Juanito me miraba con ojos procaces y en un momento de la noche me pasó con disimulo su servilleta en la que había escrito “no te pintes los labios”. Estamos en la fiesta de fin de año 1956 en la boitê Muchaxo de Estoril. La que habla es la condesa Olghina de Robilant. “Me arrinconó, me besó apasionadamente y después me llevó a su Volkswagen escarabajo, tendió los asientos y sobre esa improvisada cama me hizo el amor de una forma sabia y lenta. A pesar de que estaba muy caliente, de lo joven que era y la cinta negra en la manga por la muerte de su hermano, se notaba que era un experto en la materia y que sabía cómo dar placer a una mujer”. Eso que Olghina, cuatro años mayor, estaba considerada entonces una atleta sexual. “Juanito tenía solo 18 años, pero era evidente que se había acostado con muchas mujeres”.
Pulsión exacerbada
Pulsión sexual exacerbada. Así describían en secreto esas necesidades especiales, tan propias de los borbones por otra parte, hasta el punto de que en alguna ocasión se había considerado la opción de operar (al parecer presentaba cierta característica física) o darle calmantes para sujetar su desmesurada libido. A los 18 años Juan Carlos ya había tenido relaciones con prostitutas, con chicas modernas amigas de la infancia, con la princesa María Gabriela de Saboya e incluso había tenido un intercambio amoroso con Sara Montiel en un salón reservado del palacio de Liria, donde Cayetana estaba celebrando una fiesta.
En Zaragoza, en su primer año en la Academia Militar, el notario García Trevijano le proveía de chicas, generalmente estudiantes extranjeras para evitar complicaciones. Cuando fue a Marín y embarcó en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, cada vez que tocaba tierra tenían que enviar a buscar a un desaforado Juan Carlos en los peores antros portuarios. En Perú se enamoró locamente de la miss Universo Gladys Zender e intercambiaron una tórrida correspondencia que Franco se apresuró a cortar.
El miedo a las complicaciones era tal que al final los servicios de seguridad decidieron tomar cartas en el asunto: cuando el príncipe fue a la academia del aire de San Javier, alquilaron un apartamento en Murcia donde ellos mismo se dedicaban a contratar señoritas para su solaz tres días a la semana. Como confesó don Juanito a un compañero de academia, “lo mejor es recurrir a profesionales que nunca te van a meter en líos de abortos ni chantajes”.
Cliente de una Madame de Madrid
También se hizo cliente de una conocida Madame de Madrid que tenía un book de mujeres espectaculares y muy discretas. Luego llegó Sofía. Pero no por ello abandonó a la condesa, en las Olimpiadas de vela que se celebraron en Nápoles, por ejemplo, Juanito pasaba el día con la princesita griega y la noche con Olginha, a la que tenía metida en una pensión de mala muerte con prohibición de salir a la calle. La condesa tuvo una hija, Paola, y a veces decía que era hija de Juan Carlos y en otras ocasiones lo negaba.
Al final también sacó dinero de esta relación, ya que vendió la exclusiva a la revista Oggi y publicó un libro en el que salían las cartas que le escribía su Guanito, como ella lo llamaba: “esta noche me he abrazado a mi almohada creyendo que eras tú hasta que me he dado cuenta de que olía mal”...
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