La princesa Leonor y la infanta Sofía, el talismán del equipo olímpico, por Pilar Eyre

Pilar Eyre analiza el increíble cambio que ha dado la Familia Real en cuestión de meses, en especial, el papel de la princesa Leonor y la infanta Sofía y el sufrimiento de la reina Letizia

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Leonor y Sofía
GTRES

Nos quejábamos de que no la veíamos y ahora la tenemos hasta en la sopa. Una sopa muy exquisita y deseada, eso sí. Me refiero a la familia real. Del ostracismo hemos pasado a la sobrexposición: no hay evento que se celebre aquí o allende nuestras fronteras que no cuente con la presencia de Letizia, Felipe o sus hijas Leonor y Sofía. Desde el día de la jura de la princesa heredera hasta esta semana en Palma o la anterior en París, pasando por viajes a Dinamarca, Holanda y Guatemala, todos los actos relacionados con el premio Princesa de Girona, sus visitas a Barcelona y los actos propios de la agenda, han contado con la familia al completo o con parte de ella. A vuelapluma me han salido cuarenta eventos, además de los posados para el aniversario de la proclamación de Felipe como rey y los relacionados con la cadete Borbón en Zaragoza.

No hay día en que no se facilite a la prensa una foto con sus actividades, cuando antes eran los periodistas los que tenían que suplicar que se les diera alguna información. Los cuatro están de estreno. Leonor y Sofía porque han pasado de niñas a mujeres en cuestión de semanas y ahora lucen desenvueltas, guapas, aplomadas, brillan con la luz propia de su juventud y también de su sonrisa radiante, y esgrimen una serenidad envidiable incluso para una señora como yo que las triplica en años. Pienso que deben haber visto muchos vídeos de las princesas Isabel y Margarita de Inglaterra cuando tenían su edad, porque exhiben la misma sencillez y saludan con el mismo talante: cuando fueron a ver el partido de Alcaraz tuvieron que caminar como cincuenta metros solas, sin que nadie las reconociese, bajo los focos de las cámaras. Y no tropezaron ni apearon la sonrisa ni un momento. Eso es tener madera.

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Incluso diré que, a Alcaraz y Nadal, acostumbrados a tratar con los mandatarios más importantes, se les veía algo cohibidos ante la desenvoltura de las princesas. Pero los padres también están de estreno. Felipe se ha soltado y de ser un señor envarado, que, por no querer parecerse al campechano de su padre pecaba por lo contrario y resultaba antipático y estirado, se ha convertido en un padre tan devoto y entregado que más parece abuelo que padre. Cuando mira a sus hijas sus ojos se enternecen, aunque quiere reprimirse, no olvidemos que lleva la misma sangre prusiana que su madre, que nunca mostraba sus sentimientos en público. Pero no puede evitar que, como dice el pueblo llano, se le caiga la baba. Y qué decir de Letizia...

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