La triste vida de Juan Carlos I en Abu Dabi: una gris rutina y solo un discreto grupo de amigos a su lado

Un nuevo libro expone detalles poco conocidos y meticulosamente investigados sobre su vida en los Emiratos Árabes Unidos

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Juan Carlos I
Gtres

La vida de Juan Carlos I dio un giro de 180 grados en 2020. Después de que su hijo Felipe renunciase a su herencia y le retirara la asignación que recibía del presupuesto de la Casa Real, tomó la decisión de instalarse en Abu Dabi para evitar que los escándalos relacionados con sus conductas irregulares dañasen a la Corona. "A lo largo de las décadas, la familiaridad y el respeto mutuo fueron sembrando una amistad profunda y duradera entre don Juan Carlos y la familia real emiratí", cuenta Alejandro Entrambasaguas en 'Juan Carlos I, el Rey en el desierto', un libro que ofrece ciertos detalles sobre la vida del exmonarca en la capital de Emiratos Árabes Unidos.

En sus páginas se explica que Juan Carlos y los líderes de los EAU "compartían cenas, participaban en diálogos significativos y exploraban oportunidades para fortalecer las relaciones bilaterales entre sus respectivas naciones. Tan buena era su relación que, en agosto de 2008, el Gobierno saudí regaló 65 millones de euros al español, quien depositó el regalo en una cuenta del banco suizo Mirabaud. Dos años después, el rey de Baréin regaló 1.9 millones de dólares al emérito, que ingresó el dinero en su cuenta suiza. Ya en junio de 2012, decidió donar toda su fortuna a su amante Corinna, que metió el parné en un banco de Bahamas y más tarde le responsabilizó del "seguimiento abierto y encubierto" que según ella habrían realizado agentes del CNI español en sus casas.

Otra de las razones por las que don Juan Carlos escogió EAU, cuenta el autor, fue por la privacidad: "Emiratos Árabes Unidos es un país reconocido en la arena internacional como un bastión de estabilidad política y social. Su vida privada sería salvaguardada tanto por prácticas culturales de respeto a la privacidad como por las robustas medidas de seguridad. Don Juan Carlos encontró en este país del golfo Pérsico y en particular en Abu Dabi un lugar donde su bienestar y seguridad personal estarían a salvo". También lo estaría su fortuna privada. Por algo comunicó hace unos meses a la Hacienda española su decisión de trasladar su residencia fiscal a Abu Dabi.

Una vida más que acomodada

Entrambasaguas, que tuvo ocasión de pasar varios meses en ese emirato, describe en su libro Zaya Nurai, la isla artificial paradisíaca, a poco menos de una hora del centro de Abu Dabi, donde se encuentra la mansión en la que pasa buena parte de su tiempo Juan Carlos desde que se exiliara. "La isla cuenta con ciento cincuenta villas, de las que cien son pequeñas, cuarenta y ocho medianas y once grandes. La villa de don Juan Carlos era de las grandes. De todas ellas solo tres estaban destinadas al alquiler. El resto tenían dueños privados [...] Don Juan Carlos usaba una de las villas grandes, una mansión de mil setecientos metros cuadrados de vivienda en una parcela de cuatro mil".

Según el autor, la mencionada villa contaba "con seis dormitorios, un amplio jardín con piscina y hasta un trozo de playa privada". Además, por la seguridad del emérito velaban "cuatro escoltas españoles y casi una decena de policías emiratíes que, siempre sin uniforme, se hacían pasar por turistas mientras vigilaban la parcela [...] El monarca entraba y salía de la isla de manera habitual. Normalmente, lo primero que hacía era subirse al 'buggy' morado. Desde la vivienda acudía o bien al helipuerto, desde donde despegaba hasta el lugar al que fuera, o bien al pantalán principal. Desde allí cogía una de las lanchas modelo Touring 36 de la empresa NY Boats que le dejaban directo en la isla de Saadiyat".

A comienzos de 2023, Mohamed bin Zayed ofreció al emérito mudarse al recinto presidencial de Al Bateen, donde reside la familia real emiratí. Don Juan Carlos, viendo la incomodidad que le suponía entrar y salir de la isla de Zaya Nurai, aceptó esa invitación. "Desde ese momento residió a caballo entre el resort y el recinto presidencial, ubicado en el centro de la ciudad de Abu Dabi", asegura el periodista. "La superficie de esta residencia era de seis mil metros cuadrados [...]. El monarca pudo seguir disfrutando de sus pasiones marítimas, ya que, a pocos metros de la residencia, tenía a su disposición un embarcadero por si decidía salir a navegar en cualquier momento".

Momentos de nostalgia y reflexión

Uno de los capítulos del libro que más expectación ha despertado es aquel donde se afirma que el monarca mantiene el contacto con un círculo selecto de amigos, antiguos colaboradores y compañeros de vida que fueron testigos de sus días de vino y rosas. Por un lado están todos esos mandatarios, empresarios y miembros de la nobleza no española que aún le siguen mostrando lealtad y afecto. Por otro, las amistades hechas durante su pasado como regatista, con Pedro Campos, presidente del Real Club Náutico de Sanxenxo, a la cabeza. Sin olvidar a la decoradora mallorquina Marta Gayá, con la que mantuvo una relación amorosa en el pasado y todavía hoy habla con bastante frecuencia.

Según el ensayo, "la tranquilidad en el desierto" ofrece al emérito un retiro sereno, pero también le sumerge en una cotidianeidad marcada "por la monotonía y la reflexión". De hecho, "los días se suceden uno tras otro con una rutina gris: desayunos solitarios en el amplio comedor, paseos por los jardines privados y largas tardes de introspección en su despacho personal". Entre sus quehaceres diarios figuran la costumbre de escuchar a su amigo el periodista radiofónico Carlos Herrera, leer la prensa —prestando especial atención a la información económica— y realizar algunas llamadas telefónicas a España —primero suele marcar los números de su familia, luego se dedica a contactar a sus amigos, y termina hablando un rato con antiguos colaboradores—.

Como curiosidad, una de las rutinas diarias de don Juan Carlos que se mantiene bajo la más absoluta discreción es la lectura de las cartas que recibe desde España. El periodista explica que, para el emérito, "leer estas cartas es un momento de reflexión, un espacio para conectar con sus raíces, con su historia y con su gente. Es un chute de energía, un impulso que le recuerda la relevancia de su legado, la importancia de su trabajo y el amor incondicional de su pueblo".