Que Amaia Salamanca esté como le dé la gana. Que pese lo quiera. Que mida los centímetros que su madre y su padre le transmitieron en su genética. Que tenga el aspecto físico que guste o pueda. Que no se la llame anoréxica, que no se la invite a comer con urgencia un cocido. Todo esto lo decimos por la serie de críticas con la que la actriz ha tenido que lidiar a raíz de su última aparición televisiva, en ‘El Hormiguero’, donde ella y su compañero en el teatro, Ricardo Gómez, han presentado ‘La Orestíada’, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida.
Amaia Salamanca ha sido la última famosa cuyo peso ha sido criticado en redes. Pero vendrán más. Muchos de los que vieron y comentaron en directo el programa de Pablo Motos sintieron la imperiosa necesidad de compartir sus pensamientos acerca de la apariencia de Amaia. No así de su compañero. Se podría haber destacado lo cambiado que está Gómez desde que se dio a conocer en la pequeña pantalla con ‘Cuéntame’, pero no, se prefirió poner de relieve que ahora Amaia se había quedado “Sin tetas y sin paraíso”, haciendo alusión a la serie con la que alcanzó la fama.
Hombres y mujeres, usuarios tras una pantalla de ordenador que no estaban dispuestos a dejar pasar la oportunidad de condenar un físico que a ellos no les gustaba. Porque Intenet es así, porque hemos dado lugar a eso asegurando que “si los famosos se exponen estamos en nuestro derecho de opinar”, ojo, decir que alguien tiene un trastorno en la alimentación no es opinar.
La interprete se ve siempre en la obligación de justificar su apariencia. Una de las últimas veces también fue en ‘El Hormiguero’, donde Pablo Motos le preguntó por lo rápido que se recupera de sus embarazos, “genética”, se excusó. Se excusó, ahí radica la clave, como si estuviera haciendo algo mal. Y es que ya parece que no podemos hacer con nuestros cuerpos lo que nos salga de ellos.
Y nosotros, gente que no salimos en la revistas, que bien las escribimos, hablamos de ellas o las compramos, ponemos el grito en el cielo cuando ese familiar que no soportamos nos somete a un tercer grado porque hemos ganado peso o lo hemos bajado. ‘Estas más gordita, ¿no?’, ‘uy, ¿estás malito? ¡te estás quedando en las ‘guías’?. Nos revolvemos. Se nos sube la bilis hasta la boca. Para después olvidarnos rápidamente de esa sensación y despotricar en las redes contra el famoso de turno.
Demasiado delgada, demasiado gorda, demasiado baja, demasiado alta, demasiado guapa para ese papel, demasiado fea. Demasiada poca empatía.