A raíz del enésimo escándalo del rey Juan Carlos, en boca de todos por sus relaciones extraconyugales y su abuso de poder, algunos han vuelto a poner el foco sobre el dolor soportado por la que todavía hoy es su esposa, aunque ambos vivan separados y en países diferentes. Y es que la reina Sofía (85 años) siempre estuvo al loro de las tropelías del emérito, que por lo visto no llegó a estar enamorado de ella y le fue desleal desde el minuto uno de su matrimonio (por razón de Estado) —ya a principios de 1976 la griega le pilló con una de sus amantes en la casa-palacio donde el susodicho se alojaba durante una jornada de caza en una finca de Toledo—. Totalmente herida, doña Sofía pensó entonces en divorciarse. Incluso abandonó a su esposo y con sus tres hijos voló a La India, donde se refugiaría por unos días en los brazos de su madre Federica de Grecia.
Sin embargo, su progenitora le hizo entender que lo más beneficioso para ella y los suyos era anteponer su condición de reina a sus sentimientos y felicidad. Y así decidió hacerlo, sin compadecerse de sí misma ni quejarse nunca (al menos públicamente) de la situación que estaba viviendo. "Que se sepa", escribió Jaime Peñafiel, "y yo lo sé por confidencia de mi amigo, el inolvidable general Sabino Fernández Campo, solo en una ocasión doña Sofía supo responderle con cierta dignidad al rey, quien, en el fragor de una pelea y lleno de ira, le había gritado: '¡Te odio! ¡Te odio!'. A lo que ella respondió: 'Ódiame, pero fastídiate, que no te puedes divorciar'".
Durante décadas, la madre de Felipe VI buscó maneras de evadirse de su triste y aburrida vida cotidiana. "Empezó a viajar a Grecia: para el aniversario de sus padres, para la fiesta nacional, para buscar a su perrillo Topsy...", comentó Pilar Eyre. "Cualquier excusa era buena para volver a respirar el aire de su país". También pasó muchos años viajando con asiduidad a París y a Londres para ver a su hermano Constantino—el último rey de los griegos, fallecido en enero de 2023— y a su amiga íntima Tatiana Radziwill —que también es su prima segunda, pues su madre (la princesa Eugenia de Grecia) es prima hermana de Pablo de Grecia (progenitor de Sofía)—.
Su principal apoyo
"La reina es como una hermana, una verdadera amiga con la que tengo tan maravillosos recuerdos compartidos que, a la edad que hemos alcanzado ya las dos, pocas vamos quedando con las que podamos hablar de nuestro pasado. Un tiempo feliz que nos hizo tan fuertes para la vida como encariñadas con los demás, gracias a los valores auténticos que nos dieron”, comentó en una ocasión Radziwill, casada con el prestigioso cardiólogo Jean Henri Fruchaud, al que la emérita considera un hermano —no en vano, es habitual ver al matrimonio pasando unos días del mes de agosto en Marivent, junto a ella—.
También fue un gran apoyo para ella Sabino Fernández Campo, en su día fiel consejero del emérito, aunque la persona más importante ha sido (y sigue siendo) su hermana la princesa Irene de Grecia, que durante una larga temporada vivió entregada a una intensa actividad humanitaria en la India, y nunca quiso casarse ni tener hijos. "Mi lugar estaba al lado de Sofía", confesó en una ocasión la mujer a la que sus sobrinos se dirigen como 'tía Pecu' —por ser la más peculiar de la familia—. Parece ser que Irene ha ejercido como la principal consejera y confidente de su hermana, a la que ha acompañado en distintos eventos especiales, pese a su deseo de mantenerse en un segundo plano, y con la que hoy en día vive en el palacio de la Zarzuela.
Algunas fuentes señalan que la princesa de 82 años sufre actualmente un deterioro cognitivo. Atrás quedaron los tiempos en los que su hermana y ella eran vistas paseando juntas por el centro de Londres, ciudad en la que Sofía disfrutaba de lo lindo haciendo sus principales compras navideñas, de forma tranquila, en grandes almacenes como Harrod's o Selfridges —aunque esto empezó a cambiar después de que se dijera que nuestra protagonista y otros familiares del rey Juan Carlos hicieron uso de unas tarjetas de crédito opacas vinculadas a cuentas extranjeras entre los años 2016 y 2018—.
Una fiel consejera
Asimismo, otra integrante del círculo íntimo de la reina es Laura Hurtado de Mendoza, quien fue nombrada secretaria personal de doña Sofía poco después de que esta llegara a España tras su boda con Juan Carlos. "Era sobrina lejana del marqués de Mondéjar, que fue Jefe de la Casa Real y la recomendó", escribió la periodista Consuelo Font, especialista en la Casa Real. "Mientras le preparaban un despacho, la enviaron a Londres a perfeccionar el inglés. Tras más de 30 años llevando la agenda de la Soberana, cuando llegó la hora de la jubilación Doña Sofía le pidió que siguiera como asesora personal. Laura, que era soltera, aceptó". Y desde ese momento pasó a encargarse, sobre todo, de la relación con el resto de las familias reales.
Cuentan las malas lenguas que Hurtado de Mendoza, siempre en un discreto segundo plano, la llegó a acercar en un momento dado al Opus Dei, y que por eso la emérita escogió a Pilar Urbano, conocida por su pertenencia a esa organización, para escribir sus memorias. "La Reina es una mujer espiritual y religiosa, pero bebe de muchas fuentes", comentó al respecto Carmen Enríquez, autora del libro 'Sofía: nuestra Reina'. "Su madre les dio una formación holística gestada en la etapa que vivieron en Sudáfrica y también estuvo muy ligada a la India y sus credos. Doña Sofía tiene con Laura Hurtado una relación cómplice, pero no ese tipo de influencia. Ambas son tremendamente respetuosas con sus creencias".