Carlos Lozano ha pasado con Miriam Saavedra del amor a la pelea en pocos segundos. Él ha sido la sorpresa para sus dos ex (sí, para Mónica también) aunque, bien sabéis, no todas las sorpresas son siempre agradables...
Miriam ha sido la primera en descubrirle. La peruana se ha venido abajo cuando le ha visto. Se ha roto y ha comenzado a llorar de inmediato. Se han abrazado y él le ha hablado con mucho cariño, le daba besos, le secaba las lágrimas… pero la de la voz atípica se ha recompuesto y ha recordado el daño que le había hecho el presentador y le ha echado en cara que él le hubiese contado todas sus intimidades a Mónica, algo que él ha negado de manera tajante, “yo no he dicho nada”, “¿y entonces cómo ella podía saber lo de mis proyectos?”, “¡¿pero qué proyectos?!”, “mi tema de presentadora en Perú”.
Tras Miriam, ha llegado el momento de Mónica Hoyos, que se ha reencontrado con el padre de su hija en ‘La sala del más allá’. Y si el reencuentro entre Lozano y Saavedra había discurrido por unos derroteros más o menos amables con Hoyos solo ha habido rencor. “Vengo a decirte que basta ya lo que le estás haciendo a Miriam”, le ha soltado nada más verla, Mónica, de lo más sorprendida, le ha preguntado si le estaban pagando por lo que estaba haciendo, “lo hago gratis porque eres muy mentirosa”. Y se han enzarzado en una complicadísima discusión plagada de voces. “Llevas 14 años amargándome la vida, eres mala, metes mierda”, Carlos afirmaba encontrarse muy ofendido porque, según él, Mónica había dicho que él le había contado detalles de su relación con Miriam, como aquel famoso amarre, cuando él jura y perjura no haber contado nada de eso a la madre de su hija. La pelea ha seguido por unos términos nefastos, en los que Mónica solo pedía respeto por la persona que tienen en común.
Cuando los tres se han juntado, los decibelios no han bajado. Carlos ha sacado a relucir un supuesto amante de Miriam, ella ha dicho que la relación de ellos siempre ha sido de tres pero no por su amante, si no por Mónica y esta, aunque trataba de quedarse al margen, no paraba de repetir: “qué sinvergüenzas, sois tal para cual”.