"¿Tan grande?", "sí, sí. Así está bien". De todos los peces en el mar, Federico de Dinamarca (51 años) escogió grabarse en tinta a un tiburón. Podría haber pedido una ballena, un delfín o un lenguado, pero él quiso llevar, para siempre, a un escualo en su pantorilla derecha. Una decisión como otra cualquiera pero que, tratándose del heredero a la corona danesa y próximo rey de Dinamarca, no deja de ser llamativa.
Él quería un tiburón. El niño malo de la realeza quería hacerse algo con lo que se identificara. Un recuerdo para toda la vida. Algo que mirase el día de mañana y recordara que hubo un tiempo en el que le conocieron como ‘el príncipe turbo’ y en el que los escándalos se solapaban en su historial.
El tiburón representa el poder, la autoridad y la fuerza; conceptos con los que el marido de Mary Donaldson debía sentirse muy identificado cuando se lo hizo grabar. No es el único que luce. En el brazo derecho luce otro que rara vez muestra. Al estar en la zona del antebrazo suele estar cubierta y poco se sabe sobre el mismo o lo que representa.
Federico, adicto a los escándalos
Un quebradero de cabeza más para su madre, la reina Margarita. ¿Pero qué se ha hecho? Cuando le vio entrar con la herida a medio curar. Ojos en blanco y un ‘no hago carrera de este niño’ en versión danesa. Porque Margarita, cuando Federico apareció con el dibujo de marras, ya llevaba acumulados unos cuantos disgustos. Quizás, el primero y más importante de todos vino cuando fue detenido por la policía cuando su novia conducía su coche y ambos iban en estado de embriaguez. Les tocó pasar la noche en el calabozo y, además, enfrentarse a que las cortes danesas pusieran en entredicho sus capacidades como futuro monarca. ¿De verdad iban a tener un rey con antecedentes? La respuesta se la dio la propia reina: sí. Eso sí, le mandó a un carísimo internado, para que el joven sentara la cabeza.
Aquello del exceso de velocidad supuso una verdadera revolución, y ocasionó que la prensa danesa le otorgara el título de 'príncipe turbo', irónico y acertado a partes iguales.
Federico de Dinamarca también pisaba el acelerador con las mujeres. En poco tiempo se le conoció varias novias de un perfil muy similiar: guapas, modelos y del total desagrado de su madre. Ninguna era suficiente para ella, que le repetía que debía buscar entre chicas de su misma posición. Pero esas no parecían ser del agrado de Fede. Con una, incluso, se llegó a hablar de boda, pero la reina lo paró en seco. Mary tampoco la volvió loca de contenta, pero, al menos, no poseía un pasado escandaloso.
Federico, ¿el primer rey tatuado?
¡Los reyes no se tatúan! O sí, porque Juan Carlos I luce un ancla en honor a su padre, don Juan de Borbón, el que de verdad marcó en tinta todas sus andanzas. Los brazos del padre del rey eran los de un marinero al uso. Lucía dragones, indios y chinos, hechos en sus viajes a lo largo y ancho de sus travesías. “Era costumbre que los marinos que viajaban a Asia se tatuaran. El trabajo llevó tres horas”, se recogió en ’30 Minuts’.
Pero Federico no es ningún buscavidas ni tampoco un aventurero. Es el hijo de una reina al que le costó centrarse en sus deberes de heredero. Quizás, con perspectiva, al mayor de Margarita le habría gustado ser como don Juan, enrolarse en la marina y encadenar viajes. Pero la vida le tenía (y le tiene otros planes) Pero ya es demasiado tarde. Mañana mismo le coronan y todo el peso de la institución reposa sobre él. De la institución y de su matrimonio, porque si no había ascenso al trono, había divorcio. Así de claro se lo dejó Mary Donaldson tras la publicación, por parte de la revista Lecturas, de su noche madrileña en compañía de Genoveva Casanova. El último escándalo con el que ha cerrado su etapa como príncipe. Que dé comienzo la de rey.