Juan Carlos de Borbón se está preparando una fiesta de autohomenaje el día 5 de enero en Abu Dabi. Es el día de su cumpleaños y es la fecha ideal para que la gente le dé su apoyo y le demuestre que, a pesar de los últimos acontecimientos que manchan, aún más, su nombre, sigue siendo el rey. Y está llamado, él personalmente, desde hace una semana, a decenas de personas para invitarlas. Y no solo los cuatro monárquicos de viejo cuño que suelen acudir a visitarlo, sino que quiere contar con una amplia representación de la sociedad española. Políticos como Felipe González, escritores como Vargas Llosa, nuevas generaciones de nobles titulados, empresarios, cazadores, banqueros, periodistas… Y esos militares con los que sigue teniendo tan buena relación. Quiere demostrarle a su hijo, que precisamente está pasando la peor época de su reinado, que él sí tiene un amplio respaldo social, por mucho que su nombre se arrastre de plató en plató y desde Zarzuela se le intente apartar y humillar. Esta es al menos su sensación.
Suena el móvil, “Oye, soy Juan Carlos”. Su interlocutor no lo conoce apenas, no pertenece a su círculo, es la primera vez que hablan, ni siquiera tiene su nombre agendado, pero consigue articular una respuesta: “sí, dígame, señor”. “Te llamo para invitarte el día 5 de enero a Abu Dabi. Vendrás ¿verdad?” le pide para su sorpresa el que fue rey de España. Y acaba con un “ya te enviaré un mensaje con los detalles”. Y unas últimas palabras, “te ruego discreción”.
Sí, claro. Si el hijo se entera de que Juan Carlos se está preparando este homenaje a su persona, lo cortará de raíz. En realidad, ni siquiera es necesario que Felipe llame a nadie prohibiendo su asistencia. Porque los invitados saben que, aunque en el momento de la convocatoria se pida discreción, el fin de esta reunión, que se pretende multitudinaria, será hacerla pública para que veamos los apoyos con los que cuenta Juan Carlos. Y, aunque algunos acudirían por cariño o respeto, no podrán evitar que, si hay gritos o vivas inconvenientes -que los habrá-, ellos aparezcan también en la foto. Estar al lado de Juan Carlos es estar en contra de Felipe. ¿Y los que están en contra de Felipe podrían reclamar la vuelta de Juan Carlos?
Claro que ahora que hemos hecho publica esta convocatoria, se intentará minimizar como simple reunión de cumpleaños. Pero, en estos momentos en los que la monarquía española está haciendo equilibrios sobre una cuerda floja que todo el mundo teme tensar, en unos momentos en los que la figura de Felipe es insultada incluso desde las propias filas monárquicas, este tipo de corte paralela no conviene a nadie. “Lo único que me importa es el bien de la Institución”, solía decir Juan Carlos en sus conversaciones privadas. Pues yo le diría lo que Chávez en su famoso discurso: si tanto le interesa la institución, cállese, hombre, cállese.