El príncipe Andrés es uno de los miembros de la Familia Real británica que en estos momentos son más incómodos para Carlos III (74 años) y Camilla Parker (75 años). Desde su salida como miembro activo de la monarquía por el escándalo de abusos sexuales a menores, la vida de este royal ha cambiado drásticamente y se ha convertido en una "carga" para su familia.
Actualmente, Andrés de York reside con su ex mujer, Sarah Ferguson, en una espectacular mansión, Royal Lodge, en ella también habitan los dos corgis que quedaron huérfanos tras la muerte de Isabel II. Una finca que tiene 30 habitaciones, piscina, zonas para el servicio y hasta una capilla privada.
Un mantenimiento que su bolsillo no puede pagar
Vivir en una casa como ésta supone un gran desembolso de dinero para el royal y Carlos III tenía en mente una residencia más sencilla, pequeña y menos costosa para su hermano, concretamente Forgmore Cottage. Hasta junio esta finca es propiedad del príncipe Harry y Meghan Markle pero a finales de junio deberán terminar de mudarse para dejarla libre.
Carlos III los ha desalojados para trasladar a Andrés a esta nueva localización, algo que sin duda, el hijo de Isabel II, no parece haber recibido con agrado. Según ha recogido el medio británico, The Telegraph, el príncipe Andrés se ha negado a marcharse de Royal Lodge hasta que venza el contrato que firmó en 2003.
El tercer hijo de Isabel II y el duque de Edimburgo firmó a principios de los 2000 un contrato que permitía vivir tanto a Andrés como a su familia en esa finca durante 75 años. De los cuales solo se han cumplido 20 años por lo que el royal quiere permanecer allí los 55 años que le quedan por disfrutar de esa casa.
Una decisión que no concuerda con los planes que tiene Carlos III para él. El soberano quiere que su hermano deje su vivienda actual que está situada a poco más de cinco kilómetros del Castillo de Windsor y alega que no tendrá el dinero suficiente para poder hacer frente a los gastos de mantenimiento que requiere esta finca histórica.
En 2019 la vida de Andrés se complicó tras salir a la luz el caso Epstein y se vio forzado a abandonar la vida pública para no perjudicar a la monarquía inglesa. A pesar de esa renuncia, Isabel II mantuvo una dotación económica de 249.000 libras esterlinas al año, al cambio serían unos 283.000 euros, una generosa cantidad que le permitía al duque de York mantener su ritmo de vida.
Con el fallecimiento de la soberana y la subido al trono de Carlos, las cosas han cambiado. El actual monarca británico quiere una monarquía reducida y eso supone cortar gastos y quitarles privilegios a algunos miembros de la familia, y por supuesto, su hermano Andrés es uno de los afectados por los recortes.
¿Puede Andrés desobedecer a Carlos III?
Según cuenta el citado medio británico, los hermanos tienen visiones diferentes sobre cuál debería ser la residencia habitual del tercer hijo de Isabel II y Felipe. Lo que sí que es cierto es que por el momento, no parece haber movimiento de mudanza en Royal Lodge, eso significa que aún Andrés no ha acatado la orden de su hermano mayor de trasladarse a Frogmore Cotage.
En caso de que el monarca le exigiera al padre de Eugenia y Beatriz de York que abandonara inmediatamente su casa y se mudara. ¿Podría Andrés no hacer lo que su hermano le dice? ¿Tendría consecuencias? Son preguntas que no tienen respuesta de manera oficial pero que habrá que esperar a ver cuáles son los siguientes movimientos de Andrés.
Lo que sí que está en manos de Carlos es reducir la asignación económica de su hermano, e intentar "asfixiarlo" para que no pueda permitirse vivir en Royal Lodge y se vea forzado a mudarse a Frogmore Cottage. Esta vivienda fue restaurada en 2018 por los duques de Sussex, que renovaron algunas cosas de la casa y la pusieron a su gusto, fue una gran inversión no exenta de polémica.
Royal Lodge también ha necesito reformas con el paso del tiempo y en total, el royal y su esposa han tenido que invertir en la vivienda 7,5 millones de libras, 8,5 millones de euros al cambio. Ya que al ser una finca histórica cada obra o cambio debe ceñirse a unas normas de conservación de patrimonio y deben conservar la estética de la casa.