El 15 de marzo de 2020 puso patas arriba la vida de Juan Carlos I. Ese día, como bien cuenta la periodista Pilar Eyre en su libro ‘Yo, el Rey’, Felipe VI “señaló con la marca de la ignominia a su padre” mediante un extenso comunicado con el que lo apartaba de la vida pública y se desmarcaba de él y de sus conductas irregulares. Entre otras cosas, el actual monarca español comunicó que renunciaba a la herencia económica que pudiera corresponderle del emérito y que le retiraba la asignación que tenía fijada en los presupuestos de la Casa del Rey.
“[Felipe] Nunca se ha desdicho”, comenta Eyre. “Es más, ha intentado apartarse de él hasta el punto de que sus relaciones personales también están rotas y tan solo hablan a través de personas interpuestas. Por mucho que se empeñen algunos periodistas y algunos políticos en recordarnos que Juan Carlos es inocente porque no se ha demostrado su culpa, ¿vamos a enmendarle la plana a Felipe como hijo y como jefe de Estado?”. Pocos meses después de que viera la luz aquel documento, Juan Carlos se mudó sin honores a Abu Dabi, donde todavía hoy sigue residiendo.
Pese a que en la capital de los Emiratos Árabes Unidos lleva hoy una vida acomodada y lujosa, de la que tampoco se sabe demasiado, Eyre apunta en su ensayo que nada borra la enorme impresión de soledad que transmite su figura: “¡Todos le han abandonado! [...] Él, Juan Carlos, el rey emérito, no puede comprenderlo, y se debate entre la indignación más virulenta y la docilidad resignada. Cree que ha contribuido a la consolidación de la democracia en este país que salía de una larga dictadura, piensa que los pecados que le atribuyen son exagerados, está convencido de que merece las posibles prebendas que haya podido conseguir o que le han ofrecido en sus cuarenta años de reinado”.
El próximo 5 de enero, don Juan Carlos celebra su 86 cumpleaños y lo hará con una gran fiesta. Una gran y exclusiva celebración junto a sus seres queridos (algunos, no todos) en Abu Dabi, su nuevo hogar desde que abandonó España. Su nombre vuelve a ser noticia estos días.
Un año poco favorable
Tampoco entiende la inquina con que le tratan sus antiguas amantes, la prensa o sus propios parientes. Los últimos doce meses fueron poco halagüeños en ese sentido. El pasado enero, Bárbara Rey hablaba abiertamente y por primera vez del romance que en su momento vivió con Juan Carlos, que ahora lleva un tiempo separado de Sofía y, de hecho, nunca llegó a estar realmente enamorado de ella. Tanto es así que pensó en divorciarse cuando aún bebía los vientos por otra de sus amantes, Corinna Larsen, a quien habría pedido matrimonio y planteado la posibilidad de que ella obtuviera el título de su alteza real Corinna de Borbón.
La empresaria alemana conoció el pasado mes de octubre la sentencia del tribunal de apelación que tumbó su demanda por acoso contra el emérito al considerar que la jurisdicción del Reino Unido no era la adecuada para juzgar el caso, y que el relato de su demanda no constituía una figura delictiva de acoso según la legislación británica. “Juan Carlos ha desplegado todo su arsenal para desgastarme y el alcance de su poder es inmenso. Estoy considerando todas las opciones disponibles”, manifestó ella luego vía comunicado.
También en 2023 veía la luz King corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I, un interesante libro de investigación, de los periodistas José María Olmo y David Fernández, que habla sobre una supuesta hija secreta del rey Juan Carlos y describe el laberinto de escándalos financieros y procedimientos judiciales que amenazaron con sentar en el banquillo a un rey por primera vez en la historia de España. Precisamente el destape de las tropelías del emérito, tapadas durante años de forma deliberada por muchos periodistas cortesanos, ha llevado a que ni el gobierno ni la Casa Real quieran su vuelta (ni tampoco le permitan pernoctar en La Zarzuela).
Visitas esporádicas a su país
El exmonarca más chulo que un ocho comunicó hace unos meses a la Hacienda española su decisión de trasladar su residencia fiscal a Abu Dabi y no tributar en su patria querida, a la que en los últimos tiempos ha viajado en varias ocasiones para acudir al médico, participar en regatas en Sanxenxo (Pontevedra) o reunirse con esos pocos allegados que todavía le muestran lealtad y afecto. Hasta tenía pensado regresar definitivamente a su país, según su entorno más próximo, si Núñez Feijóo resultaba investido presidente del Gobierno, pero al final vio su gozo en un pozo.
Su última visita a España se produjo hace apenas unos días, con motivo del 60º cumpleaños de la infanta Elena, que siempre ha sido su ojito derecho (y, al igual que su hermana Cristina, y los hijos de ambas dos, es un apoyo importante para él). A esa última reunión, celebrada en un restaurante madrileño, acudió su desestructurada familia casi al completo: faltaron sus nietas Leonor y Sofía, pero estuvo presente la emérita (a quien no veía desde que el pasado enero coincidieran en el funeral de Constantino de Grecia) y tampoco se la perdieron los actuales Reyes, Felipe y Letizia, con los que de vez en cuando le toca hacer paripés como este.