Andrea Casiraghi, el hijo mayor de Stefano Casiraghi y la princesa Carolina de Mónaco, tenía apenas seis años cuando se quedó huérfano de padre. Todo sucedió el 3 de octubre de 1990, mientras el empresario italiano participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo, concretamente en la segunda manga del Campeonato del Mundo de offshore, del que era campeón vigente. En el campo de regatas había ese día olas de un metro de altura, lo que provocó que su catamarán de doble mando, la Pinot de Pinot, de 42 pies de eslora, volcara. El copiloto, Patrice Innocenti, salió despedido, pero el príncipe consorte permaneció atado a su asiento, soportando todo el impacto de la embarcación al caer al agua, y falleció prácticamente en el acto.
Esa tragedia marcó la adolescencia de Andrea, un tipo sensible que necesitó ayuda psicológica y que, según confesaría luego su abuela, solía ponerse la ropa de su padre para recordarle. Tanto él como sus hermanos pequeños, Charlotte y Pierre, crecieron junto a su madre entre Mónaco y Roc Agel, la casa de campo de los Grimaldi en los Alpes Marítimos. Durante los noventa, Carolina compaginó la crianza de sus hijos con sus compromisos oficiales y un escarceo amoroso con el actor francés Vincent Lindon, con el que vivió una temporada en una vieja granja en Saint-Rémy-de-Provence (Francia). Después se enamoró de Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, y en ese momento novio de una de sus mejores amigas. La pareja se casó en 1999 y siete meses después de la boda dio la bienvenida a su única hija en común, Alexandra de Hannover.
Tras estudiar unos años en un colegio de Saint-Remy, Andrea pasó por el International School of Paris, un prestigioso instituto privado de habla inglesa. Más tarde se matriculó en la Universidad Americana de París, donde se licenció en Artes Visuales y Política Internacional. También pasó una temporada en Madrid, donde obtuvo un máster en el Instituto de Empresa. Aunque este no fue su único contacto con España, ya que el príncipe veraneó con frecuencia en Ibiza, donde algunos lugareños llegaron a verle contento de más. Siguiendo esta misma línea de rebeldía, Andrea fue detenido en 2011 por la policía francesa mientras circulaba a 200 kilómetros por hora en su deportivo —los agentes le quitaron el carné de conducir y le confiscaron el vehículo—.
Pudo reinar en Mónaco
En realidad, Andrea es un hippie-pijo de corazón rebelde que nunca vivió con ilusión eso de ser sometido al escrutinio y tener que guardar la compostura por el mero hecho de ser 'príncipe'. Aunque cuentan que, antes de fallecer en 2005, su abuelo Raniero III de Mónaco se resistió a abdicar a favor de su hijo Alberto debido a que el susodicho no se había casado todavía en esa época, e incluso se planteó seriamente la posibilidad de convertir en su sucesor a su nieto mayor, pues tampoco estaba muy convencido de que Alberto fuese capaz de llevar las riendas del Principado.
Siendo todavía un adolescente, Andrea mantuvo un romance con la aristócrata alemana Caroline Von Stauffenberg. Y ya en 2012, tres años después de que su madre se separara de Ernesto, el de Mónaco anunció su compromiso con una de las amigas de su hermana Carlota, la heredera y diseñadora de moda Tatiana Santo Domingo. Los enamorados se casaron por lo civil en agosto de 2013, a lo que siguió una ceremonia religiosa celebrada en 2014 en la ciudad suiza de Gstaad. Más de uno opina que Tatiana es la nuera preferida de Carolina, que algunas veces viste sus diseños, y lo que sí es un hecho es que Andrea y ella tienen tres hijos en común —Sacha (nacido en 2013), India (2015) y Maximilian (2018)— y representan una de las uniones más estables dentro de ese clan —lo cual tampoco es mucho decir tratándose de los Grimaldi—.
El aspecto angelical y la habitual discreción de Andrea atrajeron siempre la atención de los medios, que han seguido sus pasos desde que con diecinueve años realizó su primera intervención pública en el 43º Festival Internacional de TV de Montecarlo. Al haber crecido en un entorno multilingüe, el príncipe de 40 años habla con fluidez varios idiomas —francés, italiano, inglés y alemán—, y entre sus aficiones destacan la lectura, jugar al fútbol, montar a caballo, practicar deportes acuáticos, esquiar y coleccionar prendas de calidad y relojes Swatch. Dinero para poder costearlos no le falta, ya que, si bien no tiene una ocupación conocida, forma parte de una de las familias reales más ricas de Europa —además de que heredó bastante dinero de su padre, su propia mujer es nieta del magnate panameño Julio Mario Santo Domingo y posee una fortuna millonaria según 'Business Insider'—.
Vida tranquila
Mientras que su hermano Pierre se encarga de los negocios inmobiliarios de los Casiraghi, Andrea suele participar cada año en eventos principescos como el Día Nacional de Mónaco, y todavía dedica parte de su tiempo a su labor filantrópica. En su día pasó ocho meses dando clases a niños desfavorecidos en Senegal, como parte de su trabajo en la Asociación Mundial de Amigos de la Infancia (AMADE), fundada en 1963 por su abuela materna y de la que Carolina es presidenta.
Además, desde 2007 es padrino principal de la Fundación Motrice, dedicada a la investigación y la innovación en el campo de la parálisis cerebral, y también colabora con la Fundación Parálisis Cerebral. A principios de 2023, su familia y él cambiaron Londres, donde habían pasado más de una década, por la localidad suiza de Saanen, donde los cinco disfrutan de cierta tranquilidad y anonimato.