La fría y distante relación entre Charlene Wittstock (45 años) y su cuñada la princesa Carolina (66 años) ha hecho correr ríos de tinta. Para la exnadadora olímpica, reconvertida en princesa del pequeño principado, aterrizar en la familia Grimaldi no ha sido tarea fácil. Si la cara es el espejo del alma, como dice el refrán, está claro que Charlene no es feliz en Mónaco y tan solo sus dos hijos, Jacques y Gabriella, son capaces de arrancarle una sincera sonrisa. Y es que la mala relación con la hija mayor de Rainiero ha marcado su vida y ha complicado su adaptación no solo a la familia real, sino a ala sociedad monegasca.
A pesar de que tanto a Charlene como a Carolina les gusta el derroche de dinero en vestidos, joyas y otros lujos, no hay nada que logre un acercamiento. El afecto entre ellas, tal como ha recogido 'Tarde AR', es inexistente. En más de una ocasión han evitado coincidir en fiestas y eventos, como el baile de la rosa. Esta enemistad nació, nada más y nada menos, que en julio de 2011 cuando Alberto de Mónaco y Charlene se casaron. Desde ese momento, Carolina, que había sido la mujer royal número 1 en Mónaco, tuvo que dar un paso atrás para dar el protagonismo a su cuñada.
Juntas y sonrientes por los derechos de los niños
A pesar de toda esta situación, Charlene ha aprendido a hacerse un hueco y a enfrentarse a lo que sea. Y, le guste o no, está claro que ella y su cuñada están condenadas a entenderse. Juntas y sonrientes, pudimos verlas durante un acto del Día Internacional de los Derechos del Niño el pasado noviembre tras la celebración del Día Nacional de Mónaco. En el parque de la princesa Antonieta, Charlene y sus hijos participaron en las numerosas atracciones organizadas por el ayuntamiento. Con ellos estaba también la princesa Carolina, que se hizo acompañar de su nieto Balthasar, el hijo que Carlota tiene con su ahora exmarido, Dimitri Rassan.
Charlene y sus gemelos, y Carolina, con su nieto Balthasar, juntas y sonrientes.
Sorprende la amplia sonrisa de Carolina, a quien siempre se le atribuye cierta cara de fastidio cuando tiene que compartir espacio y tiempo con Charlene. Este cambio de actitud entre las cuñadas podría suponer el principio del fin de su hasta ahora mala relación y, quien sabe, quizá sirva para que Charlene vuelva a asistir al Baile de la Rosa, la cita internacional más destacada de cuantas se celebran en el principado y en el que Carolina es la auténtica reina.
¿Quiere decir estas imágenes que Charlene volvera al Baile de la Rosa? En 2014, Charlene decidió no asistir más al Baile de la Rosa, precisamente, para no eclipsar a su cuñada, digna heredera de su madre, Grace Kelly, quien atrajo a Mónaco todo el glamour de Hollywood. Cada año, la asistencia de Charlene al acto, que el año pasado tuvo entre sus invitadas a Isabel Pantoja, es una incógnita. Este próximo mes de marzo, cuando tenga lugar una nueva edición de este baile benéfico, saldremos de dudas.
Una mala relación que viene de tiempo atrás
Cuando Alberto decidió casarse con Charlene en 2011, creyó que se repetiría la situación que vivió Grace Kelly, que dejó su carrera de actriz para convertirse en la princesa más glamurosa de Europa. La llegada de Grace Kelly no solo trajo al principado a numerosas estrellas de Hollywood, sino que también atrajo a numerosos inversores y magnates de todo el mundo. Pero aquella era otra época y ni Charlene es Grace Kelly ni Alberto es Rainiero de Mónaco. Las cosas como son.
Para Charlene, el referente de Grace Kelly era poco menos que inalcanzable. A Alberto, lo que más le preocupaba era la reacción de sus dos hermanas, Carolina y Estefanía, y tal y como él temía, no la recibieron con los brazos abiertos. Carolina hasta ese momento se había erigido como la primera dama no oficial de Mónaco, papel que desempeñó desde que en 1982 falleciera Grace Kelly en accidente de tráfico, y que Charlene –o quien fuera– le arrebatara ese papel preponderante de primera dama, no le gustó en absoluto.
