Letizia Ortiz no nació formando parte de la realeza, ni tampoco procedía de la aristocracia. Cuando ella vino al mundo en septiembre de 1972, en el antiguo Sanatorio Miñor de Oviedo, ni siquiera había todavía rey en España, donde el dictador Franco asumió de forma fullera la Jefatura del Estado. Aunque ya entonces tenía decidido que su heredero fuese Juan Carlos de Borbón, al que llama príncipe de España, un título que él se inventa, y le formaba para ello. Sea como fuere, el nacimiento de aquel bebé ovetense fue un acontecimiento en el hogar de su modesta familia asturiana, capitaneada por un padre periodista y una madre enfermera que debían ver a los miembros de la familia real española como seres de otra galaxia.
Cuando el mundo se enteró de la existencia de Letizia, causó cierta sorpresa el hecho de que su nombre se escribiese con Z en vez de la C habitual en España. La explicación a ese hecho es sencilla: a su madre le gustaba cómo sonaba el nombre Letizia pronunciado a la italiana y decidió que se lo pondría a su primera hija. Cuando el padre de la niña, Jesús Ortiz, se personó en el Registro Civil para inscribirla, el funcionario le dijo que ese nombre no era válido, porque no está en el santoral español, y que debía anteponerle el católico y apostólico María. Jesús no estaba dispuesto a pasar por ahí, así que se dirigió al Obispado para pedir autorización.
"El religioso que le atiende encuentra una advocación de la Virgen en Italia, La Madonna della Letizia, Nuestra Señora de la Alegría", cuenta Carmen Duerto en ‘Letizia, una mujer real’. "Alabado sea el Señor. Jesús ha salvado el requerimiento de su esposa. Con las mismas, el comprensible y amable religioso le rellena una cuartilla con la autorización para librar al funcionario del Registro de cometer una infracción. Y así, escrito a mano en el formulario, queda constancia de que sus padres, Jesús José Ortiz, estudiante, y María de la Paloma Rocasolano, asistente técnico sanitaria, se han casado un año antes en Oviedo, e inscriben a su hija como Letizia Ortiz y Rocasolano en el lomo 020889, página 449".
Al igual que sus dos hermanas menores, Telma y Érika, la asturiana no estudió en ninguno de los elitistas colegios privados de su ciudad, sino en un centro escolar público, La Gesta-1, bastante próximo a la casa de los abuelos paternos. Algunos de sus profesores recordarían años después lo meticulosa que Letizia era de niña. “Como alumna y compañera, Letizia era un ejemplo de educación y disciplina”, comentó a los medios una de ellas. "No daba ni un problema a nivel de comportamiento. Era muy educada”. También manifestaba con gran viveza lo que sentía o pensaba cuando a los diez años tomaba asiento frente al micrófono de El columpio, el programa infantil que tuvo en radio Oviedo, con su padre de guionista.
La tranquila vida de Letizia en Oviedo
En su casa, Letizia vivió siempre rodeada de periódicos. Ese hecho, unido a todas las horas que pasó en la radio, acompañando a su padre o viendo cómo su abuela paterna, Menchu Álvarez, ejercía de locutora de éxito, fueron creando en ella interés por el periodismo. “Un par de años de solfeo y otros cuantos de ballet serán sus extraescolares y el Seat Seiscientos familiar el autobús escolar de las tres niñas: Letizia, Telma y Érika. No sobra el dinero, sus gastos son los normales de una familia convencional ovetense que como gran lujo se desplaza en taxi porque es de la familia y lo conduce el abuelo Francisco”, apuntó Duerto en su libro.
La tranquila vida que la familia Ortiz Rocasolano llevaba en Oviedo se trastocó cuando a Jesús Ortiz le surgió en 1984 una oportunidad laboral en Madrid, en el despacho de comunicación de un paisano asturiano, Lalo Azcona, al que muchos recordarán frente a la cámara, presentando el telediario con el nudo de la corbata torcido. A los quince años, Letizia se mudó con su familia a la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid y, al igual que sus hermanas, continuó sus estudios en el horario nocturno del instituto público Ramiro de Maeztu. Fue en 1990 cuando aquella joven de ojos grandes y abiertos comenzó la carrera de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Según sus compañeros de facultad, Letizia mostraba habitualmente su inquietud, su seguridad, su enorme capacidad de trabajo y su ambición. A todas luces tenía claro lo que quería cuando realizó prácticas en la sección de economía del diario asturiano ‘La Nueva España’, fue corresponsal de ‘ABC’ en el municipio de Rivas-Vaciamadrid, y trabajó en la redacción de internacional de la agencia Efe. Al poco de terminar la carrera, quiso pasar seis meses en México para completar sus estudios en el Departamento de Estudios de Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara.
Quienes compartieron tiempo con ella en el país azteca recuerdan a Letizia como una mujer de gran fuerza de carácter que quería ser independiente y alardeaba de ser feminista. “Era muy firme, tenía muy definidas las metas en la vida”, dijo Olimpia Nájera, hija de la familia con la que Letizia convivió durante su estancia en Guadalajara. “Recuerdo que una vez fuimos a un bar y llegó el mesero a prenderle un cigarro y gritó: 'Tía, pero cómo me van a prender un cigarro; no estoy inválida'. En el momento en que mi amigo pagó la cuenta, también se exaltó y dijo: '¡A mí no me gusta que me paguen nada. No quiero compromisos con nadie!”.
