La vida privada blindada de la infanta Elena: amigos especiales, desamores secretos y el motivo de su 'soltería'

La hermana mayor de Felipe VI, que durante varios años estuvo casada con Jaime de Marichalar, con quien tiene dos hijos en común, lleva hoy una vida centrada en su familia

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Infanta Elena
GTRES

Uno de los pasatiempos de los medios de comunicación durante la juventud de la infanta Elena (60 años) y su hermana doña Cristina fue el de relacionarlas con montones de pretendientes que a menudo no llegaron ni a existir. Tanto es así que, al cumplir la mayoría de edad, a la mayor de las hermanas ya se le atribuyeron varios novios en las revistas del corazón. Y eso que Doña Elena nunca fue coqueta ni especialmente agraciada físicamente. Según cuenta la periodista Nuria Tiburcio en su libro 'Elena, la infanta castiza', era su madre, la reina Sofía, quien “le tenía que aconsejar sobre vestuario y maquillaje", y además era ella misma quien, "junto a una modista, elegía el vestuario de las infantas”.

Por lo visto, el cambio para Elena llegaría de la mano de su futuro marido, Jaime de 
Marichalar
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Pero antes de comprometerse con el pamplonés, la infanta fue asociada sentimentalmente con cada uno de los amigos con los que se la fotografiaba. También tuvo varios amores y desamores. Dicen que su primera gran ilusión fue un guapo chico de Santa María del Camino, el colegio en el que estudió bachillerato, que tenía apellido ilustre y pertenecía al grupito de los populares. 

Después comenzó una discretísima relación con el jinete Luis Astolfi Pérez de Guzmán, al que conoció en 1986 en la hípica. “Era habitual verlos juntos en distintos concursos hípicos en los que ambos competían”, ha dicho Tiburcio, “desde el Club de Campo de Madrid o en Jerez de la Frontera, pero nunca llegó a confirmarse por ninguna de las dos partes el romance, que duró cerca de dos años. Sin embargo, la presión de los medios y la negativa de Astolfi a cambiar de vida terminó con su noviazgo”.

Algún tiempo después salió con Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba, al que conocía desde pequeña. Él mismo reconoció que entre ellos hubo un romance que, pese a durar solo tres meses, llegó a ilusionar bastante a Sofía. “Yo estaba luchando por salir de mi celda educacional, estructural, de responsabilidades, de presión de una familia como los Alba, parecidas a una familia real, sin serlo…”, contó el susodicho en un programa de televisión.

El economista que logró conquistarla

A Jaime de Marichalar lo conoció en París, donde él ejercía de empleado de banca y ella realizaba un curso de posgrado. Según un allegado, a Elena no le atraía físicamente aquel economista que le sacaba un año y pertenecía a una familia de la aristocracia española con raíces navarras y castellanas, pero “le encantaba pasar tiempo con él. “Era divertido a su manera y muy inteligente. Sabía mucho de moda y de cosas que ella no conocía, así que era didáctico y a la vez ameno”. 

Por lo visto, todos recibieron a Jaime con los brazos abiertos, excepto don Juan Carlos. “A pesar de ser un hombre tímido y poco hablador, Marichalar notaba los desaires de su futuro suegro”, dice Tiburcio. “No eran evidentes, pero sí había comentarios por lo bajo o  miradas de reojo cuando él daba su opinión sobre algún tema. Jaime se sentía muy mal en aquellas situaciones, aunque nunca decía nada. Se limitaba a cumplir con lo esperado”. 

La prensa del corazón, a la que ambos miembros de la pareja detestaron siempre, se hizo eco de su discreta relación al publicar unas fotografías que mostraban a los tortolitos en un concurso hípico, cerca de París. Los protagonistas anunciaron su compromiso poco después, en noviembre de 1994. “No ha parado hasta convencerme”, contó aquel día Elena, que en marzo del año siguiente celebró su boda en la catedral de Sevilla. 

