En 1985, Irene de Grecia tenía 43 años, aún estaba superando la muerte de su madre, y vivía a medio camino entre España, el país que había acogido a su hermana Sofía, y Madrás, su refugio espiritual.
Por aquel entonces, la ‘tía Pecu’ ya se había ganado a pulso su sobrenombre, pero aún faltaba que Irene protagonizara la gran anécdota de su vida. Y, en esta, además de ella, estuvieron involucradas un total de 100 vacas a las que salvó la vida.
La princesa Irene siempre fue una niña única
Irene de Grecia recibió la misma y estricta educación que sus hermanos. Sin embargo, la menor de los tres presentaba una sensibilidad única, que la hacía especialmente buena con asignaturas como la música. La princesa poseía un estupendo oído, que no solo jugaba a su favor a la hora de aprender idiomas, sino, también, para el solfeo. Gracias a esto, y a pesar de su juventud, pronto se convirtió en una fabulosa concertista de piano con fama mundial.
En casa todos cuidaban de la pequeña Irene; especialmente su hermana mayor, Sofía, quien se volcó con ella cuando esta solo era un bebé y toda la familia estaba en el exilio. La que acabaría convertida en la Reina de España siempre la tomó bajo su ala protectora.
Lo que pocos imaginaban es que Irene, con ese aspecto frágil, escondía una asombrosa determinación capaz de anteponerse y plantar a cara a las injusticias que atentaran contra sus valores.
Gtres
El cambio de vida de Irene de Grecia
La huida del país heleno de la familia real provocó que Irene ahondara más en esta forma de ser tan suya. Con Sofía instalada en España a raíz de su matrimonio con Juan Carlos I y Constantino, en el Reino Unido, tanto Federica de Hannover, la matriarca del clan, como la menor de los hermanos iniciaron una vida nómada entre continentes. Fue una época en la que madre e hija se establecieron en la India, donde un gurú hindú las guio y dio cobijo en su comunidad. Esto supuso para ambas un enorme despertar filosófico y espiritual.
En 1974, Federica e Irene empezaban una nueva época en la que aprendieron a vivir sin grandes lujos y guiadas únicamente por su fe. En este tiempo, las dos desarrollaron un enorme respeto por todas las criaturas vivas, ya fueran humanas o animales.
A pesar de haberse establecido en Madrás, la reina destronada y su hija acostumbraban a pasar largas temporadas en Londres con Constantino y en Madrid con Sofía. Precisamente, mientras Federica visitaba a esta última, le sorprendió la muerte. En 1981, la viuda del monarca helénico se sometía a una operación estética cuando sufrió un infarto fulminante que acabó con su vida. Tenía solo 64 años.
Irene, en busca de su propio camino
Aquella muerte repentina revolvió a sus tres hijos, especialmente a la más pequeña, que no estaba casada y que no tenía descendencia. Federica e Irene habían sido la una para la otra y ahora esta última debía emprender, por primera vez, el vuelo en solitario.
Pasados los 35 años, y habiendo estado siempre acompañada por unos y otros miembros de su familia, Irene debía aprender a construir su propia vida. Descubrir qué quería hacer, qué intereses deseaba perseguir y qué causas defender. Esto no es fácil para nadie. Pero para una princesa menos, pues estas parecen tener el guion preestablecido desde su nacimiento. Por tanto, a Irene le tocó improvisar.
Una noticia que la impactó
En esas se hallaba cuando, en 1985, descubrió que la Unión Europea iba a sacrificar a cuatro millones de vacas, con el objetivo de limitar la producción de leche, para mantener los precios del mercado. Esta noticia, de lo más escandalosa, revolucionó a medio mundo y llegó hasta la India; donde se encontraba Irene, que tachó de “inmoral” la decisión.
Gtres
“Yo estaba en la India haciendo mis estudios de análisis comparativo entre griegos e hindúes y sobre filosofía. Además, me ocupaba de la Fundación del profesor Mahadevan (director del departamento de filosofía en la Universidad de Madrás). Estaba feliz y organizada, aunque mi madre y el profesor habían fallecido. De repente, leí en el periódico que en Alemania estaban matando vacas porque había excedente de leche. Viviendo en la India era muy sensible a las vacas, porque allí las cuidan y las quieren mucho, y la noticia me impresionó”, recogió la periodista Eva Celada, autora de la biografía sobre Irene, ‘La princesa rebelde’.
GTRES
Revelación en la India
La solución se le presentó delante de ella en la voz de un sabio indio. “Está usted pendiendo su tiempo. Mientras usted medita, centenares de miles de niños indios están subalimentados e incluso mueren de hambre; al mismo tiempo, Alemania y Francia están matando vacas que podrían alimentar con su leche a esos niños”, le dijo. Este le recordó que ella, por su posición privilegiada, podía hacer algo al respecto. “Usted podría trabajar para abrir puertas. Los responsables de esta barbaridad le escucharán, y usted podrá conseguir que en lugar de asesinar a sus vacas las manden a la India”.
Fue toda una revelación. Irene de Grecia no quiso perder ni un segundo más y se concentró en salvar al máximo número posible de estos animales y hacerlos llegar hasta el país que la había acogido una década atrás.
GTRES
Así logró Irene de Grecia salvar a 100 vacas
Pidió ayuda a su cuñado. Juan Carlos, sin duda, era la persona idónea que podía echarle una mano en esta insólita aventura. Levantó el teléfono e hizo docenas de llamadas, la mayoría, completamente infructíferas. Sin embargo, Irene y el rey español encontraron un inesperado apoyo en el filántropo Diego Hidalgo que, impresionado por la voluntad de la princesa, les ofreció las claves para salvar, al menos, a cien de estas vacas condenadas a muerte.
Para que los animales pudieran viajar desde Alemania a la India se estableció un protocolo estricto: cada una debía tener un pasaporte, el traslado debía ser en avión porque era el medio de transporte más rápido, lo cual era ventajoso para evitar el contagio de enfermedades y, una vez en el nuevo destino, estas deberían aguardar una cuarentena.
Un viaje de 14 horas
Irene lo tuvo claro desde el primer momento: ella iría en ese avión de mercancías junto a todos los animales. “Tenía mucho miedo, igual que las vacas. No sabía si iba a salir bien o no todo aquello. En nuestro avión cabían cien, más hubieran sido demasiadas. Nuestro destino era Bangalore, en el sur de la India, donde se había preparado un sitio para las vacas. Allí debían permanecer durante la cuarentena”.
Fueron catorce horas de viaje que ella las hizo feliz y entregada a este servicio de ayuda al prójimo. Convencida de sus actos y sin acusar el más mínimo cansancio, años más tarde se reía recordando su aspecto al bajar de aquel avión repleto de animales de granja en el que el olor era insoportable. “Me llamaron ‘la loca de las vacas’ pero si vieran toda la leche que suponen estas vacas, todos alabarían mis locuras”, sentenció una vez la aventura hubo llegado a su fin.
Esta locura tan cuerda dio sentido a su vida a partir de entonces. A raíz de esta actuación descubrió que deseaba seguir ayudando a los que más lo necesitaban y, para ello, puso en marcha la Fundación Armonía, que ha estado en activo hasta diciembre de 2023, cuando su actual enfermedad neurodegenerativa no le ha permitió seguir al frente de la misma.