Mucho ha llovido desde que Carolina de Mónaco acaparó titulares día sí, día también, por su reputación de princesa enamoradiza, rebelde y casquivana. En la actualidad lleva una vida muy acomodada y relativamente tranquila en Montecarlo, donde suele compartir tiempo con sus nietos. Aunque, según algunas fuentes, la hija mayor de Raniero III de Mónaco y Grace Kelly ha tenido sus más y sus menos con sus tres retoños mayores —Andrea (nacido en 1984), Carlota (1986) y Pierre (1987), fruto de su relación con el malogrado empresario italiano Stefano Casiraghi—, y aún hoy existen rencillas personales entre ellos.
En ese sentido, la propia Carlota confesó en una entrevista que la relación que mantiene con su progenitora es "ambivalente. Tienes la sensación de que incluso cuando tienes tus propios hijos, sigues luchando por encontrar tu propio espacio". A Pierre, por su parte, no le gustó nada que su madre recibiera con frialdad a su esposa Beatrice Borromeo —principalmente porque pertenecía a un gremio, el de los periodistas, que en ciertos momentos ha sido bastante crítico con ella, y porque la joven hizo una serie de declaraciones políticamente incorrectas —como cuando se declaró atea y de izquierdas o cuando describió la monarquía como algo totalmente "anacrónico"—.
Con quien Carolina sí se lleva realmente bien, o al menos eso comentan fuentes de su entorno, es con su hija pequeña, Alexandra de Hannover, fruto de su relación con el aristócrata alemán Ernesto de Hannover. La joven nació en julio de 1999, apenas seis meses después de la boda de los susodichos. Y aunque los Grimaldi son católicos, fue bautizada por el rito luterano por empeño de su padre, que no quería que Alexandra se quedara fuera de la línea de sucesión al trono de Inglaterra, donde ocupa un puesto lejano tras sus hermanos mayores —no hay que olvidar que Ernesto es descendiente en línea directa de la reina Victoria de Inglaterra y de los reyes Jorge I y Jorge III de Inglaterra—.
Una vida discreta
En los siguientes años, el aristócrata alemán protagonizaría más de un escándalo por sus problemas con el alcohol y su complicado carácter. De hecho, su forma de ser acabó colmando el vaso de la paciencia de Carolina, que en 2009 tomó la decisión de separarse de él —aunque ninguno ha querido firmar el divorcio por una cuestión de interés—. Por lo visto, Alexandra mantiene una buena relación con todos sus hermanos pero apenas tiene contacto con su progenitor, al que no le sentó nada bien que, en el año 2018, su hija pequeña tomara la decisión de convertirse al catolicismo.
Alexandra creció lejos del foco mediático. Empezó estudiando en un colegio público de Le Mée-sur-Seine, a las afueras de París, y después se matriculó en una escuela privada de Mónaco, el Institut catholique François d'Assise-Nicolas Barré. Con diez años probó a patinar sobre hielo y se acabó enamorando de esta disciplina. No en vano, acabó ganando varios trofeos e incluso participó en el Festival Olímpico de la Juventud Europea como abanderada de la federación monegasca.
"Aunque tuve que dejarlo un año antes de acabar mis estudios de bachillerato (tenía mucho que estudiar y debía prepararme para el acceso a la universidad), quedará ahí como un aspecto clave de mi vida", comentó al respecto en una entrevista en 2020. "Admiro esa mezcla que tiene de componente artístico y de disciplina atlética. Su nivel de exigencia. Tenía, por supuesto, que aparecer cada día en los entrenamientos, pero había algo mejor; saber que nadie podía hacerlo por mí. Al deporte le da igual quién seas o de dónde procedas. Debes esforzarte igual que los demás".
Su vida actual
Efectivamente, después de terminar el Bachillerato Alexandra se trasladó al otro lado del Atlántico para estudiar Ciencias Políticas y Filosofía en la Universidad de Nueva York —según sus propias palabras, más con el deseo de nutrirme intelectualmente que con una visión laboral"—. Y en aquella misma entrevista dijo que sigue sin ser consciente del todo de su condición de princesa: "Trato de no pensar en ello sin dejar de agradecer, por supuesto, lo privilegiada que he sido. Pero quiero una vida normal".
Poco amiga de las apariciones públicas, la muchacha de 25 años suele participar en eventos como el famoso Baile de la Rosa, fiesta solidaria impulsada en su día por su abuela Grace Kelly, y, desde hace ocho años sale con Ben-Sylvester Strautmann, un joven millonario alemán que creció en el Principado (donde sus padres trabajaban en el sector bancario), estudió administración de empresas en el King's College de Londres y, en su tiempo libre, ejerce de DJ en algunos de los clubes más selectos de la Costa Azul —cosa que por lo visto no entusiasma a su suegra, que algo sabe a estas alturas sobre los riesgos de una noche de fiesta—.
Hace apenas unas semanas, Alexandra compartió en sus redes sociales una imagen de su ceremonia de graduación, celebrada en la Universidad de Columbia, con sede en París, donde ha estudiado la carrera de Historia y Literatura. Aunque ya aseguró a la revista española Telva que en realidad le gustaría dedicarse "a algo relacionado con el arte o la moda" y que piensa que "sería una gran personal shopper. Compraría para los demás, así que disfrutaría de ese placer pero en un segundo plano, sin sentirme culpable. Me quedaría con la mejor parte".