¡Qué mal despertar debe haber tenido el rey Carlos de Inglaterra el domingo pasado! Cuando su ayuda de cámara le sirvió el desayuno, riñones, té con pastas y zumo de naranja, junto a los principales periódicos ingleses, el Sunday Express, el Sunday Telegraph, el Guardian, el Daily Mail, –una escena que hemos visto recreada muchas veces en ‘The Crown’–, debió contener el impulso de arrojarlos todos al suelo. Porque el día anterior había sido “su” cumpleaños simbólico, el Trooping the Colour, el día grande del Rey de Inglaterra, instaurado en 1748, cuando las tropas desfilan ante el monarca como agradecimiento y homenaje.
¿Y quién había sido el protagonista del día? ¿Quién había salido a toda portada, con grandes titulares lisonjeros? ¿Él y la reina Camila? ¿Carlos con su brillante uniforme rojo? No, ¡su nuera!, a la que todos con cariño llaman Kate. “Es amoroso verte de nuevo, Kate”. “Lo único que necesitábamos era ver a Kate”. “Nuestra primera dama encarna el espíritu de la nación”. “Kate es nuestro faro de luz”. “Estamos felices de que nuestra princesa haya vuelto”.
El rey Carlos, eclipsado
Carlos debería sentirse satisfecho de que Gran Bretaña volviera a despertar admiración e interés, sí, pero... Pidió su iPad, vio que Kate había sido trending topic mundial durante todo el día y dio un repaso a las portadas de medios internacionales, desde Australia a Estados Unidos ¡Leyó incluso que en España, en la lejana España, la aparición de la princesa de Gales había abierto los telediarios! ¿Y él que? ¿Ni una mención? ¿No estaba también enfermo? ¡Con cáncer y a los 75 años! ¿No llevaba tres meses entregado en cuerpo y alma a sus tareas oficiales a pesar de los tratamientos, los profundos dolores que padecía y el cansancio? Hacía dos días había recibido a Biden, el provecto presidente de Estados Unidos, y no se sabía cuál estaba peor de los dos porque ambos se movían dificultosamente y exhibían sonrisas rígidas y forzadas.
Era su día, pero, claro, ¿quién puede competir con una mujer guapa, sonriente y joven? Tuvo que reconocer con amargura que la historia se repetía puesto que lo mismo le había pasado cuarenta años atrás, cuando era su mujer, Lady Di, la que atraía todos los focos y miradas. Al lado de Kate, a él y a Camila todavía se les veía más mayores y cansados, Carlos ni siquiera pudo seguir las tropas a caballo, como hizo su madre hasta los setenta años, y se tuvo que limitar a cuadrarse en la puerta del palacio de Buckingham.
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