Los dos matrimonios de Carmen Sevilla que marcaron su vida: celos y relaciones complicadas

Los dos maridos de Carmen Sevilla, Augusto Algueró y Vicente Patuel fueron decisivos en su vida. Por ellos, llegó hasta a renunciar a su propia carrera

foto autor Conchi
Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

Carmen Sevilla en su primera boda
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Carmen Sevilla hizo de todo por amor. En nombre del sentimiento sobre el que tanto cantó, cometió los mayores sacrificios de su vida, tanto personales como profesionales. A pesar de que se le atribuyen conquistas tan célebres como Charlton Heston o Frank Sinatra, lo cierto es que solo dos hombres llegaron a su corazón. El primero fue Augusto Algueró, quien le dio un hijo pero también quien le proporcionó los mayores disgustos. Tras él llegó Vicente Patuel, una relación en la madurez, que la cegó completamente, que la hizo renunciar a lo que más quería: su carrera.

En 1961 se producía la boda de las bodas. La ‘novia de España’, Carmen Sevilla, pasaba por el altar con el compositor más famoso del momento. Resultaba de lo más curioso que la actriz hubiera escogido a un hombre con la misma profesión que había tenido su padre, que hacía coplillas a Estrellita Castro. Carmen quizás sintió que estaba destinada al hombre que años después escribiría ‘Noelia’ (dedicada a otra mujer que no era ella).

Carmen Sevilla y Augusto Algueró, una unión señalada por los celos de él

Lo que más me gustó de mi boda fue mi vestido”. Carmen Sevilla hablaba con poco cariño de su propio enlace, del que solo amaba recordar el impecable corte de la pieza nupcial que lució. Fue un matrimonio en el que los celos campaban a sus anchas. Él no soportaba ver a su mujer trabajando con otro actor. No quería que nadie más la besara. Iba a cada rodaje y llegaba a cronometrar los besos que esta debía darse con sus compañeros de película. Estaba enfermo de celos.

Carmen Sevilla en su primera boda
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A los tres años del enlace nació el único hijo que tuvo la pareja, Augusto Jr. “Pude haber sido madre en tres ocasiones”, contaría Carmen Sevilla con los años, desvelando que tuvo que interrumpir dos de sus embarazos. Lo hizo por su carrera, porque estaba en la cúspide, se la rifaban en España pero también en Hollywood, donde, a pesar de no hablar inglés, se desenvolvía con una soltura única. Estas dos decisiones le pesarían toda su vida, puesto que siempre quiso tener una familia grande; pero Sevilla comprendió que el trabajo de estrella y el de madre pocas veces tenía compatibilidad.

Los años pasaban, la filmografía de ella no hacía más que ir en aumento y los hits firmados por Augusto Algueró hacían lo mismo. Componía para los y las mayores artistas, y sus temas aparecían en discos y en películas. Igual que los éxitos se sucedían, los rumores de infidelidades, por parte del autor, también crecían. Ella, molesta, le lanzaba pildorazos cuando tenía oportunidad. Tiraba de sátira y de ironía, algo que dominaba puesto que lo había aprendido en casa gracias a su abuelo y a su padre, letristas con una retranca única. 

Vicente Patuel a animó a Carmen Sevilla a dejar su profesión

Finalmente, en el año 1974 el matrimonio se disuelve y ella halla consuelo en un hombre al que conoció nada más haber empezado su carrera. En 1948 se produce el primer encuentro entre Vicente Patuel y Carmen Sevilla. Él la ve actuar como bailarina de Estrellita Castro y le pide una foto firmada, algo que guardará toda su vida. El destino les unió de nuevo en la década de los 70, cuando los dos ya tenían más de cuarenta años y podían llevar entender, desde otro lado, lo que es el verdadero amor, aunque la artista lo vivió como una completa chiquilla.

En el año 1986, Carmen Sevilla recibía así a la prensa con motivo de la Navidad
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Él fue un seguidor que logró lo que ningún otro, enamorar a su diva. Vicente Patuel, que trabajaba como empresario cinematográfico, la quería solo para él; no le gustaba compartirla con el público. Y la puso en la peor tesitura de todas: su trabajo o él. “Él me dio a elegir entre el cine y él y yo le dije ‘yo te elijo a ti, vida mía’”.

Había hecho cine, televisión y había grabado discos. Todo con enorme éxito. Ahora le tocaba encarar un nuevo reto muy diferente: olvidarse de su vida de estrella y abrazar la vida en el campo. Juntos iniciaron una nueva vida en una finca en Extremadura. Le costó. A pesar del amor ciego y desmesurado que sentía por el empresario, no terminaba de hacerse a su nueva rutina. Cuidaba a sus ovejitas, paseaba por el campo y regresaba al hogar. Se pasaban los días iguales a todos y ella extrañaba el bullicio de su anterior realidad. Vivía en una jaula de oro, de barrotes de aire fresco y puro.

En 1990 descubrieron que la vida en el campo no era tan idílicamente económica como pensaron en un principio y las deudas empezaron a acecharle. Ella, la mujer que más llegó a cobrar del mundo del espectáculo, necesitaba facturar de nuevo. Esta jubilación temprana le estaba costando muy cara. Además deseaba volver a trabajar, y Vicente Patuel, actuando más como un guardia que como un mánager, se encargó de firmar un suculento contrato de trabajo del que fue su esperadísimo regreso. Él lo decidió todo. Él lo habló todo. Y ella parecía encantada. Cambiaría las ovejas por los bombos. Había dicho sí a ‘El Telecupón’, el programa que le cambió la vida.

Carmen sevilla

Carmen con su marido Vicente Patuel y su hijo Augusto

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“Ella nunca dijo de él que era un machista”, contó su amiga la bailaora María Rosa en ‘Lazos de sangre’, pero lo cierto, y todas sus amistades así lo veían, es que él actuaba como tal. Un hombre y una mujer víctimas de una educación patriarcal que ponía al primero como el centro y eje de todas las decisiones, mientras que la otra actuaba casi de comparsa.

Pero era feliz. Repetía y se repetía lo bien que estaba al lado de Vicente. El día que él murió, se le partió la misma vida. Estaban los dos en la finca. Era el año 2000 y llevaban casi tres décadas juntos. El corazón de Patuel se paró y a la misma vez a Carmen se le rompió el suyo. Llamó a su chófer de confianza, estaba perdida, no sabía qué hacer. Lloraba y le abrazaba, mientras que uno de los perritos del matrimonio ladraba. Le enterró arropada por sus amigas más queridas. Las que no la dejaban nunca y quienes no paraban de repetir “qué sola se queda ahora”.

Carmen Sevilla se volcó en el trabajo. Dejó la finca y volvió a Madrid. Vivió una nueva edad dorada en televisión, en ‘Cine de barrio’, pero cuando llevaba una década viuda, empezó a olvidar cosas. No eran sus habituales despistes. Era algo más serio. Le diagnosticaron la misma enfermedad que tuvo su madre y que hace que el olvido lo inunde todo. Con los años, se olvidó hasta de sí misma. Quedará para siempre la duda si también olvidó a esos hombres que fue capaz de amar por encima de todo.