, ya que él, casado y católico, no quería divorciarse de su mujer. El gran pecado en Hollywood, que una pareja conviviera bajo un mismo techo sin estar casados, les fue perdonado: el público los adoraba.
Las ocho películas que rodaron juntos alcanzaron un éxito espectacular. ‘La mujer del año’ (1942) e ‘La costilla de Adán’ (1949), entre otros films protagonizados por la pareja, convirtieron a Katherine en la reina de la comedia, aunque, como demostraría más tarde, su amplitud de registros le permitieron brillar en el drama, como en ‘De repente, el último verano’ (1959), de Tennesse Williams, junto a Elisabeth Taylor y Montgomery Clift, en ‘Larga jornada hacia la noche’, de Eugene O’Neil, cuya interpretación le valió el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes, o en media docena de obras de Shakespeare. Muchos films de Katherine Hepburn son hoy en día clásicos de la historia del cine, y, entre ellos, no hay que olvidar la mítica ‘La reina de Africa’ (1951), de John Houston, con Humphrey Bogart.
En 1962, la actriz se retiró de los escenarios y de la pantalla durante cinco años para cuidar a Tracy, ya severamente enfermo. Este papel de cuidadora del ser querido aumentó su popularidad y estima por parte del público hasta el punto de que se pasaran por alto los comentarios aparecidos en las revistas sobre la verdadera naturaleza de las relaciones entre la pareja, en el sentido de que ambos mantenían relaciones homosexuales fuera de un matrimonio que no era más que una tapadera. Spencer Tracy murió en 1967 y, aquel mismo año, aún rodaron una película juntos: ‘Adivina quién viene a cenar esta noche’.
Sus últimos trabajos y su cuarto Oscar
Su muerte dejó un enorme vacío en la vida de Katherine, pero ella era una mujer fuerte, enérgica y, sobre todo, amaba su trabajo. Así, pues, el cine y el teatro siguieron proporcionándole aliciente más que suficiente para seguir siendo quien era: una reina ante quien el público se postraba, embelesado. ‘El león en invierno’ (1968), con la que obtuvo su tercer Oscar, el musical ‘Coco Chanel’, que fue uno de los grandes éxitos del teatro de la época, su papel en ‘El estanque dorado’ (1981), junto a Henry Fonda, que le valió su cuarto Oscar, fueron, entre otros, los últimos títulos de su larga carrera.
Fue grande, sorprendente, elegante y divertidamente díscola siempre: en 1974, hizo algo que no solía: acudir a la ceremonia de los Oscar para entregar un premio a su amigo Lawrence Weingarten, y lo hizo vestida con un pijama en protesta contra la banalidad de los premios. Sabía que podía hacer desplantes como este, y más, porque sabía que todo le era tolerado.