Letizia cruza el charco: retratos, reportajes y hasta una película
Durante su aventura mexicana, Letizia ganó un dinero extra entrevistando artistas para el diario Siglo 21, donde firmaba con el seudónimo 'Ada', y repartiendo cigarrillos de la marca Boots. También fue retratada al menos dos veces sobre lienzo y con pintura al óleo. El periodista y fotógrafo Leonardo Faccio relata en Letizia, la reina impaciente que hoy esos retratos "se han revalorizado". Uno de ellos, donde Letizia aparece emergiendo del mar "con cuerpo de sirena y cuatro brazos, como una diosa hindú", ilustró el disco Sueños líquidos, del grupo mexicano Maná. El otro retrato, que lleva por título ‘La maja desnuda’, y la muestra "de pie y con el torso descubierto sobre un fondo donde flotan pinturas de Goya en miniatura", acabó en la casa de un empresario mexicano que colecciona pintura ecuestre.
Cuando Letizia regresó de México a Madrid le propusieron interpretar el papel de un ángel ante una cámara de cine y ella aceptó. Fue en el cortometraje ‘La mirada del ángel’, del director Norberto López, producido por la agencia Efe para promocionar la televisión de alta definición. "Letizia Ortiz era la musa de un pintor obsesionado con recuerdos de su infancia", señala Faccio. "En el póster de promoción, ella luce una túnica beige, bucles sobre los hombros y tiene en la espalda alas doradas que la convierten, como en México, en la modelo perfecta de un artista nostálgico".
Siempre se ha dicho que el corazón es un músculo impredecible. Lo cierto es que el de Letizia empezó a latir fuerte por su profesor de Literatura en COU, Alonso Guerrero. El extremeño tenía entonces 27 años y ella 17, pero ello no fue impedimento para que los dos iniciaran un largo noviazgo que en agosto de 1998 terminó en boda. Fue una ceremonia íntima en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Almendralejo (Badajoz), localidad del novio, frente a apenas cien invitados. Oficiaba la boda (civil por expreso deseo del novio) Manuel Jesús Morán, íntimo amigo de Alonso y por entonces alcalde del pueblo.
El banquete nupcial tuvo lugar en el restaurante El Paraíso. Su responsable, Fernando Campomanes, comentaría luego que Letizia se ocupó personalmente de los menús, "que le enviaban por fax porque siempre estaba muy ocupada". Poco después de celebrar su boda, Letizia fue testigo de la separación de sus padres. Parece ser que Paloma tardó varios años en superar el divorcio. En cambio, Jesús se rehizo pronto junto a Ana Togores, quien aportó una hija y el domicilio donde establecerse (y donde por lo visto Letizia acudiría a tomar el roscón de Reyes cada Navidad desde entonces).
Del divorcio a su salto a Televisión Española
Duerto opinó que aquellas situaciones fueron forjando la personalidad de Letizia: "En casa ve cómo se desestructura su familia y cómo se puede rehacer una pareja. Algo a la orden del día en el mundo en el que ella vive". También lo complicado que es conciliar su reciente matrimonio con el trabajo que impone la televisión, un medio hacia el que encaminó sus pasos después de hacer un máster en periodismo audiovisual. No en vano, el amor entre Letizia y Alonso se rompió dieciocho meses después del matrimonio. Algunos familiares y allegados del escritor llegaron a comentar que Letizia sufrió mucho, y que adelgazó varios kilos que nunca llegó a recuperar, porque todo fue culpa de terceras personas.
A la joven le ayudó mucho volcarse a su labor en el equipo fundacional de CNN+. Según Mábel Galaz en ‘Letizia Real’, sus compañeros de canal “la recuerdan llegando casi al amanecer a los estudios de televisión y con los periódicos bajo el brazo. También cómo traía de cabeza a la esteticista para que su maquillaje fuera perfecto, pero discreto; cómo estaba obsesionada con que su cabello tuviera volumen antes de salir en pantalla, y cómo su por entonces novio David Tejera, también periodista de la casa, le llevaba una tartera con comida porque a veces se sentaba ante la cámara sin haber probado bocado”.
En la cadena se comentaba su perfeccionismo, que a veces podía ocasionarle roces con sus compañeros de redacción por la disparidad de criterios sobre cómo dar una información. Aquel alto nivel de autoexigencia no se desvaneció cuando en 2000 fue contratada por Televisión Española, donde formó parte del equipo del Telediario segunda edición, presentó el programa Informe semanal y el Telediario matinal, e hizo reportajes como enviada especial. “Yo nunca he pensado en otra cosa en la vida”, comentó Letizia sobre su profesión. “Me encanta mi trabajo, disfruto mucho y tengo la suerte de dedicarme a algo que me gusta y que siempre he querido. Una nace periodista y muere periodista”. Entonces desconocía que su vida estaba a punto de dar un giro de guión inesperado.