Dice que no lo puede remediar. En todos sus viajes por el mundo, que no han sido pocos, Paz Padilla siente un impulso que es más fuerte que ella. Su gran debilidad, sí, son los niños, a los que define como "la esencia de un país". Sin duda, la limpia mirada de los más pequeños, sobre todo en aquellos países donde las necesidades primarias no están al alcance de todos, nos llenan de ternura y hacen aflorar en nosotros los sentimientos más puros.
Paz se encuentra en Myanmar, la antigua Birmania, a donde ha viajado con su marido, Antonio, y con su hija Anna y una amiga de esta. Un nuevo viaje en familia que les está llevando a descubrir un país maravilloso y lleno de secretos para el viajero.
Afirma Paz que siempre pide permiso a sus madres para poder cogerlos y achucharlos. Si por ella fuera, hasta se los llevaría a casa, aunque sabe que eso no es posible. Así que se conforma con tenerlos un ratito en brazos, hablar con ellos, aunque no la entiendan, y transmitirles ese amor y cariño que a Paz le rezuma por los poros. Tras las fotos, es normal darles a la familia algún dinero, o algún presente, como comida, ropa o chuches para los más pequeños. Todo es bien recibido en esas familias que apenas tienen nada.
Sus muchos seguidores aplauden esta sensibilidad mostrada por Paz para con los niños más desfavorecidos. Claro que también le ha costado alguna que otra crítica realmente muy dura. Una de sus seguidores escribió: "Un poco de respeto! ¿En Cádiz también vas a las parroquias o parques y sacas fotos a los niños? Viajar 15 días al extranjero y dedicarte a sacar fotos de niños pobres con una profunda reflexión que ha cambiado tu vida... Eso te describe a ti no a ellos. Una falta de respeto terrible, ¡no son monos!". La polémica está servida.