En los primeros años de la reina Letizia como miembro de la Familia Real se nota la mano de su predecesora. La entonces periodista intentaba buscar su estilo -y su hueco- en una estructura que no era precisamente amable. Letizia optaba por seguir el mejor espejo en el que mirarse, el de su suegra. La reina Sofía, desde el silencio y la sencillez, había impuesto un modelo de lo que significaba ser reina que había comprado la sociedad. Ejercer de consorte del Jefe de Estado tenia unas características claras y marcadas y tan férreas como al educación germana en la que se había movido la Sofía de Grecia.
Letizia se dejaba aconsejar -¿acaso tenía más remedio?- y seguía a pies juntillas las indicaciones del equipo de Casa Real que siempre había estado al lado de la reina. Sus estilismos recordaban a Sofía, su peinado recordaba a Sofía, hasta su forma de dirigirse a los presentes hacían pensar en la hoy reina emérita. ¿Dónde había quedado la periodista que de traje blanco en el día de la pedida oficial? El carácter de Letizia dio la vuelta al mundo y desde Zarzuela pronto corrieron a frenarlo. No era eso a lo que estaban acostumbrados.
Pronto se dio cuenta Letizia que si quería que las cosas funcionasen, debía romper y reconstruir. Claro que para eso debía tener no solo una posición mucho más sólida dentro de la institución, sino también una corte de fieles que lograsen sobreponerse a décadas de indicaciones y directrices.
Los primeros pinitos de Letizia fuera del control de la reina Sofía
Revisar la hemeroteca de los primeros años de Letizia Ortiz como novia del príncipe Felipe es prácticamente no reconocer a la Letizia actual. Apocada, en segundo plano y con elecciones estilísticas más que cuestionables, la princesa de Asturias luchaba en un mundo que no era el suyo. Y no era la única. Los Borbones estaban acostumbrados a unos códigos y unos privilegios que nada tenían que ver con los de los Ortiz Rocasolano. No son pocas las voces que ahora señalan el sufrimiento que pasó la familia de la hoy reina al verse cara a cara con la realidad de Zarzuela.
Nadie estaba preparado para eso, tampoco la propia Letizia. Desde la propia institución se conspiraba para aislar a la futura reina. Al rey Juan Carlos nunca le había gustado la novia de su hijo -tampoco las que había tenido antes- y trataba, desde la sombra, de seguir ejerciendo una influencia que, poco a poco, se vio diluida. La monarquía requería una renovación e iba a ser Letizia Ortiz quien se encargarse de llevarlo a cabo. ¿Con éxito? Al menos con el que ha estado en su mano.
No fue hasta la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson cuando la princesa de Asturias volvió a ser el centro de atención. Vestida de rojo Caprile, Letizia hacía su desembarco entre la realeza europea y retomaba la posición que había dejado el día de su pedida oficial. La princesa se convertía en referente estilístico y se posicionaba como uno de los nuevos rostros ‘royal’ que iban a dar mucho de que hablar. Y así fue. Claro que por delante tenía la misión de romper con todo sin que se nota que lo estaba haciendo. El cariño hacia la reina Sofía seguía siendo grande y arraigado.
El momento en el que Letizia se dio cuenta de que todo debía cambiar
El rey Juan Carlos terminó poniéndolo más fácil de lo que nadie esperaba. Tras el escándalo del caso Nóos e Iñaki Urdangarin llegaba la caída en Botsuana y la aparición mediática de Corinna Larssen. Desde las instituciones se intentaba cubrir el pasado inmediato del rey Juan Carlos pero no había manera. La mano firme de Letizia tanto con su cuñado como con su suegro le supuso no pocas críticas entre los favorables al hoy emérito pero fue el punto de partida para lo que conocemos ahora como Familia Real.
La proclamación del rey Felipe y el ascenso al trono de la pareja real fue el principio del plan de renovación. Cambio de estructuras, relajación de formalidades y una imagen más cercana que todavía hoy sigue sin ser del todo natural. Zarzuela sabía que su mejor arma era la reina Letizia y aprovechaba cada una de sus apariciones para lograrlo. La ‘Operación Letizia’ arrastraba al núcleo de Casa Real. Ni tauromaquia, ni esquí, ni vela. Planes culturales, cine, literatura, nutrición y una enorme influencia de la reina.
La reina se ponía manos a la obra y lograba destacar por aspectos que nunca vimos en la reina Sofía: su discurso y su opinión. Letizia se esfuerza en que se preste atención más allá de sus estilismos. Quiere que se escuche su voz y sus causas tengan relevancia. Letizia convence cuando habla y se prepara sus intervenciones al milímetro. “Es la mejor periodista de España aunque no ejerza”, explicaba Martín Bianchi en una de las presentaciones del libro sobre la reina que acaba de publicar.
Lo que Letizia ha podido cambiar y lo que no
La nueva Casa Real, al menos la que hemos podido ver en los últimos años, dista de la que armaron los reyes Juan Carlos y Sofía. Mayor naturalidad, mayor espontaneidad y un espíritu más pensado en acercarse a la sociedad aunque sin perder la distancia que siempre les ha caracterizado. Letizia ha imprimido su carácter en la elección de los eventos y los compromisos institucionales. También en la imagen, más fresca y cercana, tanto de la propia reina como de sus hijas y su marido. Pero no todo ha sido tan esperanzador.
Casa Real sigue pecando de opacidad y secretismo. Resulta extraño el silencio que siempre ha rodeado a la princesa de Asturias y a la infanta Sofía. La sobreprotección de la reina ha hecho que casi no hayamos podido ver a las hijas de los reyes, algo que no ocurre en el resto de monarquías. Es ahora, cuando ya la princesa Leonor ha cumplido la mayoría de edad cuando comienza a abrirse esa puerta. Y aun así, las hijas de los reyes siguen siendo un misterio.
Los reyes han logrado que el núcleo de la Familia Real haya quedado circunscrito a cuatro personas. Cinco si se cuenta a la reina Sofía. El resto de la familia del rey ha desaparecido de todo acto y repercusión. No es que no sean noticia, lógicamente, pero sí se ha logrado que el cerco que tanto empeño puso la reina por establecer haya funcionado. Los escándalos son -o eso pretenden- cosa del pasado. Eso sí, ¿cómo es en realidad la vida de los reyes? ¿Qué piensan, cómo actúan, qué hacen? ¿Concederán una entrevista como sí han hecho otras monarquías no tan lejanas? Todo son preguntas que nunca conoceremos. La realeza intenta cambiar. Otra cosa es que lo consiga de pleno.