Letizia comenzó a contar con su propia agenda en 2007, tres años después de su boda. Según cuentan sus biógrafos, una de las premisas que se autoimpuso fue no entrar en el territorio de su suegra. “La reina Sofía, a través de su fundación y también de sus propios intereses vitales, alcanzaba ámbitos tan dispares como la enfermedad de alzhéimer, la música clásica, la cooperación internacional o los microcréditos”, cuenta Mábel Galaz en 'Letizia real'. “Letizia tuvo, por tanto, que encontrar su sitio, sin hacer sombra a nadie. Como al príncipe, a ella le tocaba esperar y ceñirse a los huecos libres. Poco a poco, fue asumiendo tareas a las que dedicarse y lo hizo en el entorno de la educación, la innovación, las enfermedades raras y la nutrición, un asunto en el que colaboró con la Organización Mundial de la Salud y la FAO”.
Desde el principio, Letizia se sintió permanentemente observada y criticada, algo que la condicionó mucho y la llevó a mostrarse como una persona poco natural y aparentemente fría que medía cualquier paso antes de darlo. Aunque una de las críticas que más le dolieron fueron las de su primo David Rocasolano, que decidió
exponer su intimidad en un libro ('Adiós, princesa') publicado en 2013. Letizia se sintió traicionada por el abogado, que estaba muy unido a ella e incluso la asesoró sobre las capitulaciones matrimoniales en las que la asturiana renunció a la tenencia de sus hijas en caso de divorcio cuando se casó con Felipe. "En caso de separación, mi prima no iba a tener problemas", contó en el libro. "Le quedaba una asignación. Algo más que una asignación, se debería decir. Una residencia de verano y otra de invierno. O sea, también algo más que una residencia. Con su servicio y sus cosas. La vida solucionada, en resumen".
Entre otras cosas, Rocasolano hablaba de la supuesta interrupción de un embarazo en la misma época en que conoció a Felipe de Borbón. “[A David] Le resultaba hipócrita que luego ella hubiera comulgado con una institución que está en contra del derecho a abortar”, sostiene Leonardo Faccio en 'Letizia, la reina impaciente'.
Un libro polémico
“Según su primo, Letizia Ortiz y el príncipe Felipe le habían pedido a él que hiciera desaparecer todas las pruebas de ese embarazo interrumpido de una clínica abortista de Madrid. ‘Si esto lo sabe la madre de Felipe’, dice Rocasolano en su libro que le advirtió su prima, ‘la boda es inviable’. La reina Sofía y la Iglesia católica no
hubiesen consentido que la futura reina, además de ser divorciada, hubiera abortado”.
Tampoco hay que olvidar lo difícil que lo tuvo Letizia desde que, en abril de 2012, Juan Carlos I fue operado de una fractura de cadera, tras sufrir un accidente mientras cazaba elefantes en Botsuana, en plena crisis económica y acompañado por su amante. A raíz del suceso, aquel pacto tácito de silencio que los medios y los partidos políticos españoles tenían con la Casa Real llegó a su fin: la prensa dejó de proteger la imagen del rey de España, y la sociedad española empezó a enterarse de las conductas inapropiadas de un monarca mujeriego e impune.
El deterioro de la Corona, ya afectada por la actuación de Iñaki Urdangarin en el Caso Nóos, se convirtió en uno de los principales asuntos de debate en las reuniones políticas y culminó con la abdicación de Juan Carlos I en su hijo. Eso sí, antes de anunciar su decisión a los españoles, Juan Carlos I echó un pulso a su nuera y a Felipe, al que los monárquicos de viejo cuño han tildado siempre de calzonazos.
La gran crisis
“Juan Carlos I practicó algo que Zarzuela suele hacer mucho, que es el juego de las indiscreciones calculadas”, cuenta el periodista de investigación David González. “A través de algunos medios de comunicación, se intentó trasladar la idea de que el matrimonio de los príncipes de Asturias cojeaba por parte de Letizia, es decir, que ella no estaba bien preparada del todo. Así calaría en la sociedad la idea de que los reyes Felipe y Letizia tendrían que esperar. Fue durante este período cuando aparecieron cosas como ese reportaje de ‘Hola’ titulado ‘Letizia, la princesa de los contrastes’, que tenía bastante mala leche y hablaba de su parte positiva, como mujer profesional y demás, pero también de su mal carácter, de sus arrebatos y de que no era capaz de controlar ciertos instintos. En ese momento, ‘Hola’ apostaba por Juan Carlos, porque él era quien representaba el poder”.
Como cabía esperar, las tensiones vividas durante esa época hicieron mella en el matrimonio de Letizia y Felipe, que tuvieron discrepancias sobre cómo gestionar determinadas situaciones. El periodista Raúl del Pozo, íntimo amigo de Juan Carlos I, escribió en la contraportada de El Mundo una atrevida columna donde aseguraba
que había hablado con "tres altas autoridades del Estado" que afirmaban haber sido testigos de varias broncas entre ambos: "Una alta dirigente política de Madrid me contó cómo Doña Letizia se burló en público y de forma ruidosa el otro día de la falta de ingenio de su marido cuando éste dijo 'Nosotros somos unos mandados'; porque el protocolo les hizo esperar".
Hasta hubo rumores de divorcio cuando en verano de 2013 ella abandonó Palma antes de lo previsto dejando en el palacio de Marivent a su marido y a sus hijas. “La respuesta oficiosa de Zarzuela y la de sus amigos siempre fue la misma: la relación de pareja de los Príncipes de Asturias era ‘sólida’”, contó Galaz al respecto.
“Tienen broncas, como todo el mundo, pero nada más", añadía. "Letizia tiene mucha personalidad, como dejó claro el día del compromiso. Quiere tener voz propia. Pero se llevan muy bien. Ella es su más fiel aliada y sabe que les toca dar sentido a la monarquía en el siglo XXI’. En Palma algo de esto pasó”. Como por arte de magia, todos esos comentarios y habladurías desaparecieron después de que Felipe fuese coronado Rey en junio de 2014.