Charlene lo ha vuelto a hacer. Y no es que sea sorprendente, pero la estampa de Alberto de Mónaco de nuevo solo asistiendo a un encuentro deportivo aviva el conocimiento de una relación que, a pesar de sus esfuerzos, cada día es más fría y distante.
Mucho se ha hablado de la decisión de la princesa de no acudir a la mayoría de los actos oficiales que, como representante del Principado, debería cubrir en su agenda. A excepción de las fiestas de Santa Devota, patrona de Mónaco, del Día Nacional y de la Gala de la Cruz Roja, Charlene está reduciendo cada año más sus apariciones públicas con la excusa de atender a sus hijos el mayor tiempo posible.
A pesar de que ambos son grandes aficionados a las competiciones deportivas, hace más de un año que no acuden a ningún encuentro juntos. Ni siquiera la princesa viajó a Japón con motivo de la entronización el nuevo emperador Naruhito, desplazamiento en el que su marido aprovechó para llevar a sus pequeños Jacques y Gabriella a animar al equipo sudafricano de rugby.
Lejos de querer estar solo, suele llevarse a su sobrino Louis Ducruet o a algún otro miembro de clan Grimaldi que le otorgue, por unos momentos, la compañía que últimamente no consigue encontrar en su mujer. En lo que va de año, ya han sido varias las ocasiones en las que Alberto de Mónaco. Este mismo fin de semana acudía al Campeonato de las Seis Naciones en el Stade de France, ubicado en la región francesa de Saint-Denis.
El encuentro enfrentaba a los equipos de Francia e Inglaterra en la Rugby Union, y era testigo una vez más de la gran pasión del soberano monegasco ante esta modalidad deportiva. Mientras tanto, Charlene continúa su vida, cada día más privada y secreta en la que, de vez en cuando, protagoniza momentos privados tan sorprendentes como criticados, como resultó ser el pasado mes de noviembre, cuando era captada por las cámaras celebrando la final del Mundial de Rugby en un bar mientras su marido atendía su agenda oficial.