Debe haber pocas cosas más tristes que perder a una madre siendo todavía un pipiolo. Es algo que por desgracia sabe bien el príncipe Harry, que contaba 12 años cuando su madre, Diana de Gales, perdió la vida en un accidente de tráfico en París, justo un año después de firmar su acuerdo de divorcio con Carlos de Inglaterra. “En ese momento, no quería creerlo ni aceptarlo, y dejó un gran vacío en mí", confesó una vez el británico, que necesitó terapia para superar el duelo y siempre ha culpado a la prensa de lo sucedido. De hecho, en distintas entrevistas manifestó su miedo a que su esposa viviera la misma exposición mediática que sufrió su madre y pudiera correr su misma suerte, e incluso protagonizó una tormentosa batalla contra la prensa sensacionalista británica.
“Fue desde el principio una espiral descendente, en la que los tabloides intentaban constantemente ponerme trampas y presentarme como un joven problemático, hasta que lograban que hiciera algo estúpido que diera para escribir una buena historia y vender muchos ejemplares”, escribió el príncipe en su famosa demanda. “Cuando miro atrás, entiendo que fue un comportamiento absolutamente malvado”. En realidad, Harry considera que la prensa ha sido hostil con él desde el momento en que nació, en septiembre de 1984.
Cuando vino al mundo, su padre comentó aquello de que ya tenían "the heir and the spare", en inglés: el heredero (Guillermo) y el repuesto (Harry), una jerga empleada por distintos miembros de su clan.“Lo decían sin ánimo de juicio pero también sin ambages", comentó él al respecto. "Yo era la sombra, el actor secundario, el plan B. Mi cometido era ofrecer una fuente de distracción, entretenimiento y, en caso de necesidad, una pieza de recambio. Un riñón, tal vez. Una transfusión de sangre, una pizca de médula. Todo eso me lo dejaron meridianamente claro desde la más tierna edad, y después lo fueron reforzando con regularidad”.
El hijo menor de la 'princesa del pueblo', que hoy sopla sus 40 velas, destacó siempre por su carácter extrovertido y alegre, en contraste con la personalidad de su hermano, de natural tímido y poco sociable. Y esa forma de ser dio algún que otro quebradero de cabeza a su gente, pero también mucho juego a los tabloides, que hicieron su agosto con algunas de sus locuras juveniles: en 2001 le pillaron fumando porros y bebiendo alcohol en el sótano de Highgrove House, en 2005 apareció disfrazado de militar nazi en una fiesta, y en 2012 se filtraron unas fotografías en las que salía desnudo en una fiesta en Las Vegas.
Rencillas familiares
Con el tiempo acabó sentando la cabeza y trató de encontrar su propio camino en el campo de la filantropía, al igual que había hecho su madre, quien después de divorciarse se involucró en diversas obras caritativas y prestó su imagen y su voz en la lucha contra las minas terrestres, lo que le granjeó la animadversión del establishment. Ya en 2015, Harry abandonó las Fuerzas Armadas de Reino Unido, tras una década de servicio, y se enamoró de la actriz estadounidense Meghan Markle, con la que al principio vivió un romance secreto.
La pareja se casó en mayo de 2018 en la ciudad de Windsor y, desde entonces, no dejó de recibir amenazas de muerte por el hecho de ser protagonistas de un matrimonio interracial. En 2020, hartos de los ataques, la voracidad de los 'paparazzi' y la falta de apoyo por parte de los Windsor, renunciaron a sus obligaciones dentro de la familia real británica y a la financiación pública y se fueron a vivir a Canadá junto a su hijo Archie —luego vendría al mundo Lilibet—.
Y en 2021 concedieron una explosiva entrevista a Oprah Winfrey, en la que acusaron de racismo a la institución monárquica, que tampoco salió bien parada en el libro de memorias y el documental de Netflix protagonizados por el nieto de Isabel II. El joven lamentaba que su familia se hubiera negado a ayudarle en su cruzada contra la prensa sensacionalista, y llegó a reconocer que, desde hace muchos años, hay un contrato invisible entre la institución y los tabloides británicos: "Como miembro de la familia, estás dispuesto a beber, cenar y dar pleno acceso a periodistas para tener mejor prensa. Es un control por miedo que ha existido durante generaciones”.
Por todo ello, el príncipe tenía claro que algún miembro de su familia había tenido que dar permiso para que se publicaran determinadas informaciones sobre él y su esposa. "Es entonces cuando el rey Carlos III le dice que no puede hacer eso, y cuando unos y otros comienzan a echarse pulsos", apuntó la periodista y escritora Concha Calleja. "Guillermo acabó tomando mucho protagonismo ahí, hasta el punto de decir que la próxima vez que vea a su hermano será en el funeral de su padre".
Todo este turbio asunto, comentan los expertos, ha afectado a la popularidad del que en su día llegó a ser uno de los miembros más queridos de la familia real británica. “Enrique ha perdido su legión de seguidores en este país, pero hay mucha gente joven que puede sentirse atraída por su desprecio hacia los convencionalismos”, apunta el historiador Jonathan Sumption. “Pero cada vez está más claro que busca un montón de publicidad para su propio interés. Hay además una convicción generalizada en ver a su mujer como una manipuladora. La gente, en general, comienza a estar harta de ambos". Veremos cómo sigue el culebrón.