Carolina de Mónaco: la verdad sobre su vida actual y la relación (difícil) con todos sus hijos

El papel institucional de la hija mayor de Raniero y Grace fue disminuyendo después de que su hermano Alberto asumiera el trono en 2005

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Carolina de Mónaco, junto a algunos de sus hijos
Gtres

Carolina Grimaldi (67 años) fue la heredera de la corona de Mónaco hasta que, apenas catorce meses después de su nacimiento, vino al mundo su hermano Alberto. Siendo adolescente, la hija mayor de Raniero y Grace abandonó el Principado para marcharse a París a estudiar Filosofía. Allí se empezó a granjear cierta reputación de mujer casquivana. Contribuyeron mucho a la causa su gusto por las fiestas y su relación con Philippe Junot, un mujeriego hombre de negocios con el que se casó en 1978, en contra de la voluntad de sus padres. Pero el amor entre ellos se esfumó cuando salió publicada una fotografía donde el francés aparecía cogido de la mano de la actriz Giannina Facio. Su divorció se pronunció en 1980 y Carolina fue duramente criticada por algunos.

Tras aquel desengaño, la princesa intercambió arrumacos (y seguramente algo más) con tipos como el tenista Guillermo Vilas, según algunos su gran amor. Luego se enamoró hasta el tuétano de un joven empresario italiano, Stefano Casiraghi, con el que se casó por lo civil y tuvo tres hijos —Andrés (nacido en 1984), Carlota (1986) y Pedro (1987)—. Esta boda fue muy comentada, entre otras cosas, porque se celebró al poco de que la madre de la novia perdiera la vida en un desafortunado accidente. Cuando aquello ocurrió, Carolina sustituyó a Grace como primera dama del Principado y muchos pensaron entonces que la princesa monegasca había sentado la cabeza.

La mala suerte volvió a cruzarse en su camino en octubre de 1990, cuando su esposo perdió la vida accidentalmente mientras participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo. Al cabo de un tiempo, como buena yonqui del amor, Carolina empezó a salir con el  aristócrata alemán Ernesto Augusto de Hannover, que le dio una hija —Alexandra de Hannover— y también unos cuantos disgustos debido a su mal carácter, sus problemas con el alcohol y sus continuos jaleos con la justicia.

Papel institucional

Ernesto y ella se casaron en 1999, y diez años después optaron por tomar caminos separados. La ruptura fue amistosa y ninguno de los dos ha querido firmar el divorcio, según algunos medios, por un pacto alcanzado entre Carolina y los dos hijos mayores de Hannover —Ernesto Augusto y Cristian, fruto de la relación entre el alemán y la heredera suiza Chantal Hochuli— para preservar el importante patrimonio familiar. Parece ser que la princesa sigue manteniendo buena relación con sus hijastros, a quienes trata como si fueran de su sangre, y se lleva muy bien con Alexandra, que a su vez aprecia tanto a sus hermanos Casiraghi como a los Hannover. Menos buen rollo hay entre la muchacha y su padre, quien la obligó a ser criada en el protestantismo y se enfadó cuando se enteró de que su pequeña del alma había decidido convertirse al catolicismo.

Como cabía esperar, el papel institucional de Carolina disminuyó progresivamente. Cuando Raniero III de Mónaco falleció en 2005, el mandato del príncipe pasó a manos de su hijo Alberto, quien ya llevaba un tiempo ejerciendo de brazo derecho de su progenitor. Cuando Alberto se casó con Charlene en 2011, las hermanas Grimaldi, con quienes la exnadadora olímpica mantiene una relación respetuosa pero distante, fueron quedando relegadas a un discreto segundo plano. Aunque Carolina ha seguido siendo anfitriona del famoso Baile de la Rosa, una fiesta que ideó su madre para recaudar fondos destinados a proyectos solidarios, y no ha dudado en echar una mano a Alberto en momentos puntuales, como aquella época en la que su cuñada se ausentó de algunos actos, por "agotamiento emocional y físico", dejando solo a su marido. 

Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover

Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover.

Gtres

Ahora, a sus 67 años, Carolina lleva una vida tranquila —no se le ha vuelto a conocer pareja— y más que acomodada en Montecarlo, donde disfruta de su papel de madre y abuela. Su hijo mayor, el siempre discreto Andrea, se casó con la multimillonaria Tatiana Santo Domingo en 2013, tras siete años de relación, y ya tiene tres retoños: Sacha, India y Max. Aunque la princesa no ve a ninguno de ellos con demasiada frecuencia, puesto que la familia vive a caballo entre varias ciudades, se dice que Tatiana, que es nieta del magnate Julio Mario Santo Domingo y posee una fortuna de 2.000 millones según la revista 'Business Insider', es su nuera favorita. 

Rencillas familiares

Asimismo, Carlota Casiraghi tuvo un hijo con el cómico francés Gad Elmaleh y más tarde engendró otro con el productor de cine Dimitri Rassam, del que se divorció recientemente. A Carlota no le gusta revelar todo lo que sucede entre su madre y ella, pero en una entrevista con 'Town & Country' confesó que la relación que ambas mantienen "sigue siendo ambivalente. Tienes la sensación de que incluso cuando tienes tus propios hijos, sigues luchando por encontrar tu propio espacio".

Carolina de Mónaco y Carlota Casiraghi
Gtres

Por último, Pierre Casiraghi se casó con la periodista y aristócrata italiana Beatrice Borromeo, con la que tiene dos hijos. Dicen las malas lenguas que Carolina recibió con frialdad a Beatrice, primero, porque la mujer pertenecía a un gremio (el de los periodistas) que siempre fue bastante duro y crítico con ella, y segundo, por algunas declaraciones de la italiana que dejaban entrever su poco cariño hacia la nobleza y la realeza.

Precisamente hace unos días, algunos medios se hacían eco del aparente distanciamiento entre Pierre y su hermana Carlota. ¿El motivo? Que la llamada 'princesa filósofa', que evita hablar de su ex o coincidir con él a toda costa, podría haber vivido como una traición el hecho de que Pierre y su mujer apoyaran hace unos días en Cannes la nueva película producida por el francés. Desde luego, en todas casas cuecen habas; y en la de los Grimaldi, a calderadas.