Tras los años trágicos del dictador Franco, la llegada de la familia real a Oviedo era una fiesta. Como apunta Leonardo Faccio en su libro 'Letizia, la reina impaciente', el Premio Príncipe de Asturias, que en 2014 se convertiría en Princesa de Asturias, "creó la ilusión de que Oviedo es una ciudad menos aislada del resto del mundo. El acontecimiento más importante de los últimos años fue que Letizia Ortiz se convirtiera en princesa de Asturias y reina de España". El segundo fue la visita de Woody Allen, que en 2002 recibió el Premio Príncipe de Asturias y dedicó a la ciudad unas elogiosas palabras que fueron inscritas en una placa a los pies de su estatua de bronce de tamaño natural.
Siendo reina de España, Letizia regresa al menos una vez al año a su ciudad, la misma en la que, allá por octubre de 2003, pocos días antes de que la Casa Real anunciara su compromiso con Felipe de Borbón, el susodicho y ella se dejaron ver juntos públicamente por primera vez. "Cada mes de octubre, la reina asiste a la misma ceremonia en la que el príncipe Felipe dio su primer discurso y, cuando vuelve a Oviedo, pasa frente al edificio donde vivió hasta los dieciséis años", recuerda el autor en las páginas de su ensayo. "Treinta años después de haberse mudado a Madrid para ser presentadora de televisión, en su papel de reina consorte, cuando vuelve a la ciudad donde nació, debe ser una reina popular".
Letizia acaparó durante años la atención en los actos de estos premios que, con el tiempo, consiguieron consolidarse como uno de los galardones de ámbito generalista más importantes del mundo (además de una marca de prestigio para nuestro país). Y eso que, en realidad, la consorte nunca ha tenido un papel relevante en la ceremonia principal de los Princesa de Asturias —evento donde al principio ejercía como mera acompañante de su marido, que cada año pronuncia aquí el que es su discurso de más calado político, y, desde 2019, brinda apoyo a su hija, la princesa Leonor, que desde ese año se encarga de pronunciar un discurso que su madre supervisa—.
Un apoyo incondicional
En la disertación ofrecida el pasado año, Leonor, que además es presidenta de honor de la fundación que concede los premios, asumió la responsabilidad que tiene como futura reina de nuestro país. "Me gustaría poder expresar con facilidad lo que siento en un día como hoy, aquí en Oviedo, después de haber prestado juramento de servicio a España ante nuestra bandera hace apenas dos semanas", expresó. "Y tras haber iniciado mi formación militar, que me está permitiendo compartir el aprendizaje continuo con personas que han elegido una vida de servicio con grandes exigencias y renuncias personales".
Es evidente que tanto Leonor como su hermana la infanta Sofía son el orgullo de sus progenitores, que en los últimos tiempos les han querido dar progresivamente más protagonismo, además de la devoción de Letizia, que les ha dedicado su vida. "Está pendiente de ellas hasta en los mínimos detalles", escribió Mábel Galaz, "una atención que no se relaja ni en los actos oficiales más importantes a los que asisten, siempre atenta a que cumplan con el protocolo, sepan a quiénes están saludando y sean conscientes de la tarea que están desarrollando".
Como bien apuntó una vez la conocida periodista de El País, Letizia desveló que si a la heredera de la Corona le toca ser protagonista "es su padre quien se pone más nervioso, como cuando pronunció su primer discurso en el Teatro Campoamor durante la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Leonor preparó su intervención con la ayuda de su madre, que le enseñó a hacer pausas, a enfatizar algunas frases y a dirigirse con la mirada a alguien cuando el texto lo requería".
En ese sentido, fuentes cercanas a Zarzuela han asegurado que la reina Letizia "conoce todo" antes de que el discurso que su retoño ofrece en la mencionada ceremonia "llegue a sus manos. No para de trabajar nunca, lo lleva en la sangre. La Reina quiere que la imagen de Leonor sea impecable. Y su manera de dar los discursos es un detalle muy relevante".