Enorme preocupación por la salud del rey Carlos, por Pilar Eyre

Empeora cada día y sigue a duras penas con su agenda. Hace unos días acudió a los actos por el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

REY CARLOS III
GTRES

Auschwitz. El lunes pasado reyes y jefes de estado de todo Europa acudieron para conmemorar el 80 aniversario de la liberación de ese infierno nazi llamado campo de concentración. Todos ellos tiritaban, pero Carlos III caminaba, emocionado y sereno, a pesar de su grave enfermedad, haciendo suyo el juramento de los reyes ingleses, “me comprometo a seguir con mis obligaciones el mayor tiempo posible”. 

Hasta el mismo domingo los médicos le aconsejaron que no viajara. Es cierto que la ocasión era importante y que tanto el rey como su hijo han presidido distintos memoriales del holocausto en los últimos meses, una causa en la que ambos están muy comprometidas. Pero el estado de salud de Carlos empeora día a día. Aunque no se publican en ningún medio serio, corren rumores que el avance de su cáncer es imparable, hasta el punto de que cuando el otro día le preguntaron en un acto “¿Cómo está?”, respondió con amargura, “todavía vivo”.

No sabemos aún el tipo de tumor que tiene ni cuál es su tratamiento concreto o su pronóstico, fuera de algunos partes muy poco comprometedores, “sigue su tratamiento”, “en el 2025 tendrá los mismos protocolos de salud”, “su agenda se ajustará a sus circunstancias”... Ahora, eso sí, en ningún momento han hablado de “remisión”, como han hecho en el caso del carcinoma de su nuera.

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Retroceso en su salud

Y en este punto todo puede cambiar de la noche a la mañana porque la enfermedad es imprevisible. Durante el viaje que hizo el rey a Australia, en noviembre, los médicos accedieron a regañadientes a interrumpir once días el tratamiento, pero el resultado fue un retroceso en su estado que hizo saltar las alarmas. Y a partir de entonces solo mantiene audiencias cortas, casi todas en su casa y muy medidas, aunque la proliferación de imágenes, la mayoría retocadas, nos hagan pensar que su actividad es incesante. En el mes de octubre, en unos días de bonanza, se sometió en Sandringham a una sesión de fotos muy completa con distintos atuendos para tener material inédito de archivo. Así, en el reciente evento literario “la noche de Burns”, Carlos se pudo unir a la celebración con una foto con falda escocesa procedente de esa sesión.

Porque, a pesar de los continuos cantos a la transparencia y de ir con el signo de los tiempos, la situación es muy oscura, aunque las evidencias sean muy claras: fingir que no pasa nada hasta el último momento. Así lo hizo su abuelo, Jorge VI. El padre de la reina Isabel. Fumador de cuatro paquetes de tabaco diarios, le descubrieron un cáncer muy agresivo y le extirparon el pulmón izquierdo, aunque el derecho lo tenía también devorado por la enfermedad. Estos hechos se ocultaron a la opinión pública, a la que se dijo que el rey solo tenía un fuerte resfriado, y durante cinco meses se murió a chorros delante de sus súbditos sin que nadie se diera cuenta.

Se le proporcionaba una medicación muy fuerte para que mantuviera el tipo en las audiencias, unos hablan de cocaína y otros de anfetaminas, pero aun así se tenía que retirar cada poco tiempo para cambiarse porque el sudor le empapaba el uniforme. Debía dormir sentado y su discurso de Navidad lo tuvo que grabar porque las toses lo interrumpían constantemente. Murió pesando solo 50 kilos, pero su fallecimiento se anunció de esta manera: “el rey se acostó en perfecto estado de salud y murió de un infarto mientras dormía”.

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