La carta de Jorge Javier a Isabel Pantoja que cobra sentido tras el embarazo de Isa: "Lo nuestro ya no tiene vuelta atrás"

Con motivo de la boda de Isa Pantoja, donde Jorge Javier fue su padrino, el presentador escribía una carta a Isabel Pantoja en su blog de Lecturas; “Yo creo que lo nuestro ya no tiene vuelta atrás, Isabel”, apuntaba

José Confuso

Director digital de Lecturas

Actualizado a 15 de noviembre de 2024, 07:09

GARÓFANO
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El embarazo de Isa Pantoja lo ha cambiado todo. Una de las familias más conocidas del país vuelve a ser noticia. La joven posaba feliz y orgullosa en la revista Lecturas mientras muchos se preguntaban dónde está su madre. Isabel Pantoja permanece aislada de todo y sin querer romper su silencio. Ni siquiera ha hablado con su hija ahora que va a volver a ser abuela. Un nuevo revés al que Isa ya está acostumbrada.

La cantante tampoco estuvo junto a ella en el hospital cuando tuvo que ser operada hace unas semanas. Tampoco la acompañó el día de su boda ni cuado bautizó a su hijo Alberto. Pantoja siempre está ausente y su hija la ha disculpado durante años. Ahora ya no. Isa no quiere sentirse culpable de los movimientos de su madre, tal y como contó a nuestra revista. Ahora las cosas son distintas.

Con motivo de su boda hace justo un año, Jorge Javier Vázquez, que ejercía de padrino, escribió una carta en su blog de Lecturas. Una misiva que cobra todo el sentido ahora que Isa vuelve a ser noticia con su maternidad. Es el momento de recuperarla.

La carta de Jorge Javier a Isabel Pantoja

Durante estos días he pensado, Isabel, que me gustaría hablar contigo. Los dos solos, sin nadie alrededor. En mi casa, tirados en el sofá. Tú fumando con un refresco de cola y yo con otro, que hace tiempo que no bebo. Y me gustaría contarte, Isabel, que desde que no bebo la gente me aburre bastante. Que antes aguantaba más los rollos de las personas porque tenía la mente anestesiada, pero ahora que vivo sobrio el común de los mortales me produce sopor. Te diría que entiendo cuando dices que te gusta estar en Cantora porque a mí me cuesta cada vez más salir de casa. Habrá gente que dirá que somos “raros”. Y sí, supongo que tendrán razón. Pero cuando veo las caras y los comportamientos de las gentes que así nos describen prefiero seguir siendo “raro” y no formar parte de esa ingente masa gris de “normalidad”.

Ahora bien, como te digo una cosa te digo la otra: tenemos que obligarnos a salir. Porque hay gente aburrida hasta decir basta, sí. Mucha. Pero de repente aparece otra que te hace sonreír y seguir confiando en las sorpresas. Como escribía Carmen Martín Gaite en ‘Nubosidad variable’: “La sorpresa es una liebre y los que salen de caza nunca la verán dormir en el erial”. Hay que salir, Isabel. Hay que salir aunque nos cueste la propia vida y nos atrape el salón de nuestra respectiva Cantora. Porque como decidamos no darle más oportunidades al día a día, apaga y vámonos. Acabo de escribir, Isabel, que me gustaría charlar contigo.

Hubo una época que tuvimos complicidad. Que pasábamos horas al teléfono. Que nos reíamos. Hubo una época, también, en la que nos llevábamos a matar. Y que libramos una guerra sin cuartel que, hora es ya de reconocerlo, nos mantenía muy vivos. Despiertos. Preparando estrategias y desarrollando ataques. La guerra nos hacía sentir jóvenes. Nos mantenía entretenidos y nos evitaba caer en la destructora rutina de la cotidianidad. Ahora somos dos almas erráticas heridas y vividas que recuerdan con una sonrisa, quizás con nostalgia también, batallas ya enterradas. Tú en tu casa y yo en la mía. Tú con tu hermano y yo con P., que es la persona que mejor me conoce.

Entiendo la dependencia hacia tu hermano. Es muy cómodo vivir con la persona que te conoce en pijama y no te juzga. Encontrar a alguien con quien compartir tus desnudeces emocionales es uno de los secretos de la estabilidad. 

“Lo nuestro no tiene vuelta atrás”

Yo creo que lo nuestro ya no tiene vuelta atrás, Isabel. O sí, qué se yo. Ahora bien: creo que todavía nos queda una última conversación pendiente, una última –o penúltima– traca final de risas y algún leve reproche. Ahí lo dejo. Lo que todavía tiene solución es la asistencia a la boda de tu hija. Ojalá vayas. Porque a lo mejor, dentro de unos días, o meses, o años, piensas que ojalá hubieras ido. Y quizás ese pensamiento te provoque dolor, tristeza, pena. Y hoy estás a tiempo de evitarlo. Te conozco un poco. Más de lo que tú te crees y menos de lo que yo pienso.

Y estoy convencido de que esta situación te está provocando dolor. Y muchos lloros. Y por eso me gustaría poder charlar contigo: para romper ese muro de cristal que te impide tomar la decisión de ir. De levantarte, pegar un zapatazo, llamar a todo el ejército que compone tu equipo de estilismo y decirles: “A trabajar. ¿Acaso alguien se había creído que la Pantoja se iba a perder la boda de su hija?”. Ojalá suceda. Y si decides no ir, quiero que sepas que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que tu hija tenga un recuerdo imborrable del día de su boda. Pero que sepas también que si no vas te va a echar mucho de menos. Y yo, también. 

La situación de Isa Pantoja y su madre, Isabel

No son tiempos fáciles para la tonadillera. El embarazo de su hija Isa hace que el foco vuelva a posarse sobre Isabel Pantoja. Inmersa en una gira que no ha sido fácil y con una reciente mudanza a Madrid, a la cantante se le complica el futuro. Pantoja prefiere no hablar. Se mantiene alejada tanto de su hija como de su hijo Kiko Rivera. Con ninguno de los dos tiene contacto ni relación. Solo su hermano Agustín permanece a su lado siempre y en todo momento. Sobre todo, tras el fallecimiento de su madre, doña Ana.

Ahora va a volver a ser abuela. Será el quinto nieto para Isabel Pantoja pero la cantante no sabe nada de ellos. El enfado que hay entre la tonadillera y sus hijos hace que tampoco vea a su nietos, a pesar de que siempre ha asegurado que son su debilidad. Algo que Isa le ha reprochado en muchas ocasiones. Pantoja sí está ilusionada con el nacimiento del bebé de su sobrina Anabel. Lo ha manifestado en público en varias ocasiones. Una comparación muy dolorosa.

 

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