Leonor agitaba el brazo con ilusión y alegría a su llegada a Las Palmas. Su rostro, de nuevo, volvía a reflejar el cansancio de la vida a bordo, pero, además, su cuerpo empezaba a mostrar las primeras magulladuras provocadas por la exigencia física que demanda su nuevo hogar, el histórico buque Juan Sebastián Elcano.
Los moratones de su brazo destacaban aún más debido a su tez pálida. La princesa no podía esconder estas ‘heridas de guerra’, que la acercan a sus compañeros y, a quien la contempla, entender que esta travesía no es ningún crucero para ella.
La hija de los Reyes ha subido a la embarcación para aprender y para trabajar sin descanso. Como una guardiamarina más. Ya lo dejaron claro cuando atracó en Tenerife, donde fue denominada, únicamente, por sus apellidos, al igual que el resto de sus compañeros. Desde la Armada y Casa Real se insiste en que esta no está recibiendo ningún trato preferencial y que es una más. Detalles como estos morados en el brazo hacen ver que así es.
Las heridas de guerra de Leonor
No está habiendo ninguna clase de contemplación con ella y en su físico ya se aprecian el paso de los días y la dureza de las condiciones. En Elcano estudian pero también ponen en práctica, sobre el terreno, todo lo aprendido en las aulas. Toca subirse al palo mayor, arriad las enormes velas y hacer guardias nocturnas que, a buen seguro, son de los retos más duros.
Estas guardias a deshoras, cumpliendo con un estricto horario en el que se reparten las franjas entre los alumnos, podrían ser las responsables de las ojeras que la princesa lleva presentando desde que atracó la nave.
Rostro de agotamiento por el enorme esfuerzo físico que realizan todos los integrantes del buque. En su día, las vigilancias nocturnas también hicieron estragos en su padre, Felipe VI.
Su padre "solo era un crío asustado"
“El programa de la princesa es una copia exacta del que siguió su padre el 9 de enero de 1987”, cuando cumplió el Rey con su formación en el mar. Pilar Eyre, en su blog para Lecturas, destacaba “la tormenta espantosa” con la que tuvo que lidiar un imberbe Felipe de solo 19 años y en la que todos sus compañeros acabaron mareados.
“(El Rey) se tuvo que levantar a medianoche para su primera guardia y cuando salió a cubierta, una ola lo tiró al suelo y se dio un gran golpe en la cabeza. Dos horas más tarde de incesante lucha contra los elementos, otra ola se estrelló contra la proa y rompió un palo, pero hasta cuatro horas después Felipe no pudo volver a su litera. Empapado, exhausto, aún tuvo que ayudar a los compañeros que se mareaban y habían llenado la camareta de vómitos”. Así recoge la periodista catalana experta en realeza c��mo fue la fatídica primera guardia de Felipe, que destacaba que, en el barco, el heredero no era un príncipe, tan solo era “un crío agotado”. Y esto mismo podría estar pasándole a su hija.
La aventura no ha hecho más que empezar. A Leonor le esperan cinco meses de sustos, sinsabores, preocupaciones y, también, recuerdos imborrables. En este tiempo, la futura reina recorrerá 8 puertos internacionales, con paradas en Brasil, México o Nueva York, donde debería recibirla el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.