EXCLUSIVA | Pilar Eyre, experta en Casa Real, sobre el 18 cumpleaños de la infanta Sofía: "Podría decantarse por una carrera relacionada con el mundo de la comunicación"

El 29 de abril Sofía de Borbón y Ortiz cumple 18 años. La hermana de la futura reina, la segunda en la línea de sucesión, entra en su mayoría de edad. Es evidente que no se trata de un cumpleaños cualquiera, ni Sofía es una muchacha corriente. Es una infanta y si Leonor, por las razones que sean, no accede al trono, ella será la reina de España. Su educación tiene que estar acorde con estas altas responsabilidades y es evidente que no puede continuar en el extranjero, una posibilidad que se valoró pero que, según mis informaciones, se ha descartado totalmente. Los padres ya no contemplan, pese a sus deseos íntimos, que Sofía esté cinco años más, o cuatro, o uno, fuera de su país.

Después de estos dos años en un internado galés, algo inexplicable al parecer de algunos, Sofía debe continuar sus estudios en España, Letizia es consciente de que lo contrario parecería desprecio tanto a nuestras instituciones universitarias como a nuestro país. ¿Una infanta española no se siente a gusto entre nosotros? ¿No somos lo suficientemente buenos, o discretos, o respetuosos, con ella? ¿No estudiaron su padre y sus tías en universidades españolas?

 

Después de haber permanecido tanto tiempo en el extranjero, ¿qué raigambre tendría Sofía con los ciudadanos y con esta tierra? Unos días en verano paseando por Mallorca, otros de vacaciones sin salir de palacio, una foto fugaz entrando en un coche en Londres, París o Nueva York, ¿no la alejarán definitivamente, no solo de este país, sino del corazón de todos nosotros?

Un activo imprescindible

Lo peor que pudiera pasar es que al final nos acostumbraríamos a su ausencia y nadie la echaría a faltar. La mermada familia real no puede permitirse prescindir de uno de sus dos activos más importantes, los que conectan a la vetusta institución con las nuevas generaciones. Además, mirando egoístamente, se aliviaría la carga de Leonor, que debe afrontar ella sola toda la atención mediática.

Una carga insoportable para cualquier muchacha hasta el punto de que hacer una escala en este interminable viaje con el Juan Sebastián de Elcano se está convirtiendo en una pesadilla, para ella y para sus padres, algo que no habían previsto y que no saben cómo afrontar, cometiendo errores de tan grueso calibre como la demanda de Chile, que solo ha servido para provocar los celos de Juan Carlos por aquello del agravio comparativo.

Leonor necesita el apoyo de una hermana con la que repartirse las tareas y también, simplemente, conversar, reírse, verter en su oído las confidencias más secretas. Y llorar, por sus penas de amor o por sentirse presa como el pájaro en la jaula. Su hermana será la única persona en su vida con la que va a tener plena confianza. Solo hay que ver quién es el único apoyo de su abuela Sofía: su hermana Irene.

La oferta actual de universidades es amplia y variopinta. Felipe finalizó su bachillerato en Canadá (una decisión que se criticó en su momento y que se atribuyó a su madre, que quiso alejar a su hijo de sus turbulencias conyugales) y después estudió derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, lo mismo, por cierto, que hizo su padre.

 

 

Hasta la misma reina Sofía se matriculó en Humanidades en 1973 también en la Universidad Autónoma, estudios que no interrumpió ni cuando murió Franco ni cuando fue coronada. Su tía Elena estudio Magisterio en la Escuela Universitaria Escuni y Cristina, Ciencias Políticas en la Complutense.

Sus estudios coincidieron con una oleada de terribles y sangrientos atentados terroristas, y una periodista le preguntó a Sofía si no le daba miedo que su hija asistiese a clase. La reina contestó que no y la periodista dijo, ah, claro, debe llevar muchos escoltas para protegerla. Y la reina repuso, airada, “¡la defenderán sus propios compañeros!”.

Lo cierto es que la infanta sí llevaba escolta –alguno terminó cursando la carrera– pero era muy querida por los otros alumnos, “el primer día nos llamó la atención, pero después fue una más”. Preguntaron cómo la llamaban, “Cristina, por supuesto”.

¿Una futura plumilla?

Y eso pasará con Sofía. La primera foto sentada en el aula, si no es que la distribuye Casa Real directamente, costará un pastón. La segunda menos y la tercera ya no le importará a nadie. Más curiosidad despertarán sus actividades en su tiempo libre, pero es seguro que tanto Sofía como Leonor contarán con una vigilancia eficaz y sofisticada que hará difícil cualquier filtración.

Están entrenados, recordemos que nunca hemos sabido nada de su etapa escolar, ni quiénes son sus amigas, ni qué aficiones tienen, ni sus no-tas, ni si son simpáticas o antipáticas porque apenas hemos oído su tono de voz.

Dicen que Sofía tiene mucho sentido del humor y es un poco “payasa”, que admira mucho a su madre y que, como ella, es muy curiosa y espabilada, que escribe muy bien –alguna cosa ha hecho en el boletín de su colegio– y que podría decantarse por una carrera relacionada con el mundo de la comunicación audiovisual.

No tendría nada de extraño, yo recuerdo a una hija del rey de Bélgica, la princesa Esmeralda, que era periodista y venía muchas veces a la redacción donde yo trabajaba para ofrecer sus textos. Firmaba como Esmeralda de Rethy. Quizás Sofía, dentro de unos años –muchos– será mi sucesora en estas páginas. Si eso ocurre, recordad que yo ya lo dije.