“Pero qué hijo de p...”, fueron las primeras palabras que pronunció don Juan Carlos cuando le enviaron pantallazos de la revista Lecturas con las fotos de su yerno, Iñaki Urdangarin, de la mano de su amante. Pero, cuando Cristina y él se encontraron la semana pasada en el salón de la lujosa villa que el emérito ocupa en la isla de Nurai, no pronunciaron palabra y se dieron un fuerte abrazo. Padre e hija, que no son de natural afectuosos y que suelen saludarse con un beso en la mejilla, estuvieron abrazados largo rato. Después, el Rey volvió a tomar asiento trabajosamente, ya que no puede tenerse en pie sin ayuda, y entonces sí que hablaron. Vaya si hablaron. No hubo lugar para los reproches ni los “ya te lo dije”, pero el Rey se mantuvo firme en varios asuntos, que estos días ha compartido con sus amigos: preocupación por los nietos, dejar arreglado el tema económico y conocer los movimientos de Iñaki; saber si es cierto, por ejemplo, que va a escribir sus memorias, por las que le han ofrecido medio millón de euros.
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