Ella lo niega. Laurence Debray, biógrafa del rey Juan Carlos y una de sus personas de gran confianza, ha asegurado no tener nada que ver con las demandas del rey emérito. Su influencia en el entorno del monarca es evidente. Ella se ha encargado de las polémicas memorias del rey que verán la luz, parece ser, en los próximos meses. Es su biógrafa y su mano derecha.
Sobre Laurence se ha escrito mucho. Análisis de la figura de la escritora y su llegada a la vida del rey Juan Carlos. La primera que lo hizo fue Pilar Eyre en la revista Lecturas. La periodista, en octubre de 2011, dedicaba su columna semanal a Debray. Bajo el título “Laurence Debray, la biógrafa francesa del rey Juan Carlos está enamorada de él”, desgranaba la realidad de esta misteriosa periodista que acompaña al emérito.
El artículo de Pilar Eyre
Laurence Debray, la escritora francesa, ¿está enamorada de Juan Carlos? Sí. ¿Es su amante? No. ¿El rey tiene novias? Sí. “Uno nunca se retira de eso”, me dice un gran amigo suyo. “Tiene, más que novias, enamoradas. Señoras que por él estarían dispuestas a todo… y él se deja querer porque es un gran coqueto”. Laurence lo corrobora después de su visita a Abu Dabi: “Me dijo que me quitara la mascarilla para poder besarme”, y también “no está vencido, permanece indomable como siempre, está viviendo su segunda juventud”.
¡Las mujeres! Son su debilidad, pero en estos momentos también su fuerza. Habla por teléfono más con mujeres que con hombres, porque es cierto que casi todos sus grandes amigos lo han abandonado. Los nombres importantes, los millonarios y poderosos que antes ponían cotos de caza, barcos, regalos, compañía…, a su disposición, que peleaban entre ellos para ver quien lo obsequiaba más, le regalaba el mejor reloj, los mejores puros, las escopetas más caras, los coches más veloces, han desaparecido, aunque no ahora, sino desde su abdicación.
Gtres
Después del 19 de junio de 2014 el rey, que no puede estarse quieto, fue viendo cómo las invitaciones a monterías, su gran pasión, fueron disminuyendo. Llegó al punto de que, en ocasiones, se presentó en alguna finca sin ser invitado expresamente, lo que causó considerable revuelo entre los anfitriones, porque una visita real exige medidas incómodas para todo el mundo. Alejado de su familia por voluntad propia, sus fines de semana fueron haciéndose más solitarios y tuvo que refugiarse en personas a las que hace unos años no hubiera prestado atención, pero que, halagados y compadecidos también, lo acogieron calurosamente. Frecuentó, incluso, a miembros de su staff de los que hasta entonces no sabía siquiera si estaban casados o solteros.
Las amigas del emérito
Pero las amigas, ah, las amigas nunca le han fallado. “Lo dejé porque tenía relaciones con varias mujeres a la vez”, ha contado Corinna, y está hablando de una época en que las fuerzas del Rey, con varias operaciones a sus espaldas, estaban bajo mínimos. “Sigue teniendo el glamur de un artista de cine, lo persiguen auténticas groupis que no lo dejan ni a sol ni a sombra”, me secretea quien lo conoce bien. A sus 83 años sigue exhibiendo su legendario atractivo. “Su risa infantil, franca, dulce, ilumina la habitación. Su fuerza vital permanece intacta, tiene las manos suaves y cuidadas, la tristeza de sus ojos conmueve. Sigue siendo un gentleman”, confiesa una arrobada Laurence Debray, que lo visitó en Abu Dabi.
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Al rey le gusta la conversación de las mujeres, le divierte que le cuenten sus problemas. Aconseja, pero no como un abuelo, sino como un amigo. Las ama a todas. A todas... menos a una. Mejor dicho, a dos. Sofía. A pesar de que se nos quiere convencer de que se llevan bien, “eso está muerto desde hace muchos años ¿Si hablan? Ella lo debe llamar y él es educado, pero, créeme, no hay más”. Y la otra, la otra… ¡Corinna! Se ha convertido en su Némesis, nadie puede mencionarla en su presencia.
Sobre todo después del último golpe, la demanda por acoso que ha presentado en la corte inglesa, con acusaciones muy graves, 32 puntos que perfilan una situación de terror insoportable que Corinna asegura le ha causado depresión y graves daños psicológicos, por los que pide una orden de alejamiento y una indemnización aún sin cuantificar, que podría llegar a los 20 millones de dólares.
Corinna, su némesis
De todo dice Corinna tener pruebas, desde disparos en el jardín de su casa, orificios de bala en la ventana de su dormitorio, espionaje por drones, móviles, cuentas bancarias y ordenadores hackeados, así como difamaciones ante sus clientes por parte del rey, que la llamaba “ladrona y estafadora”, lo que le hizo quedarse sin medios de vida. También, según ella, la ha enfrentado a su hija mayor. Y un detalle curioso: dice que intentó sobornar a su chófer regalándole un Rolex Daytona con su nombre en el reverso. El último regalo de Bárbara Rey a Juan Carlos, poco antes de romper, fue un Rolex Daytona, también grabado. ¿Podría ser el mismo?
Como los niños pequeños, inicialmente Juan Carlos cerró los ojos como si no existiera la denuncia y se negó a recibir la notificación, que llegó a Zarzuela y a Abu Dabi. Después, por consejo de su letrado, que está llevando su causa con mano maestra, nombró un abogado inglés que ha argüido que los tribunales británicos no son competentes para juzgar el caso. Estas complicaciones jurídicas son la mejor excusa para perpetuar ‘sine die’ el exilio de Juan Carlos, algo que conviene a casi todo el mundo, aunque sus “novias”, como dice él mismo con cierto cachondeo, y sus nuevos amigos le hagan concebir falsas ilusiones de que aquí todo el mundo ansía su vuelta.
Pero don Juan Carlos es más listo que todos ellos juntos y sabe la verdad: se le considera un elemento tóxico para la Corona, personificada ahora en su hijo, y también sabe que sus amigos de otros tiempos, los hombres de poder que tanto lo ayudaron en épocas lejanas, ven con temor este regreso, ya que ahora están en la órbita de Felipe y en el firmamento real solo cabe un astro. Tristes guerras / si no es amor la empresa /Tristes, tristes.