Tamara Falcó (41 años) e Íñigo Onieva (33 años) van a hacer todo lo que esté de su mano para preservar la intimidad de su boda, y, con ella, la de la exclusiva a la va ligada. Para que no haya filtración de ninguna clase, los novios en capilla han dado con una solución que se convierte en condición sinecuanon para todos lo invitados que acudan al enlace. Si estos quieren verles pronunciar sus votos, tendrán que hacerlo sin su teléfono personal cerca.
La periodista Patricia Requejo, cercana al círculo de amistades de los novios, asegura que estos han alquilado unas pequeñas taquillas que se dispondrán a la entrada de El Rincón, el palacete del que Tamara Falcó es propietaria y donde ha querido que se lleve a cabo toda la boda. En estos pequeños casilleros, se dejarán los móviles y estarán custodiados en todo momento por el personal de seguridad contratado. “No se permitirán los teléfonos desde que se entre en la finca, hasta que se salga”; asegura la periodista. Una decisión que no ha caído demasiado bien entre algunos invitados. “Algunos, con hijos o personas a su cargo, que tienen la necesidad de ser contactados en todo momento, no han visto bien esta decisión”.
En el caso de que los invitados quieran ponerse en contacto con alguien de fuera, tendrán que acercarse hasta las taquillas y ahí usar el teléfono. Una vez finalizada la llamada o el mensaje, el móvil volverá a su casillero. Y, así, hasta el final de la celebración. De esta manera, Tamara Falcó e Íñigo Onieva protegen la privacidad de su 'sí, quiero'; pero, sobre todo el negocio al que también va unido.
Sandra Aladro ha asegurado que los novios ya habrían pactado hasta cómo repartir el dinero obtenido a través de la exclusiva. Será al cincuenta y cincuenta; aún cuando Tamara es la verdadera celebridad de la pareja; pero así lo habrían decidido estos novios en capilla.
Cuenta atrás para la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva
El ocho de julio se celebra el enlace de estos dos contrayentes que han pasado las más duras pruebas para seguir adelante con sus planes nupciales. La pareja se prometió el pasado septiembre, pero, a los pocos días de la entrega del anillo; salía a la luz una deslealtad de Íñigo a Tamara. Entonces se producía una de las rupturas más polémicas del año; ya que la marquesa se sentía profundamente humillada. Por encima del beso, que todos vimos, Falcó no toleró la mentira. Y, de la noche a la mañana, deshizo el compromiso. Abandonó la casa que compartían y se mudo con su madre, ¿con quién mejor? Visitas marianas después y largos rezos, hicieron que la hija de Carlos Falcó e Isabel Preysler encontrase la capacidad para perdonar al empresario; y, tras las promesas de cambio de este, la boda volvía a estar en marcha. Era como si no hubiese pasado nada, de hecho, hasta se mantuvo la misma fecha (que después cambiaron por motivos de disponibilidad del palacete).
Tamará Falcó e Íñigo Onieva ya lo tienen todo listo: han llevado huevos a las clarisas para que el buen tiempo les acompañe en su gran día, tienen listos los looks y la organización, aseguran, es sencillamente perfecta. No piensan permitir que absolutamente nadie les amargue su enlace, así como tampoco la exclusiva; de ahí que la hayan blindado a toda costa. Y una foto traicionera no les va a empañar el día, por supuesto que no.
Una boda repleta de polémicas
Además de la primera cancelación, Tamara Falcó ha enlazado drama tras drama con su boda con Íñigo Onieva.La presencia de su hermano Enrique Iglesias está en el aire, vivió un esguince en mayo, a pocos días de marcharse de despedida de soltera, pero, sin duda, la más sonada de todas fue la que tuvo que ver con las primeras diseñadoras de su vestido de novia. A menos de dos meses del enlace, la firma Sophie et Voilà se desligaba del proyecto, alegando que no pensaban copiar el trabajo creativo de otros compañeros. Tamara, a pesar de estar informada de esta decisión, actuó como si no supiese absolutamente nada al respecto. Una semana más tarde, ya había viajado hasta Nueva York para ponerse en manos de Wes Gordon, al frente de Carolina Herrera; y ahora sí que sí, asegura, todo es perfecto. Crucemos los dedos porque en estos 8 días aún puede pasar de todo.