Alberto II de Bélgica reconoce la paternidad de la escultora Delphine Boël

Tras la orden de la Corte de Apelación de Bruselas de practicarse una prueba de ADN, su abogado emitía un comunicado oficial con los resultados

Actualizado a 28 de enero de 2020, 15:59

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Hace casi un año, en mayo de 2019, la Corte de Apelación de Bruselas ordenaba a Alberto de Bélgica que se practicase una prueba de ADN para cotejar la información genética que aclararía la paternidad de Delphine Böel. Ayer mismo se conocían los esperados resultados con un veredicto de lo más interesante.

A sus 51 años de edad, la escultora que reclama desde finales de los 90 ser su hija ilegítima, finalmente es reconocida por el que fue rey de los belgas y, por lo tanto, en hermana del actual monarca, Felipe de Bélgica. El mensaje del reconocimiento de la paternidad llegaba este lunes por parte del abogado del exsoberano, Alain Berenboom, a través de un comunicado oficial.

"Su Majestad el rey Alberto II tiene constancia de los resultados de la muestra de ADN a la que se prestó a petición del Tribunal de Apelaciones de Bruselas. Las conclusiones científicas indican que él es el padre biológico de la señora Delphine Böel", arranca el escrito.

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Con estas palabras quedan atrás muchos años de litigios y de tensión en los juzgados. Finalmente, Alberto de Bélgica ha decidido no contradecir a los hechos ni al procedimiento, aunque los haya considerado "cuestionables". Aún así, el marido de la exreina Paola no ha querido continuar con los "argumentos y objeciones legales para justificar el hecho de que la paternidad legal no es necesariamente un reflejo de la paternidad biológica". Con todo, su portavoz advierte de que la intención del monarca es "poner fin a la honradez y la dignidad de este doloroso procedimiento". Por ello, no disputará legalmente la paternidad.

En la información publicada también se deja claro que desde que Delphine Böel nació, en ningún momento el royal se ha "involucrado en ninguna decisión familiar, social o educativa" relacionada con ella y "siempre respetó el vínculo que existía entre Madame Delphine Böel y su padre legal", Jacques Böel.

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"Más de cuarenta años después, la señora Delphine Böel ha decidido poner fin a su vínculo legal y socioemocional con su padre y cambiar de familia. Y esto a través de un procedimiento largo y doloroso que ha resultado ser judicialmente contradictorio. Este procedimiento no ha respetado la privacidad de las partes involucradas. Respetuoso con las instituciones legales, el rey Alberto siempre se abstuvo de intervenir debates fuera de los tribunales. Por eso también ha decidido reaccionar y explicar su posición en este asunto", continuaba el comunicado.

La artista lleva casi siete años luchando por este reconocimiento que, al parecer, ya había dado por perdido. Fue en 2013 cuando acudió por primera vez a los tribunales con la intención de demostrar que el por entonces monarca era su progenitor. A partir de entonces se sucedieron los recursos y las demandas entre el padre de Felipe de Bélgica y la hija de la baronesa Sybille de Selys Longchamps, que intentó incluso que sus supuestos hermanos se sometieran a unas pruebas de ADN.

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Con el fin de finiquitar el asunto, en mayo de 2018 la Corte de Apelación de Bruselas enviaba al exmonarca una petición para realizarse al pertinente examen genético para poder arrojar luz sobre el caso, una orden que de primeras Alberto de Bélgica no quiso cumplir. Fue Delphine la que consiguió que los tribunales impusieran al soberano una multa de 5.000 euros diarios si se negaba a hacerse las pruebas.

La versión de la historia de Delphine Böel comienza reconociendo que su madre y Alberto fueron amantes durante más de 18 años. "Se conocieron en Atenas, donde mi abuelo era embajador. Los dos estaban casados, pero sus matrimonios no funcionaban". Dos años después nació ella, y desde entonces recuerda que el soberano "venía mucho a casa de visita". Recuerda al exnovio de su progenitora como una figura muy presente en su vida que cuando a los 17 años su madre le confesó quién era su verdadero padre, no le extrañó. "Tenemos el mismo sentido del humor. Nos llevábamos muy bien. Íbamos de vacaciones a Córcega, a Saint-Tropez. Nos hacía visitas en Londres...".

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Sin embargo, las circunstancias y las relaciones de ambos nunca dieron opción a que pudieran vivir juntos. Al parecer, Alberto se había planteado en dos ocasiones divorciarse de su mujer, la princesa italiana Paola Ruffo di Calabria, con quien tenía tres hijos: Felipe, Astrid y Lorenzo. La Casa Real belga había llegado a preparar los papeles, pero una cláusula paralizó el proceso: Sybille de Selys Longchamps tendría prohibido ver a los hijos de Alberto. "Nunca podrían vivir todos juntos bajo el mismo techo. Eso dejaba a mi madre en una situación delicada. No quería romper una familia y parecer como una malvada sin escrúpulos". La baronesa decidió poner tierra de por medio, pero la pareja no terminó con su romance.

La escultora vivió su juventud obsesionada con mantener el secreto. "Convirtió el asunto en una cuestión de Estado. Repetía constantemente que había que sacrificarse por Bélgica. Eran otros tiempos". Fue en 2001 cuando, al verse su madre inmersa en una grave operación de corazón, llamó a su padre para buscar consuelo en él. "¡Deja de llamarme! ¡No eres mi hija!", asegura que le gritó el exmonarca". Una relación que se rompió de golpe hasta que en 2008, empujada por la presión, el asombro y el enfado, decidió emprender acciones legales. "En Bruselas la gente me reconocía por la calle y mi vida se convirtió en un infierno", aseguraba en una reciente entrevista.

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