La tristeza y solemnidad de la reina Margarita de Dinamarca en su abdicación al trono: el momento más duro

Analizamos los gestos de monarca danesa, la reina Margarita, el de su abdicación a favor de su hijo mayor, Federico

Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

Actualizado a 14 de enero de 2024, 18:29

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Hace 900 años que ningún monarca abdicaba la corona. Nadie, en casi un milenio, había abdicado a favor de su descendiente. Margarita de Dinamarca rompe la racha. La danesa siente que ha llegado el momento; llevaba 52 años rigiendo este país del norte de Europa y, tras la muerte de Isabel II, se había convertido en la monarca más veterana ostentando el cargo. Ahora toca renovar la institución y pasar el testigo a su hijo mayor, Federico. ¿Lo hace tranquila? ¿Confiada? Esto es lo que hemos podido extraer analizando sus gestos en día de su abdicación.

Federico de Dinamarca llega a la corona danesa con un escándalo muy reciente: su noche en Madrid junto a Genoveva Casanova. El entonces príncipe viajó a la capital española y pasó la noche en el piso de su buena amiga mexicana. Antes, se les pudo ver compartiendo cena en el Corral de la Morería, en un reservado especial y alejados de las miradas de los curiosos. Durante la escapada madrileña de Federico, su mujer, Mary Donaldson, se encontraba de viaje de trabajo en Estados Unidos. Tras estas menos de 24 horas, él volvió a su país y retomó su agenda. A los pocos días, su hijo mayor Christian, el nuevo príncipe heredero, alcanzaba la mayoría de edad. Había mucho que preparar.

La vista exprés de Federico pone el punto y final a su etapa como príncipe. Una etapa que la reina Margarita ha padecido desde que este cumplió la mayoría de edad y los escándalos se empezaron a acumular. A pesar de las presiones del Parlamento, Margartia nunca ha pesando en saltar a su hijo mayor, siempre ha sido su gran protegido. Algo que al príncipe Joaquín, su hijo menor, siempre le ha disgustado. El escándalo de Genoveva no ha hecho que piense, ni por un momento, en mantenerse más en el trono. Nada de eso, de hecho, ha acelerado los tiempos. Esta decisión llevaba tiempo tomada.

La reina Margarita ha sido la gran protagonista del cortejo real. Era la única que iba en carroza y perfectamente escoltada por la guardia real a caballo. Dede su carruaje, saludaba a las cientos de personas que se agolpaban en las calles para agradecerles todas estas décadas de entregado servicio al pueblo danes. Ella saludaba, y, en su mirada, se apreciaba una mezcla de orgullo por ser tan querida, y de pena irremediable. Se acaba una era. Completa un ciclo. Ahora le toca a su hijo, y eso siempre provoca nerviosismo. ¿Será el rey que ella espera?¿Estará a la altura? Un cambio semejante en la monarquía provoca, cuanto menos, inquietud.

Mediaset

El look de abdicación de la reina Margarita

Ante el blanco inmaculado de Mary Donaldson, el rojo institucional de Margarita. La monarca ha lucido un dos piezas en color granate. Con su característico moño, guantes oscuros y abrigo de pelo para hacer frente a las bajas temperaturas del invierno de Copenhague, la reina ha llegado al palacio de Christianborg. En el rostro, sus icónicos labios rojos, a juego con la bandera del país, un clásico en sí mismos. 

Las lágrimas de Margarita al abdicar

Sin duda, uno de los momentos más emotivos de toda la abdicación ha sido cuando Margarita, tras firmar a favor de su hijo mayor, se le han escapado unas lágrimas. Su reinado llega a su fin y la emoción la desbordaba.

Se ha marchado llorando, con tristeza, pero con el corazón henchido por todo el cariño recibido en esta jornada tan especial con la que pone punto y final a su reinado. Tras la firma, ha entrado en uno de los coches oficiales y ha regresado a su residencia. Empieza una nueva era que ella contemplará (y espera no tener que padecer) desde la comodidad de su palacio. 

 

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