La relación de Charlene y Carolina siempre ha sido muy distante. Con Estefanía, sin embargo, se lleva bien.
A esto se suma que la hija de Grace Kelly podría haber albergado alguna esperanza de reinar. No solo porque es la primogénita sino porque su padre, Rainiero, habría querido que ella fuera su sucesora. De hecho, habría pedido un dictado jurídico para saber como gestionar esa situación antes de morir. Una información sorprendente que Claude Palmero, exfinanciero de Mónaco, habría narrado al periódico 'Le Monde'.
La complicidad entre Estefanía y Charlene
Estefanía, por el contrario, como siempre había sido la más rebelde de la familia, aceptó la llegada de Charlene a la familia con mejor actitud. La princesa, además, adora a su hermano, así que dio por buena la elección que este había hecho a la hora de elegir esposa. A esta buena predisposición también ayudó que Estefanía y Charlene compartiesen su afición por el deporte. Cosa que no sucede con Carolina, que solo se siente atraída por la equitación, una actividad más propia de las familias reales y no la natación, deporte en el que destaca Charlene. Para la madre de Carlota Casiraghi, la mujer de Alberto siempre fue poca cosa y nunca estaría a la altura de una princesa.
A pesar de eso tuvo que llevarse un duro golpe el mismo día del enlace real entre Alberto y la nadadora. La princesa de Hannover, a falta de su madre fallecida, fue la madrina de su hermano Alberto en la boda, pero en el banquete nupcial, 'alguien' le quitó el sitio que debía ocupar en la mesa presidencial al lado de su hermano y en su lugar se sentó la madre de Charlene. Enojada, pero sin perder la compostura, Carolina se sentó en la mesa en la que estaban los reyes de Bélgica Alberto y Paola, pero ese día le puso una cruz a su recién estrenada cuñada.
El nacimiento de los gemelos, otro golpe para Carolina
Con la llegada de los gemelos Jacques y Gabriella, Carolina sufrió otra pequeña gran decepción. Mientras Alberto permaneció soltero y tras la muerte de Rainiero, Carolina pasó a ser la heredera al trono. Aunque era harto difícil que ella fuera reina, a pesar de las supuestas intenciones de su padre, sí guardaba ciertas esperanzas de que su hijo Andrea Casiraghi heredara la corona de su tío. Con el nacimiento de los gemelos de Alberto, ese sueño de Carolina quedó disipado para siempre.
Los gemelos Jacques y Gabriella nacieron el 10 de diciembre de 2014.
A pesar de todo, a Carolina le encantan los niños. Ella ha sido madre de cuatro y le encanta estar con sus siete nietos: tres de su hijo Andrea, dos de Carlota y dos de Pierre. Cuando Charlene enfermó en un viaje a su Sudáfrica natal, lo cierto es que sus hijos la echaban mucho de menos, como es lógico. Alberto, su padre, hacía lo que podía, pero la ausencia de la mamá fue muy dura para los pequeños. En ese sentido, más de una vez hemos visto a Carolina hacerse cargo de sus sobrinos en algún acto oficial al que han asistido acompañando a su padre.
Carolina, además, asumió el papel de Charlene acompañando a su hermano a todos aquellos actos en los que, en una situación normal, Alberto habría estado acompañado por su esposa. Dicho de otro modo, Carolina volvió a ejercer de primera dama no oficial, un papel que le entusiasma.
Carolina estuvo muy cercana a sus sobrinos mientras Charlene estuvo enferma.
El enfado de Charlene con Carolina de Mónaco por sus hijos
Claro que ese gesto de Carolina de estar por sus hijos Jacques y Gabriella no terminó de gustar a Charlene. Según la exnadadora, Carolina habría estado tratando de moldear a sus sobrinos, en especial a Jacques, príncipe heredero, en cuestiones de educación, protocolo y saber estar, cualidades de las que debe hacer gala un miembro de la realeza. En cambio, Charlene quiere que sus hijos se desarrollen y crezcan, en la medida de lo posible, como dos niños normales, pues considera que ya les llegará el día en que tengan que asumir distintas responsabilidades.
El príncipe Alberto, flanqueado por su mujer y por su hermana en el último Día Nacional de Mónaco.