Distintas personalidades

Aunque los dos se conocían bien, la convivencia era complicada por la diferencia de caracteres tan grande. “El fuerte carácter de la infanta no gustaba a Jaime, que rehuía cualquier tipo de  enfrentamiento centrándose en el trabajo”, explica Tiburcio. “Sabía del pronto de su mujer, pero esos choques tan constantes lo agotaban. Por su parte, la infanta se refugiaba en sus amigos. Viajaba con asiduidad a Madrid [empezaron residiendo en París], se distraía acudiendo a clases de cocina”.

Infanta Elena Jaime de Marichalar
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La hermana mayor de Felipe VI se cansó rápidamente de la capital francesa y de la aburrida vida que llevaba allí, así que a principios de 1997 le rogó a su marido volver a Madrid. En esta ciudad, concretamente en la clínica Ruber Internacional, nació su primer hijo, Felipe Juan Froilán, en julio de 1998. Dicen que el alumbramiento unió bastante a la pareja, que a finales de 2001 viviría uno de sus peores momentos cuando Marichalar tuvo que ingresar en el hospital madrileño Gregorio Marañón tras sufrir un ictus cuando hacía deporte en el gimnasio al que acudía habitualmente. 

El duque de Lugo abandonó pronto la UCI y se fue recuperando progresivamente. Lo que nunca salió de cuidados intensivos fue su relación conyugal. Según algunas personas de su entorno, el ictus cambió al pamplonés, y sobrellevar esa nueva situación se hizo muy complicado tanto para él como para su esposa, que en mayo de 2003 dio a luz a su hija Victoria Federica

Sin pareja conocida

En noviembre de 2007, tras meses de rumores de una posible ruptura y continuas peleas dentro del tríplex que entonces compartían en la calle Núñez de Balboa, un comunicado de la Casa Real anunció “el cese temporal de la convivencia” entre Elena y su esposo, quienes dos años más tarde iniciaron los trámites de divorcio. Desde su separación, que además fue complicada, Elena ha seguido llevando su vida privada con sumo hermetismo. Aun así, alguna que otra vez la relacionaron con Fernando Garrido, director general del Instituto de Acción Social de la Fundación Mapfre (o, lo que es lo mismo, su jefe), e incluso con su ex Luis Astolfi.

Según Tiburcio en su libro, doña Elena lleva hoy una vida centrada en su familia. “Su prioridad son sus hijos”, apunta. “Quiere que Froilán y Victoria Federica sean felices. Su infancia no fue fácil". Y añade que la presión mediática que vivieron durante la separación de sus progenitores, siendo todavía unos niños, "fue tremenda. Froilán se convirtió en el niño conflictivo de la corte de los Borbón, mientras que Victoria, más tímida y callada durante su niñez y adolescencia, floreció como una mujer con un carácter que chocaba de pleno con el de su madre, también muy temperamental".

Otra cosa que no deja dormir por las noches a la infanta Elena es saber que su padre está lejos de España y de ella. “Lo ve tan mayor, tan frágil, que le da pavor”, explica su biógrafa. “Se ha acostumbrado a esa situación, no le ha quedado más remedio, pero su gran sueño es que don Juan Carlos vuelva a residir en España”. Cuentan que culpa a ciertas personas de la situación del emérito, pero siempre en la intimidad. Y que su relación con Felipe, con el que no congenia demasiado, es solamente cordial. “Los escándalos de su padre y de su hermana han hecho mella en ellos”, apunta Tiburcio. “Elena siempre se ha posicionado en los bandos opuestos a los del actual monarca para defender lo que ella cree que es lo más importante, la familia. Felipe VI, en cambio, se ha visto obligado a anteponer la institución por encima de lazos sanguíneos”.

Una decisión secundada por doña Letizia, con quien Elena empezó llevándose bien, pese a que las dos se dieron cuenta desde el principio de que sus personalidades no casaban. Según fuentes bien informadas, la infanta no la puede ni ver, sobre todo, desde aquel rifirrafe protagonizado por la Reina y doña Sofía a la salida de la catedral de Palma de Mallorca. “Afortunadamente, ya no comparten agenda oficial”, apostilla Tiburcio. “El título de infanta de España de doña Elena es simbólico después de que, en 2014, tras su proclamación, Felipe VI decidiera apartarla de la familia real".