La prensa alemana destapa los secretos más ocultos de la infanta Cristina antes de cumplir 59 años

La infanta Cristina (58 años) ha copado los titulares de la prensa internacional con motivo de su inminente cumpleaños el próximo 13 de junio. Lejos de los escándalos que la convirtieron en la hija díscola de los reyes Juan Carlos y Sofía, la que fuera duquesa de Palma ha sufrido una transformación radical que no ha pasado desapercibida para nadie. 

"La vida privada de la hermana de Felipe VI", titula la revista alemana Bunte un artículo en el que habla del gran cambio que ha protagonizado tras su divorcio de Iñaki Urdangarin. Un texto en el que han hecho un repaso a su misteriosa (y polémica) vida alejada de la Corona. "Mentir, engañar, la pena de prisión de su marido y el divorcio tras 26 años de matrimonio: Cristina tiene a sus espaldas tiempos turbulentos", destacan. Sin embargo, las cosas han cambiado para ella desde que decidiera poner fin a su relación con el padre de sus hijos. "Las cosas se han calmado a su alrededor", apuntan desde la mencionada publicación al tiempo que desvelan algunos de sus secretos más ocultos. 

A pesar de ser un miembro activo de la Casa Real española durante años, la infanta Cristina siempre se ha mostrado muy hermética con todo lo relativo a su vida personal y, en especial, a sus cuatro hijos. Juan, Pablo, Miguel e Irene han sido los grandes desconocidos de la familia Borbón, y todavía hoy lo siguen siendo. 

Desde Bunte afirman que la infanta Cristina "tiene los pies en la tierra" y los que la conocen resaltan su humildad y naturalidad. Es una mujer muy madrugadora que, aunque lleva más de una década lejos de casa, es una apasionada de la comida española, y entre sus platos favoritos están: la tortilla y el gazpacho. Platos que combina con una dieta saludable para mantenerse en forma a pesar del paso del tiempo.

Entre sus hobbies, además del deporte que practica casi a diario y pasar tiempo con sus amigos, está la música y la lectura. Algo que comparte con la reina Letizia, con quien ha vivido sus más y sus menos en las últimas décadas.

La infanta Cristina, más cerca de Felipe y Letizia

La mudanza de sus hijos Miguel e Irene a Madrid, concretamente al Palacio de la Zarzuela, ha empujado a la infanta Cristina a pasar mucho más tiempo en nuestro país. Lejos de esconderse como hacía antes, la hermana de Felipe VI pasea alegremente por la ciudad y es habitual que comparta tiempo y espacio con toda su familia.

Este acercamiento de Cristina con Felipe y Letizia también se ha hecho evidente en la agenda real. Después de años alejada de cualquier tipo de acto relacionado con la Corona, tanto Cristina como Elena han retomado su agenda pública, gesto que pone de manifiesto que vuelven a contar con la confianza plena de su hermano después de ser relegadas con el único objetivo de que sus escándalos personales no empañaran el buen hacer de los reyes. 

Hace unas semanas Elena y Cristina se dejaban ver en el 40º aniversario de un colegio que llevaba su nombre, después la segunda acudió a la entrega de las becas 'La Caixa' y allí coincidió con don Felipe, prueba definitiva de que el cambio existe y el Rey está dispuesto a darle otra oportunidad a sus hermanas. Eso sí, Cristina no se plantea hacer la mudanza a España, al menos por el momento. En Ginebra goza de una vida muy tranquila, una rutina lejos del foco mediático que no está dispuesta a poner en riesgo. 

La misteriosa celebración de cumpleaños de la infanta Cristina

Teniendo como base el reciente cumpleaños de Irene Urdangarin, en el que casi toda la familia se reunió en un restaurante de Madrid para celebrar el aniversario de la joven, no sería de extrañar que la infanta Cristina aprovechara para viajar a nuestro país para soplar las velas de su 59 cumpleaños junto a sus hijos, su madre y su hermana.

A pesar del profundo dolor que le produjo el engaño de Iñaki Urdangarin cuando se enteró por la portada de Lecturas del romance del padre de sus hijos con Ainhoa Armentia, doña Cristina ha sido capaz de rehacerse a sí misma y hoy puede presumir de una vida feliz, eso sí, sin ganas de volver a enamorarse.