Tras el nacimiento el pasado junio de su segunda hija en común, a la que decidieron poner Lilibet Diana en honor a la reina Isabel II y a Lady Di, Meghan Markle y el príncipe Harry hacen ahora frente a uno de los momentos determinantes de los primeros meses de vida de la pequeña: su bautismo. Un paso que, al contrario que en el caso de Archie, está lleno de incógnitas.
Los duques de Sussex tienen que determinar una gran cantidad de detalles para este gran día, que todavía no tiene fecha (al menos que se sepa públicamente). En el caso de Archie, el pequeño se bautizó justo dos meses después de llegar al mundo, algo que en el caso de Lilibet ya es imposible cumplir, porque este tiempo ha pasado. Aunque sin dudas, Meghan Markle y el príncipe Harry van a tener que hacer frente a una decisión aún más complicada: el lugar en el que se celebrará ese gran día.
Según varios medios ingleses, el príncipe Harry y Meghan Markle tendrían pensado bautizarla en Estados Unidos para así evitar toda la controversia que se generó en el día que Archie recibió este santo sacramento. En aquella ocasión, los duques de Sussex optaron por realizar una celebración privada y evitar el acceso de la prensa, lo que hizo que se convirtieran en el centro de todas las críticas.
Meghan Markle y el príncipe Harry no dieron ningún detalle del evento, al que solo acudieron 25 invitados entre los que no se encontraba Isabel II y que no se celebró en la capilla de San Jorge, donde se casaron los duques de Sussex, con el fin de conseguir intimidad. Tampoco se difundieron imágenes en directo y tan solo se hicieron públicas las fotografías oficiales.
Una forma de organizar el evento que no gustó nada en Reino Unido, por lo que, de hacerlo allí, se convertirían en el centro de todas las miradas en un momento en el que su popularidad en el país ya es más que delicada. Meghan y Harry, por lo tanto, podrían optar por Estados Unidos como lugar de la ceremonia, aunque esto significara celebrarla lejos del resto de la familia real británica.