El 14 de mayo de 1962, Atenas se vestía de gala para celebrar una “boda de cuento de hadas”, un tripe enlace (civil, católico y ortodoxo) que unía en matrimonio al príncipe Juan Carlos y la princesa Sofía de Grecia y que congregó a lo más ilustre de la aristocracia y la realeza europea.
Doña Sofía hizo gala de su posición y lució la tiara prusiana que heredó de su abuela, Victoria Luisa. La misma que años más tarde llevó la reina Letizia en su boda con don Felipe, una joya de pasar que acompañó a un impresionante vestido de encaje de Jean Desses. Aquel día todo fue felicidad y fortuna, algo que nada tiene que ver con la situación actual.
Los reyes eméritos llevan años sin festejar esta fecha tan reseñable pero con doña Sofía en Madrid y don Juan Carlos en Abu Dabi esta vez la distancia entre ellos es más que evidente. De hecho, ha sorprendido que los únicos miembros de la familia que han visitado al monarca a lo largo de este año hayan sido Elena y Cristina.
Los escándalos de don Juan Carlos han afectado de manera irremediable a su mujer, que ha llevado su papel de reina madre de forma impecable mostrando su apoyo incondicional a don Felipe desde que tomara el control en 2014. A diferencia de otras casas reales que tiran la casa por la ventana con este tipo de aniversarios felices, la situación familiar no permite ningún tipo de festejo al respecto.
Al margen de todo, lo que es más que evidente es que para don Juan Carlos y doña Sofía no se trata de un aniversario feliz ya que hace décadas dejaron de ser matrimonio para pasar a ser "compañeros de trabajo". Sea como fuere, ambos se guardan cariño, gesto que se puede ver reflejado en que la madre de Felipe VI no se quita su alianza de casada.